domingo, 21 de diciembre de 2014

Peticiones noveleras para el nuevo año

Ahora que está a punto de acabar este 2014 y ya nos hayamos, por tanto, a las puertas del año nuevo, esta novelera trae por aquí sus diez peticiones noveleras, por si a Santa Claus o a los Reyes Magos, o a los habitantes del Olimpo novelero, se les ocurre hacerle el favorzote de cumplirlas. Con un par me conformo, gracias.

1. Quisiera una historia original bien escrita, ya basta de tanto refrito y adaptación. Aunque me hayan hecho una novelera feliz con Yo no creo en los hombres.

2. Quisiera que ya no más actrices/actores usen las notas en prensa para darse publicidad, que baste con su talento, y si no lo tienen, que se dediquen a otra cosa.

3. Quisiera un poco más de respeto entre los fans o seguidores de cada uno de los actores, no a los insultos, descalificativos.

4. Quisiera que se le diese cuartelillo a caras nuevas en las novelas, algún productor nuevo, algún escritor con talento no sólo para la adaptación.

5. Quisiera menos rumores fuera de foro, basta de pleitos, amoríos, trifulcas, inventadas. ¡Más buen rollo!

6. Quisiera menos sobreactuación. Igual que un abogado no opera a corazón abierto o un físico no se dedica a la psiquiatría, igual zapatero a tus zapatos, quién no vale para determinado rol, no vale, que no se fuerce.

7. Quisiera menos palmeros, en la historia de la humanidad se han dado pocos genios a los que no se les podía sacar ni el más nimio defecto, no hace falta tampoco tantos Mozart noveleros.

8. Quisiera más interacción tuitera, tan divertido comentar las novelas, sobre todo a través del tono sarcástico.

9. Quisiera más realismo, Petición que casi casi acompaña a la primera. Y de paso, quisiera que no se alarguen las novelas por muy exitosas que sean, se pierde la magia, la esencia.

10. Quisiera... Quisiera dejar esta última petición para mí, que tampoco hay que compartir todo lo transmitido al Olimpo novelero.

Y quisiera desear a todo el que me lee hoy o al que me lea mañana, o el mañana de mañana, una muy feliz Navidad, que la magia y la luz de estos días os acompañe los 365 días del año.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

El arte de escribir una telenovela

El post de hoy va a ser el más personal que haya escrito, no porque quiera convertir este blog en algo así como mi diario online, sino porque al tratar el tema del arte de escribir, en este caso, una telenovela, lo hago cuando yo misma he tenido la osadía de intentarlo. Digo intentarlo porque esto es más complicado de lo que yo misma esperaba.

Hace unos meses, cuando este blog empezó, tenía la intención de escribir sobre novelas, actores, algún escrito vario, pero jamás se me ocurrió tener la osadía de empezar a escribir una historia, de meterme en este mundo de la escribancia (palabra preciosa con la que mi amada costilla me alienta día a día, que al parecer es del uso de una auténtica escritora, y que con permiso anónimo se la tomo prestada). Mientras destripaba La Malquerida no pude evitar pensar en lo que a mí me hubiera gustado ver, en cómo, a mi entender, debería haber seguido la historia, y un buen día decidí plasmarlo. Previamente había escrito algunos finales alternativos, que ciertamente tuvieron más éxito del que yo misma esperaba, pero todos siguiendo la línea argumental que en ese momento llevaba la novela (de que hubo giro argumental, lo hubo, a mí que no me vendan gato por liebre), pero, finalmente, fui más allá. Escribí los denominados capitulines, siguiendo una linea argumental totalmente nueva, con personajes totalmente distintos, conservando los nombres, y me encantó. Me encantó darle vueltas a la historia, imaginarla, plasmarla.

Me encantó hasta el punto de decidir desarrollar una idea nueva, totalmente original, y en ello ando. Claro que ayuda mucho tener a alguien ahí que no sólo confía en ti sino que ha decidido soñar contigo, al final tendré algo que agradecer al güero Castro y a su producción, si no hubiesen aparecido en mi vida, mi costilla tampoco lo habría hecho. Y la llamo costilla no porque sea un hueso, sino porque tampoco la quiero meter en el aprieto de nombrarla con nombres y apellidos, que la confianza es bien enorme, pero el descaro puede serlo también.

Volviendo al arte de escribir, lo cierto es que cuando una decide entrar en este mundo de la escribancia se da cuenta de que es más complicado de lo que se podía imaginar en un principio, e incluso hace que una se replantee sus opiniones sobre lo mencionado anteriormente sobre algunos escritores, de los de profesión, no de aprendices cómo yo. Aunque eso sí, de otros ni pienso retractarme sobre lo dicho, ni pensar en ello siquiera. Escribir una telenovela no es tarea fácil, en absoluto, pero creo que es aún más complicado escribir una telenovela basada en una idea original, porque cuando estás adaptando, variando en mayor o menor medida, tienes una linea argumental que seguir, tienes una idea original estructurada que ya desarrolló alguien con anterioridad. Pero cuando escribes un original no vale sólo la idea, no vale sólo saber qué quieres contar, sino que además hay que ver cómo lo vas a hacer, por dónde lo vas a hacer; es tanto el qué vas a contar como el cómo lo vas a contar.

Cuando nos enamoramos de una frase romántica, cuando nos reímos de una broma o de una burla o de cierto humor negro, detrás siempre hay un escritor que se ha devanado los sesos para poder plasmarlo y que se haga realidad; claro que cuando una frase romántica nos da ganas de medirnos el azúcar por miedo a que haya subido en exceso, o cuando una pretendida broma nos da ganas de llorar de pena ajena en vez de reír, también hay detrás un escritor. Pero yo prefiero quedarme con lo bonito, más que nada, para no echarme para atrás y dejar la escribancia.

martes, 16 de diciembre de 2014

La sobreactuación

Me ha llamado poderosamente la atención ver a algunos actores con cierta trayectoria caer en la sobreactuación, y sólo hablo de actores con cierta trayectoria porque a mi entender cuando se trata de actores jóvenes no se trata de sobreactuación sino de malactuación. Entiendo que debe ser bastante complicado para un actor de telenovelas llevar a cabo un personaje durante tantos meses de grabación, teniendo que darle ciertos matices únicos, otorgándole al personaje una esencia. E igualmente entiendo que debe ser complicado pasar de un personaje a otro totalmente diferente, pero, ¿no es esa la magia de la actuación? ¿No es esa la auténtica esencia de ser actor, dar vida a personajes diferentes y conseguir que el público crea en ellos?

No quiero dar nombres, no porque tenga reparo en hacerlo, no suelo tener problema alguno en ello, sino porque quiero dar mi opinión en líneas más generales. Aunque estoy segura que a más de uno se le pasará por la cabeza algún nombre al leer estas líneas.

Cuando un actor con cierta trayectoria se ha visto encasillado, o simplemente los productores han entendido que sus villanas, o sus galanes, o sus madres coraje, eran lo que se esperaba ¿para qué cambiarlos?, pero cuando se produce dicho cambio, y se les da la oportunidad de un papel diferente, de dar vida a un personaje distinto, algunos caen en la sobreactuación. Exageran hasta unos niveles estratosféricos, dando unos tintes a su actuación que más que agradar, desesperan. Quién ha sido villana siempre y le dan el personaje de mujer buena y sensible, más parece que le ronronea a un gato o algo peor; quién ha hecho de madre abnegada y debe dar vida a una mujer de cierta clase social con tintes de maldad, más parece que le dan espasmos; quién ha sido la protagonista o secundaria buena y le dan un papel con fuerza, más parece que no traga saliva mientras habla; quién ha sido galán de porte o incluso villano con clase le dan un galán de calle, más parece que mete ciertos tics con calzador. Dicho esto, ¿de quién es la culpa? ¿del actor que quiere desvincularse tanto de sus papeles anteriores que no sabe medirse? ¿de los directores que así se lo marcan por miedo a que vuelvan a lo ya conocido? ¿de los productores que tienen miedo de que sus novelas no tengan el éxito deseado si sus actores no se desvinculan de lo que ya el público conoce de ellos?

Lo cierto es que, obviamente, desconozco la respuesta, pero me sorprende. Me sorprende, ya no tanto que el actor caiga en la sobreactuación, sino, más bien, que no haya nadie que les diga por aquí no vayas que no es necesario, que te pierdes. Por suerte hay muchos actores que te pueden dar un villano o villana y después hacerte de protagonista, o la inversa. Igual que, por suerte, aún hay muchos productores que confían sus producciones a actores que actúan, convencen, enamoran, no echando a perder su producción convirtiéndola en una copia absurda de lo que podría haber sido.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Hablando de... Adriana Louvier

Me está costando escribir este post, y no porque no se me ocurra que escribir, sino porque no soy capaz de hacerlo con cierta objetividad, y es que, estoy a un tris de declararme fan de alguien por primera vez, pero fan fan, y ese alguien es, obviamente atendiendo al título de este post, Adriana Louvier. Que pocas fallas y que pocas pegas le encuentro a su actuación en Yo no creo en los hombres, pero es que realmente no se las he encontrado nunca, ni al principio de aparecer en el mundo novelero de esta novelera.

Para hablar de ese mi principio novelero con Louvier, me remonto no muy atrás, sino al 2011 y a la telenovela Emperatriz en Azteca, empresa de la que no suelo ver sus novelas, más que nada porque no me suelen gustar ninguna de sus producciones, pero de alguna forma, no recuerdo cómo, esta novela en particular cayó en mis manos. Lo cierto es que no tenía un especial interés en verla en su totalidad hasta que apareció Adriana Louvier en pantalla, en el papel de la hija de Gabriela Spanic, y, cómo diríamos en España, a mi entender, se la merendó sin esfuerzo. En definitiva, lo que vi, lo vi por ella, así que, objetividad aquí, con lo que respecta a Adriana, por lo que se ve, poca puedo tener.

Con lo que respecta al ahora, a Yo no creo en los hombres, me ha terminado de fascinar. Los giros que da, de la calma al enfado, del enfado vuelta a calma, de la lágrima al asombro, de la ira al dolor, y de repente a la desesperación; me tienen loca. Pero loca de querer darle un pañuelo para que se seque las lágrimas, de aplaudirla por sacar el carácter, o de entristecerme con ella, todo a la vez, así que, en definitiva, me deja como una novelera loca. Ya al principio de la novela, cuando miraba al personaje de Gabriel Soto y vislumbrabas que podía estar enamorándose, para luego cambiar de actitud y empeñarse en su amor por el personaje de Flavio Medina; o, en líneas generales, cómo ha cambiado su actitud de mujer enamorada de ese primer amor a la mujer consciente de que tiene a su lado al amor verdadero, para mí, lo clava. Lo que me tiene obnubilada, y que ya comenté en un post anterior, es que aparezca en pantalla a "cara lavada" y sin necesidad de mostrar más encantos que su propia actuación, eso, desde luego, es de quitarse el sombrero. Por otro lado, que haya conseguido tener en pantalla, química tanto con Gabriel como con Flavio, así como con el resto del elenco, no es algo que muchas actrices puedan decir. No puedo evitar mencionar la escena de la violación, dura como ella sola pero de aplaudir, fue verla y querer ir, no en calidad de abogada, sino a patear a Daniel, ¡ay que mal lo pasé! Que malamente, muy malamente. Los dos estuvieron sencillamente maravillosos.

Hablando del personaje de Mariloli (aquí hago uso del nombre que utiliza mi costilla, a la que agradezco su: "Tienes que ver Yo no creo en los hombres"), le viene que ni de perlas el famoso dicho de "tan buena parece tonta". Porque, vamos a ver Mariloli, ¿cómo me fuiste a creer a Daniel? Vale que una cuando se enamora automáticamente se emboba, ¿pero tanto? ¿Tanto como para recaer? Y ya lo peor es que me dejas escapar al partidazo de Max, dime que ya lo solucionaste (aún me quedan los capítulos de esta semana, nada de spoilers por favor), porque si no lo has hecho, si no lo has solucionado, estás para encerrar. Yo te advierto mi Mariloli querida que los partidazos como éste no abundan, pero nada nada, luego no digas que no te avisé, que la que avisa, no es traidora.

Dicho todo ésto, cuando una se hace fan, ¿necesita un carnet o algo? Bueno, yo por si las moscas, y visto el camino de babeo que tengo con esta mujer, me iré sacando la foto, para que no me pillen con las manos vacías. Y que no se me olvidé Adriana, plas plas, aplausos.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Opinando sobre... Yo no creo en los hombres.

Me habían llegado buenas opiniones sobre esta novela, que ya lleva 67 capítulos y con la que, poco a poco, me voy poniendo al día. Lo visto de Yo no creo en los hombres me ha gustado, no para echar cohetes, pero me ha gustado, porque hay que reconocer, historia aparte, que la novela está muy bien realizada y todos los capítulos mantienen el interés, lo cual es difícil, y de agradecer como novelera.

No pude evitar encontrarle algunos defectos a su primer capítulo, y obviamente, le iré encontrando más. Aunque por supuesto también le encontraré sus virtudes, como ya le he encontrado alguna en los pocos capítulos que, de momento, he podido ver. Volviendo al primer capítulo, la novela empezó con un absurdo, y es que ¿a quién se le ocurre probarse un vestido del lugar de trabajo sin permiso de los superiores y luego hacer la gracia de enseñárselo a las compañeritas? Además, por supuesto, tiene que haber un jefe abusador y acosador, no con una, sino con todas las empleadas, que obviamente intenta violar a la susodicha, a la que por supuestísimo nadie cree y por ende, acaban despidiendo. Típico estereotipo de novela que hace ver a la mujer como mensa y estúpida. Porque lo lógico, lo que debería ser es que, si un jefe te acosa, demandas, más aún cuando es a toda la plantilla de trabajadoras, ¿qué van a hacer? ¿Despedirlas a todas? Y no nos olvidemos, que estamos en la era de las tecnologías, un móvil bien colocado, un par de grabaciones bien hechas y ya tienes las pruebas. Será que me puede la abogada que llevo dentro, será. Pero vamos, ya que a tantos se les llena la boca diciendo que las novelas educan, aquí hay un claro ejemplo de como "educar" a las masas, un poquito de cabeza, de conciencia, por favor

Por otro lado, siguiendo con este capítulo, y la muerte del padre de María Dolores, la anteriormente mencionada como susodicha, uno debe preguntar siempre, siempre, siempre, quién llama a la puerta de su casa antes de abrir, o en su defecto mirar por la mirilla, claro que si la puerta es de cristal, sería más recomendable, directamente, dejar el dinero en el banco, que te pueden cobrar intereses, pero seguro que allí no te lo roba quién te puede acabar dando una puñalada; o en su defecto, guardar el dinero en tu propia casa y no en la del vecino, y, por supuesto, no contarle a nadie que lo tienes. Otra cosa en la que podrían dar esa educación de la que algunos tanto hablan. Eso sí, vaya empiece de novela más dramático, como se sea un poco sensiblón hay que tener un paquete de pañuelos preparado, que es ver a Louvier y llorar con ella.

En lineas  más generales, a lo que a los actores se refiere, y en una primera aproximación, aprovecho haber mencionado a Adriana Louvier, para empezar con ella, y no puedo decir más que, me tiene fascinada, me la creo tanto que realmente sufro con María Dolores. Si bien es cierto que es una actriz que me encanta, y de la que estoy plenamente convencida, aún nos queda mucho por ver. No puedo olvidar, además, el hecho de que tenga química con los dos actores que le tienen que dar réplica romántica, osease, Gabriel Soto y Flavio Medina, es indiscutible, de mención, y de aplauso.

Hablando de Gabriel Soto y de Flavio Medina, de momento, del primero sólo puedo decir que correcto, veremos lo que tengo que decir de aquí en unos días; del segundo qué decir, pues que es sencillamente de enamorarse de cómo lo hace, es el malo más malo, pero, a la vez, el más molón del mundo mundial, aquí que cada uno lo interprete como quiera. La mancuerna que hace Medina con Rosa María Bianchi, su madre en la novela, es de diez, eso sí, a la señora podrían haberle evitado semejante boca de pato, con la que tiene hasta dificultades en el habla, aunque eso no quita para que esté muy bien en su papel.

Por otro lado, la actriz que hace de Isela, Fabiola Guajardo, me parece un pan sin sal, un personaje sin chiste, claro que si esa era su intención, si era lo que trataba de conseguir, felicidades, lo consiguió. Aunque, también es cierto, que pasa de pan sin sal a fantasma en las escenas que comparte con su madre Josefa, o lo que es lo mismo, Azela Robinson, que simplemente está impecable, incluso en sus tics, nada exagerados sino bien llevados acorde a su personaje. En contraposición a Fabiola está Eleane Puell, como hermana de la Louvier, muy adecuada, sencilla, tranquila en su actuación, bien por ella.

Con lo que respecta a la actriz que interpreta el papel de Maleny, Sophie Alexander, no le encuentro el punto, ni la gracia; ni en imagen, ni en actuación, ni en nada. Ya me perdonará, pero hay escenas en las que me recuerda a una pescadera anunciando que tiene el bacalao barato; además de que su química con Gabriel Soto es la misma que la de una blusa amarilla neón con unos pantalones verde lima, más o menos, la misma. Otra cosa ya son esos estilismos y ese pelo que le colocan, son de un quiero y no puedo, nada asociables a una persona que realmente tiene dinero, no se puede obviar que, normalmente, los peluqueros de postín hacen milagros. Otra actriz a la que no llego a encontrarle el punto es a Sonia Franco, en su papel de Ivana, porque además de haber engordado una barbaridad para este papel, lo cual se le aplaude, pues la vi un poquito estática, con cero química con Flavio Medina, aunque, extrañamente, a él sí le vi la mentada química, claro que Flavio, creo, podría tener química hasta con una piedra, no se necesita más que a él mismo.

Lo que me ha maravillado de Yo no creo en los hombres, y lo quiero destacar antes de finalizar, es el realismo estético, vamos, el cero maquillaje y peinados rebuscados para gente humilde y sin posibles, asimismo aplausos para Adriana Louvier que aparece sin problemas con ese maquillaje de "cara lavada", cuántas deberían aprender.

De momento, seguiré viendo Yo no creo en los hombres, novela típicamente rosa, aunque de vez en cuando algo de rosa no le viene mal a esta novelera.