martes, 30 de septiembre de 2014

Las novelas no educan, las novelas entretienen

Lo cierto es que hoy pensaba enfocarme en otro tema, más concretamente en Mi corazón es tuyo, pero aún cabiendo la posibilidad de escribir más tarde un post sobre esta novela, no puedo no plasmar en estas lineas lo que opino sobre quien asevera que la novela La Malquerida es un muy mal ejemplo, y que producirá, más o menos, un desequilibrio en la sociedad, y una oleada de hijastras seduciendo a sus padrastros.

Me sorprende sobremanera que se le dé a una novela la responsabilidad de educar a las generaciones más jóvenes, y digo que me sorprende sobremanera, porque a mí quienes me educaron fueron mis padres. No se pueden confundir términos, o no se le puede dar cometidos específicos a lo que no ha nacido con tales propósitos, y es que las novelas no educan, entretienen. El hecho de que se tomen con mayor o menor pasión, que quiénes la vean se involucren en la trama en mayor o menor medida, que se vivan apasionadamente o la comenten, o por el contrario, que el espectador se desinterese de todo aquello alejado a la simple visualización del capítulo diario; son dos posturas, tan válida la una como la otra.

Cuando las tramas de las novelas se basaban, única y exclusivamente, en la niña pobre que conoce al hombre rico y juntos acaban viviendo el final feliz de cuento de hadas, después de vivir una y mil penurias, que dependerán del grado de maldad del personaje antagónico, ¿se estaba dando a entender que no hay que esforzarse en la vida, porque al final tu príncipe azul siempre aparecerá para darte vida de reina? Pues no. Problema de la que viendo una novela piensa así. Vuelvo a ponerme de ejemplo, el haber visto un sinfín de este tipo de historias no impidió que siguiese estudiando, que me sacase mi carrera, que trabajase, que me esforzase, incluso en la búsqueda del príncipe azul. ¿Y por qué? Porque me educaron así, me educaron en el esfuerzo, en el auto-crecimiento personal. Mis padres dedicaron su tiempo, sus ganas, sus esfuerzos, en hacer que ésto fuera así.

Decir que por ver La Malquerida una hija va, automáticamente, a "levantarle" el marido a su madre, es, de primeras, absurdo. O acaso, ¿cuando la antagonista en una novela hacía mil maldades a los protagonistas, automáticamente quien veía la novela en cuestión hacía lo propio? Reitero, absurdo.

Más deberían preocuparse los moralistas en particular, y la sociedad en general, de los niños que se mueren de hambre, de las guerras por religión, por petroleo, la crisis económica, los asesinatos, la violencia de genero, la trata de blancas, el maltrato infantil... Y así podría seguir hasta mañana.

Hay que diferenciar entretenimiento de educación, realidad de ficción. Y quien no sea capaz de tal diferenciación, debería apagar su televisión, o desconectar el wifi de su casa y coger un libro. Yo les paso una lista.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Finales para La Malquerida

Antes de darle rienda suelta a mi imaginación y plasmar aquí los tres finales resultantes, quiero dejar en claro, para que no haya lugar a dudas, que yo no soy guionista y no es mi intención hacer creer al mundo que sí lo soy. Dicho esto, ¡ahí van!

Final alternativo 1-.

Cristina, Esteban y Acacia se encuentran en el salón de la Benavente, alejados entre sí. No dicen nada, ya todo se ha descubierto. Héctor acaba de marcharse, después de contar toda la verdad: la pasión vivida entre Acacia y Esteban; el asesinato de Manuel a manos del Rubio, por haber dejado embarazada a Luisa; el asesinato de Alonso a manos de Norberto, y la culpa de Esteban por haber deseado su muerte, y no haber revisado su montura.

Cristina llora pero en silencio, sin decir nada, sólo mirando a su hija y luego a su ex marido, una y otra vez, sin creer ni comprender lo que le han hecho. Esteban sólo mira a Acacia, esperando que ella se decida y se vaya con él. Ella lo mira, y durante un breve instante sus miradas coinciden, pero entonces ella se da la vuelta y se dirige hacia su madre. Se queda quieta frente a ella, apenas a unos centímetros, no la mira a los ojos, la vergüenza le puede. Se mira las manos. Se arrodilla. Abraza a su madre, apoyando su cabeza.

ACACIA: Mama, perdóname... Perdóname mama... Perdóname.

Comienza a llorar amargamente.

Cristina se lleva las manos a la cara, se seca las lágrimas. Baja levemente la mano hacia la cabeza de Acacia, no puede tocarla.

CRISTINA: Acacia, ¿como pudiste?...

Vuelve a bajarla con más decisión y finalmente le acaricia el pelo.

CRISTINA: Eres mi hija... Y como madre... Como madre... Como madre te perdono.

Esteban contempla la escena, agacha la cabeza, acariciando la pulsera que Acacia le regaló. Vuelve a mirar a madre e hija abrazadas, y se va. Acacia se separa de su madre lentamente, se pone en pie, la mira por primera vez directamente a los ojos.

ACACIA: Te pido y te pediré perdón... Siempre.

Acacia sale corriendo siguiendo a Esteban. Cristina corre tras ella. Esteban se está subiendo a su coche, y antes de que lo haga Acacia le alcanza. Él le acaricia el rostro, la besa levemente, y se abrazan. Justo en ese momento Cristina llega a la puerta y los ve. Acacia antes de subir al coche, acompañada por Esteban, se gira y mira una última vez a su madre, y ésta levemente sonríe, ha ganado la madre a la mujer que viven en ella.

Mientras Esteban hace lo propio y se monta en su coche, Héctor se acerca a Cristina por detrás, despacio, ha estado esperando pacientemente. Ella nota cómo se acerca y se coloca a su derecha, mueve levemente la cabeza.

CRISTINA: Gracias por estar aquí. Eres el mejor de los amigos.

HÉCTOR: De momento, Cristina. Hasta que tú me dejes ser algo más.

Ella esboza una leve pero emocionada sonrisa. Esteban y Acacia ya se han marchado. Cristina y Héctor se dirigen hacia la casa, mientras él delicadamente va posando su mano en la espalda de ella hasta que finalmente le agarra por la cintura. Unos pocos pasos después ella hace lo mismo. Abrazados, entran juntos en la Benavente.


Final alternativo 2.-

Esteban llega a la Benavente, está en el patio mirando hacia la casa. Acacia sale de la misma y corre hacia él.

ACACIA: Esteban vete, vete ya. Norberto te busca para matarte. Vete, vete ya.

Le empuja repetidamente mientras se lo dice, y las lágrimas inundan su cara.

ESTEBAN: No sin ti... Huye conmigo Acacia, vámonos donde seamos felices. Ven conmigo.

Se besan apasionadamente, en el preciso instante en que Cristina se acerca corriendo a ellos desde la casa.

CRISTINA: Por Dios santo Esteban ¿que haces? ¿Vosotros? ¿Era verdad lo que me decían? No, no, no, no. ¡Esto no es verdad, esto es una pesadilla!

Ellos se separan y la miran culpables.

CRISTINA: Acacia dile que le ves como un padre, dile que lo que está haciendo no está bien, dile... ¡Díselo Acacia, díselo!

Aparece Norberto empuñando un arma, dispara a Esteban y éste cae al suelo.

ACACIA: Nooooo... ¡Esteban! Noooooo

Se arrodilla junto a él, mientras se oyen las sirenas de los coches de policía. Ni Cristina ni Norberto se mueven, él sigue empuñando el arma.

ACACIA: Te amo Esteban, te amo, te amo, te amo, te amo... Aguanta, ya llegan. Aguanta mi amor, aguanta por favor, aguanta. Te amo. Te amo. Te amo.

Se acerca a su oído.

ACACIA: No te puedes morir... Vas a tener un hijo.

Esteban sonríe, mientras las lágrimas resbalan por su cara. Acerca lentamente su mano al rostro de Acacia, la acaricia. Ella cierra los ojos, mientras apoya su cara en su mano.

ESTEBAN: Acacia... Eres lo más hermoso de mi vida... Te amaré siempre.

Muere. Acacia lo abraza mientras llora desconsolada.

Tres años después.

Cristina deposita dos margaritas en dos tumbas, una flor por cada tumba. En ellas se lee únicamente Acacia, Esteban. Nada más. Se da la vuelta y se dirige hacia Héctor que la espera con una pequeña niña en brazos.

CRISTINA: Nunca superaré este dolor...

HÉCTOR: Sé que jamás lo superarás, pero yo te ayudaré a que vivas con él y seas feliz. Juntos criaremos a esta niña. Acacia te lo pidió. Ella quiso que salvaran su vida, y tú y yo la amaremos como si fuera nuestra.

Héctor abraza a Cristina y juntos se van alejando de las tumbas.


Final alternativo 3.-

En el salón de la Benavente, Cristina, Esteban y Acacia.

CRISTINA: Esteban dile que la ves como una hija. Acacia dile que es otro padre para ti. Hacedlo... ¿Por qué no lo hacéis?

Acacia y Esteban se miran, ella agacha la cabeza y va hacia su madre, se arrodilla ante ella, la abraza.

ACACIA: Te quiero mama... Perdóname... Eres mi madre, y eso es lo más importante.

Esteban las observa, dándose cuenta que Acacia no se va a ir con él y decide marcharse. Acacia lo ve, se levanta y corre hacia él, le agarra de los hombros, en un medio abrazo, acercando su cuerpo al de él, y se acerca a su oído.

ACACIA: Te amo. Jamás amaré como te amo a ti.

ESTEBAN: Algún día este amor dejará de ser un amor prohibido. Te amo, hoy y siempre.

Esteban se marcha, y justo antes de salir de la casa se vuelve y ve a Acacia mirándole, sollozando, y a Cristina acercándose lentamente hacia su hija, para abrazarla.

Tres años después.

En una ciudad alejada de El Soto, Esteban sale de un edificio. Acaricia la pulsera que Acacia le regaló, y sonríe con tristeza. Al levantar la vista la ve ahí de pie, a unos pocos metros de él. Acacia se acerca a él, le acaricia el rostro, poco a poco, con los ojos empañados en lágrimas y sonriendo.

ACACIA: ¿Me has esperado? Di que sí, porque nuestro amor ya no es prohibido.

Esteban sonríe, la coge por la cintura, la atrae hacia él, acaricia su rostro y la besa.

En una galería de Madrid están Cristina y Héctor observando una fotografía de la Benavente, cerca de ellos hay un cartel anunciando la exposición de ella.

Esteban y Acacia están montando a caballo, se sonríen mutuamente, y mientras se van alejando, el cielo sobre la Benavente empieza a adquirir el color del atardecer.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Hablando de... Victoria Ruffo

Cuando se escribe sobre cierto personaje o cierto actor, se corre el riesgo de herir susceptibilidades, de no agradar a todo aquel que te lee. Pero ese es el riesgo de opinar. Personalmente creo que, siempre y cuando las opiniones se emitan desde el respeto y siempre dentro de un contexto real, no se debería correr más riesgo que el de encontrarse con gente a favor o en contra de la opinión emitida. Aunque hoy sé que, después de escribir lo que voy a escribir, me van a llover palos, espero no sean insultos o descalificativos hacia mi persona. Espero.

No es tarea fácil hablar de una actriz como Victoria Ruffo, cuando, siendo muchos o pocos (no voy a entrar a contabilizarlos), sus fans son incondicionales y muy pasionales en todo lo que a ella concierne, no en vano, jamás hablan de ella en las redes sociales sin calificarla como queen, reina de las telenovelas, o reina del rating, y sufren, se apasionan, hasta manifiestan sus deseos de llorar, sólo porque su actriz fetiche así lo hace en una escena de la telenovela en la que, en ese momento, se encuentre participando. Personalmente no soy muy partidaria de los títulos anteriormente citados, no porque la actriz en cuestión, la Ruffo, no los merezca, sino porque creo que están totalmente desfasados. Estos títulos venían de perlas cuando las telenovelas movilizaban masas, cuando la vida se paralizaba en la transmisión de cada capítulo, cuando las conversaciones giraban a lo que acontecía en la historia, cuando una telenovela se vendía en el extranjero única y exclusivamente por la actriz que la protagonizaba, pero hoy en día no es así, por lo menos, en la gran mayoría de los casos. Y usar el calificativo de reina del rating tampoco es adecuado, más que nada porque ahora mismo no sería Ruffo quien debería ostentarlo, toda vez que una reina del rating no habría tenido su telenovela en los 15 puntos. Entiendo que ser reina del rating implica que tu sola presencia garantiza unos altos niveles.

Si bien es cierto que no quiero abrir brechas innecesarias con este humilde post, no puedo dejar pasar la oportunidad de comentar algo con lo que estoy en completo desacuerdo. El menosprecio. El ataque a todos los que, además de Victoria, conforman La Malquerida, novela en la que ahora mismo participa. Obviamente, no son todas las que están ni están todas las que son, esto se da en todos los "frentes" en mayor o menor medida. Dicho ésto, creo que, emitir una opinión desde el respeto, dar a entender lo que uno quiere que ocurra en la trama, el rumbo que quiere que tome la historia, es totalmente lícito, es más, creo que esa es la magia de las novelas ahora que existen las redes sociales. Interactuar con los actores, enterarte de lo que ocurre detrás de cámara, emitir tus opiniones, y, si tienes suerte, y hay más espectadores que opinan como tú, conseguir que el ritmo de la historia cambie. Pero todo ésto hacerlo rozando el histerismo, la vulgaridad, la ofensa, el insulto, el desprecio a otros, no sólo denigra a quien emite estos comentarios, sino a la actriz a la que se defiende, o a la que se dice amar. En este punto, ya me permitirán todos los fans del mundo no entender que se pueda amar a una actriz o actor, que ni siquiera forma parte de tu vida, pero ese es otro asunto, y cada uno entiende el amor como quiere.

La verdad es que no soy fan de esta actriz, no he seguido sus novelas, y de la mayoría habré visto como mucho algún capítulo, o escenas sueltas. Con ésto no quiero decir que la señora no sea buena actriz, porque de que como actriz de novelas es buena, es buena, el hecho de que yo no la siga o no siga sus trabajos, no implica que la menosprecie, sino, simplemente, que no me ha llamado nunca la atención. Es su última novela, La Malquerida, la única que estoy siguiendo capítulo a capítulo, porque, como indiqué en un post anterior, desde un principio me interesé por la idea de ver esta historia hecha novela.

Desde un primer momento, el papel de Cristina me dejó fría. Esa mujer tan enamorada de su marido más joven que ella, que se dedica a vivir en su hacienda montando a caballo y trabajando codo a codo con él, que ha vivido separada de su hija, no la vi del todo creíble. Y me explico. Me dio la sensación de que a Victoria le dijeron que el personaje de Cristina era el personaje de una mujer totalmente enamorada, y que actuase como tal. Y ya. Hombre, por muy buena actriz que se sea, si no se dan las pautas adecuadas, y además el guión no ayuda precisamente, milagros pocos. Sin contar con ese uso descarado de una doble para las escenas de amor marital, que sigo sin comprender. Además, si hay algo que nadie puede negar, sea fan de Victoria Ruffo o no lo sea, es el trato disparejo que se le ha dado a un personaje como el de Cristina, que desde luego, debería haber tenido más peso en la trama y muchas más escenas. Así como los personajes de Meier y Ariadne, en muchas ocasiones. Es decir, el trío protagonista debería hacer tenido el peso de trío protagonista. Creo que todo esto fue lo que hizo que viniese sintiendo esa frialdad hacia el personaje de Cristina, por lo menos hasta unos cuantos capítulos atrás.

Porque la Cristina que vimos en el capítulo del viernes fue una delicia. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que hizo o dijo, pero no se puede negar que a todos hizo sentir algo. Cuando lloraba por la pérdida de su bebe, por la imposibilidad de darle hijos a ese marido joven, por ver como lo pierde irremediablemente, dejando a entender que, muy en el fondo, sabe que hay algo más (ya nos lo dejó caer la primera vez que él, Esteban, se fue de la hacienda, cuando le pregunta a su hija si hay otra mujer). O ese final de capítulo actuando como una auténtica mujer despechada, no pensando en el bienhacer con su patrimonio al elegir al Rubio para llevar las riendas de la hacienda, cuando en más de una ocasión ha demostrado que no está capacitado para ello, eso es lo que todos esperábamos. Los noveleros en general, las rufferas en particular.

Tal vez lo que menos me agrada de esta etapa es el papel de Héctor, no el hecho de que exista en sí el personaje sino lo que han hecho de él. Aunque de ésto hablaré otro día, hoy aclaro que entiendo que no está mal que exista otro hombre en la vida de Cristina, incluso sería maravilloso que él mismo fuese el artífice de que Cristina descubra la traición de su marido con la hija, de su propia hija con el marido. Si bien me temo que ésto no será así, aun confío en que algo así pueda pasar. Darle cierta maldad, o más bien, cierto egoísmo, al personaje de Héctor, le haría más rico en matices, y desde luego ayudaría a que Arturo Peniche se luciese muchísimo más de lo que se ha venido luciendo hasta ahora, con este papel de salvador de la humanidad que ha venido haciendo.

Y para terminar, volviendo a Victoria Ruffo, a Victoria Ruffo no se le puede negar su trayectoria, a Victoria Ruffo no se le pueden negar sus éxitos, pero tampoco se puede negar que sus roles, quizás, están muy encasillados, que cuando se sale de la comodidad del papel de mujer golpeada por la vida que se ha vuelto fuerte, pero que de repente se derrumba y se convierte en un mar de lágrimas, quebrando la voz perfectamente cada cinco segundos, hay quien no la encuentra, no la ve, no le gusta. No creo que sea culpa única y exclusivamente de la actriz, no es menos culpable la empresa que no le da la oportunidad de crecer, de desarrollarse, de avanzar, de demostrar al mundo y sobre todo a sí misma, que no a sus incondicionales, que es mucho más que una sufrida llorona. Tal vez debería, tal cual hizo Laura Flores en su momento, o más recientemente Lucero, coger sus cositas y cambiar. Marcharse a dónde sí quieran darle lo que en Televisa, al parecer, le niegan. Así, a lo mejor, en lo que a mí concierne, empiece a gustarme más y vea todas sus novelas, sin excepción.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Opinando sobre... La Malquerida

Cuando se anunció que el güero Castro estaba preparando la adaptación a telenovela de la obra del dramaturgo español Jacinto Benavente, La Malquerida, me emocioné. Como buena novelera, imaginé lo que el güero podría hacer con esta historia. Pensé en Rubí o Teresa, dos telenovelas que simplemente me encantaron, que siguieron un hilo conductor maravilloso, con escenas soberbias, con momentos que te dejaban impactado, con unas protagonistas que lo tenían todo, belleza, inteligencia y maldad; y me ilusioné. Leí todo lo que sobre la novela se publicaba, que actores participarían, cuando comenzarían las grabaciones, cual iba a ser la adaptación.

Me parecía, y me sigue pareciendo, maravilloso que por fin un productor en Televisa se arriesgase a hacer algo diferente. Que por fin saldríamos de la rutina de niña pobre-hombre rico, que se enamoran, y a cuyo amor todos se oponen, especialmente la familia de él, pero ella resulta ser una rica heredera, normalmente desaparecida de recién nacida y encontrada por alguno de sus millonarios progenitores, donde al final el amor triunfa, como se veía viendo desde el minuto uno. Y no me equivoqué, pero sí creo que me equivoqué en cuanto a lo que a la valentía del güero se refiere, o me equivoqué con el cambio de dirección en la programación de telenovelas en Televisa. No soy partidaria de cambiar lo que ya funciona, pero sí soy partidaria de introducir ciertos cambios a lo que ya funciona, para que funcione aún mejor. Y este fue el fallo.

No se fijó claramente el hilo argumental de la historia, se dieron pasos de cangrejo durante muchos momentos de la trama, y lo peor de todo, se les dio demasiado peso a tramas que no lo merecían. Sin olvidar esas escenas cortadas que no venían a cuento. Se puede entender que se quiera dar cierta intriga, cierto suspense a algunas situaciones, pero son innumerables las escenas del trío principal cortadas cuando no debían ser cortadas, o no finalizadas de la manera más adecuada. Sin olvidar los giros argumentales claramente introducidos en el último momento, sin haberle dado cierto sentido previamente.

Esperar 80 capítulos para que la trama principal explote cuando la novela apenas consta de 116 capítulos (si mis cálculos no me fallan) es arruinar la novela premeditadamente. Han sido innumerables los momentos somnífero, las escenas absurdas, las tramas innecesarias, la falta de continuidad, tan importante. Pero de repente, hace unos días, con el regreso de Esteban a la hacienda al saber por Acacia del hijo que esperaba con Cristina, todo se empezó a componer. Quedan aproximadamente 31 capítulos, esperemos que no se vuelva a torcer. Que se le dé a la pareja protagónica las escenas que merece, que explote el amor entre ellos, que los celos por otros los enloquezcan, que escondan su amor, que se les descubra, que lo nieguen, que lo vivan, que se les pongan impedimentos, que confíen ciegamente el uno en el otro, que se apoyen, que luchen, que se reconcilien. Que se le den las escenas de dolor, desolación, desesperación, llanto, lucha, furia, a la actriz principal, si se decidió seguir adelante en este proyecto con la Ruffo, estas escenas son precisamente su especialidad.

Por último, ¿el güero se arriesgó y luego se acobardó o le obligaron a acobardarse? Sea cual sea la respuesta, esperemos que, por fin, esta novela suponga un punto de inflexión para Televisa y comiencen a dar a un público que así lo reclama, historias más arriesgadas y fuera de la novela rosa. Porque las novelas ya no son tan rosas.

Esteban y Acacia - Acacia y Esteban ¿amor?

Comenzar a hablar de La Malquerida es comenzar por Esteban y Acacia. No porque menosprecie a los demás personajes ni porque crea que no deba comentar las demás tramas, para bien o para mal, sino porque en el capítulo que se transmitió anoche, por fin, se declararon su mutuo amor. Y fue éste el punto de inflexión en esta historia producida por el güero Castro.

La historia de estos dos personajes es complicada, controvertida, y todos los demás calificativos que se les quiera buscar, pero hay algo que no se les puede negar: ¡qué química! Ver a Christian Meier y a Ariadne Diaz compartir sus escenas, mirarse a los ojos, tocarse, y ya no hablemos de besarse, traspasa la pantalla.

No soy muy imparcial con el galán peruano, desde que le vi protagonizar Luz María con Angie Cepeda, caí rendida a sus pies. Su voz, su porte, su manera de andar, su mirada, me atraparon. Aunque hay algo que no se puede obviar, ahora se le ve mucho mejor: se aprecia que se ha hecho al personaje, que se encuentra más cómodo y, sobre todo, que disfruta de las escenas que realiza. Desconozco porque con anterioridad no era así, pero me alegro por él.

Dicho ésto, retomo el hilo de este post, la pareja que sus propias fans han bautizado como "Estecia". Estas fans, autodenominadas estecias, se han convertido en todo un movimiento, un movimiento empeñado en defender esta relación, especialmente de los comentarios excesivamente moralistas que circulan por las redes sociales, aunque haya a quién se le ha ido la mano en esta defensa, rozando la mala educación y la vulgaridad. Pero éste es un tema que trataré otro día. Lo que las estecias ven es amor. Puede que no sea el amor puro y casto al que nos venían acostumbrando en las telenovelas, pero amor al fin y al cabo. Aunque, siendo sinceros, ¿cuántos amores puros y castos se dan hoy en día? Pues muy pocos, o tal vez, ninguno. El mundo cambia y con él cambia absolutamente todo lo que se mueve dentro de él, incluido el amor.

Un hombre humilde y muy atractivo, peón, apasionado, fuerte pero cariñoso, trabajador, entregado, que se enamora de su patrona, una mujer atractiva, mayor que él, pero casada y con una hija, una niña de apenas unos diez años. Viuda ella, él la ayuda a sacar adelante la hacienda de la familia, que pensaba malvender, consiguiendo que se enamore de él y juntos conforman un matrimonio, que no una familia. Familia hubiesen conformado si ella, Cristina, no hubiese decidido ceder ante los caprichos de su pequeña hija, y juntos la hubieran criado, pero no es así. En ese momento ella decide ser mujer antes que madre, cosa que no la honra precisamente, alejando a su esposo de su hija, alejando la posibilidad de que él conviviese con ella a diario, ganándose así su respeto y su cariño como padrastro, queriéndola como hijastra.

La niña crece y se convierte en un mujerón, porque Acacia es un mujerón. Guapa, con carácter pero voluble, caprichosa pero sumisa; y desde el momento en el que él, Esteban, la vuelve a ver, el flechazo es más que instantáneo. No se les puede negar el intento de no sucumbir a lo que sienten, lo hemos sufrido hasta el capítulo 84, no se les puede negar a ninguno de los dos no luchar contra su propio ser, contra su propio sentir, pero hay veces que por más que luches, el amor es mucho más fuerte que tú. Y eso es lo que vimos anoche, un hombre enamorado, una mujer enamorada, que aunque saben que está mal, que aunque saben que pueden herir a mucha gente, sobre todo, a la más importante, a la madre, a la esposa, saben que no pueden dejar escapar el amor.

Quién no haya vivido esos flechazos, quién no haya sentido el deseo, la pasión, la locura, el cosquilleo, las mariposas, la obsesión, las ganas de estar, de tener, de respirar por y para la otra persona... Quién no haya vivido todo ésto, no sabe lo que se está perdiendo.