El post de hoy va a ser el más personal que haya escrito, no porque quiera convertir este blog en algo así como mi diario online, sino porque al tratar el tema del arte de escribir, en este caso, una telenovela, lo hago cuando yo misma he tenido la osadía de intentarlo. Digo intentarlo porque esto es más complicado de lo que yo misma esperaba.
Hace unos meses, cuando este blog empezó, tenía la intención de escribir sobre novelas, actores, algún escrito vario, pero jamás se me ocurrió tener la osadía de empezar a escribir una historia, de meterme en este mundo de la escribancia (palabra preciosa con la que mi amada costilla me alienta día a día, que al parecer es del uso de una auténtica escritora, y que con permiso anónimo se la tomo prestada). Mientras destripaba La Malquerida no pude evitar pensar en lo que a mí me hubiera gustado ver, en cómo, a mi entender, debería haber seguido la historia, y un buen día decidí plasmarlo. Previamente había escrito algunos finales alternativos, que ciertamente tuvieron más éxito del que yo misma esperaba, pero todos siguiendo la línea argumental que en ese momento llevaba la novela (de que hubo giro argumental, lo hubo, a mí que no me vendan gato por liebre), pero, finalmente, fui más allá. Escribí los denominados capitulines, siguiendo una linea argumental totalmente nueva, con personajes totalmente distintos, conservando los nombres, y me encantó. Me encantó darle vueltas a la historia, imaginarla, plasmarla.
Me encantó hasta el punto de decidir desarrollar una idea nueva, totalmente original, y en ello ando. Claro que ayuda mucho tener a alguien ahí que no sólo confía en ti sino que ha decidido soñar contigo, al final tendré algo que agradecer al güero Castro y a su producción, si no hubiesen aparecido en mi vida, mi costilla tampoco lo habría hecho. Y la llamo costilla no porque sea un hueso, sino porque tampoco la quiero meter en el aprieto de nombrarla con nombres y apellidos, que la confianza es bien enorme, pero el descaro puede serlo también.
Volviendo al arte de escribir, lo cierto es que cuando una decide entrar en este mundo de la escribancia se da cuenta de que es más complicado de lo que se podía imaginar en un principio, e incluso hace que una se replantee sus opiniones sobre lo mencionado anteriormente sobre algunos escritores, de los de profesión, no de aprendices cómo yo. Aunque eso sí, de otros ni pienso retractarme sobre lo dicho, ni pensar en ello siquiera. Escribir una telenovela no es tarea fácil, en absoluto, pero creo que es aún más complicado escribir una telenovela basada en una idea original, porque cuando estás adaptando, variando en mayor o menor medida, tienes una linea argumental que seguir, tienes una idea original estructurada que ya desarrolló alguien con anterioridad. Pero cuando escribes un original no vale sólo la idea, no vale sólo saber qué quieres contar, sino que además hay que ver cómo lo vas a hacer, por dónde lo vas a hacer; es tanto el qué vas a contar como el cómo lo vas a contar.
Cuando nos enamoramos de una frase romántica, cuando nos reímos de una broma o de una burla o de cierto humor negro, detrás siempre hay un escritor que se ha devanado los sesos para poder plasmarlo y que se haga realidad; claro que cuando una frase romántica nos da ganas de medirnos el azúcar por miedo a que haya subido en exceso, o cuando una pretendida broma nos da ganas de llorar de pena ajena en vez de reír, también hay detrás un escritor. Pero yo prefiero quedarme con lo bonito, más que nada, para no echarme para atrás y dejar la escribancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario