jueves, 30 de octubre de 2014

Capitulín 3. La Malquerida 2.0. La alternativa.

Esteban y Cristina están en el despacho, cada uno con una copa de tequila en la mano.

CRISTINA: Nada de patrona Esteban. Cristina, dime Cristina (hace una pausa, le sonríe levemente). Y nunca más vuelvas a tratarme de usted, tú no. Ya no.

Esteban se queda dubitativo, no sabe bien que decir, abre levemente la boca, la vuelve a cerrar.

CRISTINA: Brindemos Esteban.

Cristina acerca su copa a la de él, las chocan con delicadeza, se acercan las copas a la boca, se miran a los ojos, beben.

ESTEBAN: Patrona... (Cristina encarna una ceja) Cristina. (Esteban sonríe) Hay que hablar sobre los sembradíos, especialmente hay que hablar sobre la cosecha de algodón. Aún no me ha dicho (aprieta los labios) aún no me has dicho si quieres que lo almacenemos o si ya hay compradores a los que llevárselo.

CRISTINA: Cierto Esteban, aún no lo hemos hablado.


En el salón, Juan Carlos y Elena están sentados en el sofá, de espaldas a la puerta del despacho, mientras Acacia está sentada en el sillón de la izquierda. Hablan distendidos, si bien Acacia no deja de mirar cada pocos segundos, de refilón, hacia la puerta del despacho.

JUAN CARLOS: Las cosechas de este año serán inmejorables. (Mira a su nieta) Mi hijita, ¿te pasa algo?

Acacia se sobresalta.

ACACIA: No abuelo, estaba pensando... (Hace una pausa, se sienta más recta, mirando a su abuelo) Verás, quisiera dedicar mi tiempo en la hacienda a algo más que pasear, leer, ir al lago... Y me gustaría mucho aprender a montar mejor a caballo. (Hace una pausa) ¡Cómo una amazona!

JUAN CARLOS: ¿Amazona? ¡Qué cosas dices mi hijita!

ELENA: ¿Y por qué quiere mi nieta montar tan bien a caballo?

Elena mira con extrañeza a Acacia, sin sonreír, Juan Carlos también la mira, pero sin borrar la sonrisa de su rostro. Acacia está nerviosa.

ACACIA: Ay no sé abuela, es sólo una idea. Me gustan tanto los caballos, y desde que murió mi papá...

Juan Carlos interrumpe a Acacia.

JUAN CARLOS: No hay nada de malo mujer (acaricia el brazo de su esposa). Mi nieta sólo quiere ocupar su tiempo en algo.

ACACIA: Así es abuelita. Pero, ¿quién me podría enseñar?

Los tres se quedan pensativos unos segundos, Acacia mira a sus abuelos de reojo.

ACACIA: Debería ser alguien que supiese montar muy bien, y en el que mi mamá y vosotros confiaseis plenamente. ¿No crees abuelo?

Juan Carlos la mira.

JUAN CARLOS: Así es mi hijita, así es. (Juan Carlos medita unos segundos más) ¡Ya está mi hijita! Esteban, que te enseñe Esteban.

Acacia sonríe levemente, con disimulo, y en seguida cambia a un semblante más frío.

ACACIA: ¿Tú crees abuelito?

JUAN CARLOS: Por supuesto mi hijita, yo no confiaría en nadie más para cuidar lo que yo más quiero.

ELENA: Pues sí mi amor, ahí mi viejo tiene razón. Esteban es el único en el que podríamos confiar.

ACACIA: Pero si yo se lo pido a mi mamá, dirá que no, que le quitaré tiempo para la hacienda...

Acacia adopta una cara triste, un poco de niña pequeña. Juan Carlos y Elena se miran un instante.

JUAN CARLOS: Tranquila, mi hijita. Yo se lo diré.

ACACIA: Ay abuelito, ¡gracias!

Acacia se levanta del sillón, se sienta al lado de Juan Carlos, le abraza y le da un beso. En ese momento, Esteban y Cristina salen del despacho.

JUAN CARLOS: ¿Ya trataron esos asuntos tan importantes?

CRISTINA: Sí papá, ¿verdad Esteban?

Cristina mira a Esteban y ambos sonríen.

ESTEBAN: Cristina.

Juan Carlos y Elena se miran con cierta incertidumbre, mientras el semblante de Acacia se vuelve frío, serio, está claramente contrariada.

JUAN CARLOS: Oye mi hija, estábamos hablando con mi nieta y nos decía que quiere aprender a montar a caballo.

CRISTINA: Acacia ya sabe montar a caballo, papá.

JUAN CARLOS: Sí mi hija. Pero ella quiere montar como una (mira a su nieta, le pone la mano encima de la suya, y sonríe) ¡Amazona!

CRISTINA: ¿Amazona?

ELENA: Hija es sólo una manera de explicarlo.

JUAN CARLOS: Y tu mamá y yo pensamos que quien mejor que Esteban para ayudar a nuestra nieta.

Acacia, intenta disimular su sonrisa, está seria, altiva.

ACACIA: A mí me da igual quién sea.

JUAN CARLOS: Sí mi hijita, pero tu abuela y yo estaríamos más tranquilos si es Esteban.

CRISTINA: No papá, Esteban tiene muchas responsabilidades con el trabajo de la hacienda, no puede estar perdiendo su tiempo.

ACACIA: Ay mamá pues contrata a alguien si eso quieres.

JUAN CARLOS: No no mi hijita (Mientras mira a su nieta, luego vuelve a mirar a Cristina) Piénsalo mi hija.

CRISTINA: Está bien, lo pensaré.

Esteban está claramente incómodo, ha permanecido estático, sin moverse, mirando a todos mientras hablan. Mira a Acacia, ella no le devuelve la mirada.

ESTEBAN: Bueno, ya es hora de que me retire. Buenas noches a todos. Don Juan Carlos, Doña Elena gracias. (Mira a Cristina) Cristina, gracias por invitarme.

Esteban vuelve a mirar a Acacia pero ésta no le mira, tiene los ojos fijos en el suelo. Sale, con paso lento.

ACACIA: Yo me retiro también, estoy muy cansada.

Acacia se pone en pie, se agacha, se acerca a Juan Carlos y le da un beso.

ACACIA: Buenas noches abuelo (Se gira hacia su abuela, le da un beso) Buenas noches abuela. (Se acerca a su madre, y también le da un beso) Hasta mañana mamá.

Acacia se dirige hacia su habitación, va hacia el pasillo, gira levemente la cabeza y cuando ve que ni Juan Carlos, ni Elena, ni Cristina, la observan, sale corriendo de la casa.


Fuera de la casa, en el patio, Esteban anda a paso tranquilo, camino de su habitación.

ACACIA: ¡Esteban!

Esteban se gira, con la extrañeza reflejada en su rostro.

ESTEBAN: ¿Acacia?

Acacia se acerca corriendo a él. Se para a sólo unos centímetros. Ambos se miran a los ojos.

ACACIA: Estoy deseando que me enseñes a montar...

Se acerca a él con un rápido movimiento, le pone las manos en los hombros y le da un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios. Acacia se separa de él, le sonríe, se da media vuelta y corre camino de la casa. Esteban la mira irse, claramente confundido. Se da media vuelta y vuelve a dirigirse a su habitación.

En una esquina del patio, el Rubio y Luisa están sentados el uno junto al otro.

RUBIO: Ya ves mi Luisita, yo te dije.

LUISA: Ve a hablar con Esteban.

Luisa se levanta del banco de piedra, se gira hacia el Rubio.

LUISA: Y me cuentas, ¿eh?

Luisa se agacha y le da un rápido beso al Rubio en los labios, se da media vuelta y se marcha. Él se toca los labios con la mano.

RUBIO: Ay mi Luisita.


Esteban está en su habitación, se ha quitado la camisa y se dispone a ponerse el pantalón de dormir, que tiene en la mano. Tocan en la puerta. Esteban mira a la puerta, se queda inmóvil. Vuelven a tocar, Esteban abre la puerta.

ESTEBAN: Ah Rubio, eres tú.

RUBIO: Pues a quién esperabas si no es a mi compadre.

Esteban mira al Rubio pero no dice nada.

RUBIO: Traigo una botella

Le enseña una botella de tequila medio vacía en una mano, y dos vasos de tequila que lleva en la otra. El Rubio coge una silla y se sienta, Esteban hace lo propio en la esquina de la cama, frente a la silla. El Rubio le pasa un vaso a Esteban, abre la botella y sirve ambas copas, cierra la botella y la deja en el suelo.

RUBIO: Oye compadre (Chocan los vasos, ambos beben) Ya la niña Acacia hasta te da tus besitos.

ESTEBAN: ¡No digas tonterías Rubio!

RUBIO: Pues si yo lo vi. Que andaba yo en el patio con la Luisita.

Esteban coge la botella del suelo, la abre y vuelve a servir en las copas.

ESTEBAN: Rubio sólo me daba las gracias.

RUBIO: ¿Las gracias de qué o qué?

ESTEBAN: La voy a enseñar a montar a caballo.

Ambos beben, el Rubio se ríe.

RUBIO: ¿Enseñar? ¡Pero si la niña Acacia sabe montar!

ESTEBAN: Quiere montar mejor, eso es todo.

RUBIO: Pa' mi que te gusta la niña Acacia... (Sirve otra vez tequila, mira a Esteban que no dice nada, sólo bebe de su copa. Le vuelve a servir.) Y pa' mi que también la patrona te mueve.

Esteban sigue sin decir nada. Le quita al Rubio la botella de la mano y se sirve una copa, sólo en su vaso, se la bebe.

RUBIO: Pero, ¿a quién querrás pues? ¿A la madre (hace una pausa) o a la hija?

Ambos se miran, Esteban agacha la cabeza, sujeta el vaso con ambas manos, no dice nada sólo observa el vaso vacío.





Laura González López (2014. España)

miércoles, 29 de octubre de 2014

Capitulín 2. La Malquerida 2.0. La alternativa.

Fuera de la Benavente, Cristina tiene su mano apoyada en el brazo de Esteban. Él mira la mano, incrédulo, luego mira a Cristina a los ojos, y ambos sonríen.

CRISTINA: Nos vemos ahora Esteban.

Cristina sigue teniendo la mano en el brazo de Esteban y con la otra se atusa el cabello, en un claro signo de coquetería. No deja de sonreír, no en una amplia sonrisa, sino en una sonrisa comedida, apenas un mohín. Esteban sonríe, más incrédulo que coqueto.

ESTEBAN: Patrona de verdad que no es necesario, yo...

Ella le interrumpe.

CRISTINA: Esteban no hay un no por respuesta.

Cristina se da media vuelta, anda apenas unos pasos y gira ligeramente su cuerpo, apenas el tronco superior.

CRISTINA: Acostúmbrate Esteban, hoy es sólo la primera noche.

Cristina camina nuevamente hacia la casa. Esteban la observa, mientras a su espalda se acerca el Rubio.

RUBIO: Mira que suertudote Esteban, la patrona y la niña Acacia queriendo su tiempo contigo...

El Rubio se sitúa a su lado, mientras sujeta el palillo en la boca y mira en dirección a Cristina, que ya se pierde de la vista de ambos, entrando en la casa.

ESTEBAN: No digas tonterías Rubio.

Esteban mira al Rubio con desdén y se va hacía la casa, rumbo a las habitaciones de los empleados que viven en ella. El Rubio sonríe.

RUBIO: Tonterías, sí como no. 

El Rubio se ríe, siguiendo el mismo camino que acaba de hacer Esteban, mientras tararea en un suave tono de voz.


Acacia está en su habitación, tiene varios vestidos encima de la cama, así como pantalones y faldas. Coge un vestido blanco, lo mira, sonríe.

ACACIA: ¡Éste es perfecto!


En el patio cerca de las habitaciones de los empleados, Luisa camina con una cesta en las manos, el Rubio se cruza con ella.

RUBIO: Mi Luisita.

Se acerca a ella y le da un beso en los labios, Luisa le responde fríamente y enseguida se aparta.

LUISA: Rubio estás sucio, me vas a manchar.

RUBIO: ¿Cómo voy a estar? Pues sucio mujer, si vengo de la tierra.

LUISA: Ay, ¿y qué?

El Rubio la observa de arriba abajo, en sus ojos, en su sonrisa, se ve lo enamorado que está de la criada de la casa. Luisa lo mira con indiferencia, con hastío, pero intenta sonreír, aunque una mueca extraña sea lo único que consigue.

RUBIO: Oye Luisita, ¿tú sabes si la niña Acacia tiene sus amoríos por ahí?

LUISA: Rubio, qué voy a saber yo de la niña Acacia. Sabes que es una sangrona, y yo sólo soy una criada.

RUBIO: Pues lo que eres melocotón, criada, como yo.

LUISA: ¡No me digas así!

RUBIO: Ay perdón mi Luisita. ¡Qué carácter te me gastas!

LUISA: Y bien, ¿por qué me preguntas?

RUBIO: Fíjate mi Luisita que yo creo que a la niña Acacia como que le gusta mi compadre, que quiere con él.

LUISA: ¿Tú compadre? ¿La niña Acacia con Esteban? ¡No digas babosadas!

RUBIO: No son babosadas, ya vas a ver. Siempre lo busca, siempre está pendiente de él. No me digas que no la ves salir de la hacienda en las tardes.

LUISA: Rubio sale a pasear y leer, lo hace desde niñas.

RUBIO: Pues te digo, que sale con el libro pero no lee, ¡qué busca a mi compadre! Y pa' mi que la patrona también.

LUISA: ¡Qué tonterías dices!

RUBIO: No más tú espera, ya vas a ver. (Hace una pausa) Ya vas a ver...

LUISA: Me marcho, que hay que servir la cena a los patrones.

RUBIO: ¡Y a Esteban! (La coge por la cintura) Dame un beso.

Luisa se aparta.

LUISA: ¡Qué me dejes!

Luisa se aleja mientras el Rubio la observa, cuando ella entra en la casa, se da media vuelta y sigue andando hacia las habitaciones. Comienza a tararear otra vez.


En el salón de la Benavente, Cristina, Juan Carlos y Elena esperan sentados en el sofá.

JUAN CARLOS: Hijita, ¿qué hace mi nieta?

CRISTINA: Se está arreglando papá.

ELENA: Tranquilo viejo, que ya no tarda.

CRISTINA: Hoy empezaremos a cenar más tarde. También hay que esperar a Esteban.

Juan Carlos y Elena se miran extrañados, ambos se giran para mirar a Cristina.

JUAN CARLOS: ¿A Esteban hijita? No sabía que cenaría con nosotros.

ELENA: ¿Y por qué lo invitaste hija?

CRISTINA: Tengo asuntos de la hacienda que tratar con él mamá. Sabes que ha sido de gran ayuda para mí desde que murió Alonso.

JUAN CARLOS: Es verdad mi hija, sin él jamás habrías podido sacar esta hacienda adelante.

ELENA: ¿Pero invitarle a cenar?

CRISTINA: Me pareció buena idea.

Juan Carlos y Elena vuelven a mirarse extrañados, Juan Carlos se encoge de hombros, dejando claro a su esposa que no entiende la actitud de su hija.


En uno de los cuartos de servicio, Esteban acaba de salir de la ducha y observa los vaqueros y la camisa que hay encima de la cama, una camisa ya vieja y usada. Se sienta en la cama, sin vestirse antes.

ESTEBAN: Acacia, ¿qué me pasa contigo? (Suspira) ¿Por qué el momento más feliz de mi día es cuando me encuentro contigo, cuando paseamos, cuando hablamos? (Se levanta de la cama, coge los pantalones) ¿Y tú? ¿Será lo que dice el Rubio? (Niega levemente con la cabeza) No, eso no puede ser. Ni tú ni la patrona. (Se queda quieto unos instantes, niega nuevamente con la cabeza y comienza a vestirse).


En el salón siguen sentados Juan Carlos, Elena y Cristina. Acacia llega.

JUAN CARLOS: ¡Pero qué guapa mi nieta!

ACACIA: ¿Tú crees abuelo?

Acacia sonríe a su abuelo mientras se acerca para darle un beso, luego se dirige a su abuela y a su madre, dando sendos besos.

ELENA: Sí mi amor, estás muy guapa.

ACACIA: ¡Gracias abuela!

Acacia mira a su madre, pero Cristina no dice nada. En ese momento entra Esteban en el salón.

ESTEBAN: Buenas noches.

Se acerca a Juan Carlos y le estrecha la mano.

ESTEBAN: Don Juan Carlos (Mira a Elena) Doña Elena. Buenas noches.

JUAN CARLOS: Buenas noches Esteban.

ELENA: Esteban.

CRISTINA: Pasemos a la mesa ahora que ya estamos todos.

Cristina posa suavemente su mano en la espalda de Esteban y con la otra señala dirección a la mesa. Juan Carlos y Elena se miran en un gesto cómplice, que vuelve a indicar incertidumbre. Acacia mira la mano de su madre y frunce el ceño. Esteban camina hacia la mesa acompañado de Cristina, pero se gira muy sutilmente hacia Acacia, que se encuentra detrás de él, sus ojos se encuentran, ambos sonríen.


En la cocina Rosa y Luisa están cenando con el Rubio.

RUBIO: ¿Cómo ve Rosa? Mi compadre cenando con los patrones.

Rubio mira a Rosa, que a su vez lo mira a él.

ROSA: Rubio eso a ti no te importa, es lo que la patrona ha dicho.

RUBIO: No se ponga así Rosa, yo sólo decía.

ROSA: Pues no digas y come.

Luisa hace una mueca, sin levantar la cabeza, y continúa cenando.


En el comedor la cena ya ha terminado.

JUAN CARLOS: ¡Qué rica cena!

ELENA: Tienes razón viejo, Rosa cocina maravillosamente.

CRISTINA: Si nos disculpáis, Esteban y yo tenemos asuntos que tratar. (Se dirige a Esteban) Esteban, por favor, acompáñame al despacho.

ESTEBAN: Sí patrona. (Se dirige a Juan Carlos y Elena) Con permiso. (Mira a Acacia, y sin que nadie le vea, la guiña un ojo. Acacia sonríe).

Mientras Cristina y Esteban se dirigen hacia el despacho, Juan Carlos mira primero a su nieta, que está sentada frente a él y después a su mujer, sentada a su derecha.

JUAN CARLOS: Mientras ellos hablan, vayamos a la sala.

Los tres se levantan de la mesa. Elena coge del brazo a su marido, Acacia anda detrás de ellos con gesto serio.


En el despacho Esteban permanece de pie, mientras Cristina cierra la puerta.

CRISTINA: ¿Te sirvo Esteban?

ESTEBAN: No hace falta patrona.

CRISTINA: Hace falta Esteban, yo voy a tomar y no me gusta tomar sola.

Mira a Esteban coquetamente, se dirige al mueble bar, andando despacio, moviendo lentamente su cuerpo.

ESTEBAN: Patrona usted dirá, ¿hay algún pendiente?

Cristina se gira y se dirige hacia él con dos vasos de tequila, uno en cada mano, le acerca la mano derecha y Esteban coge el vaso.

CRISTINA: Nada de patrona Esteban. Cristina, dime Cristina (hace una pausa, le sonríe levemente) Y nunca más vuelvas a tratarme de usted, tú no. Ya no.





Laura González López (2014. España)

martes, 28 de octubre de 2014

Capitulín 1. La Malquerida 2.0. La alternativa.

Atardecer en la hacienda Benavente. Mientras el cielo se va tiñendo de naranja, los trabajadores van alejándose de los campos, unos, camino de sus casas, otros, camino de los almacenes acarreando útiles o cestas, dos de ellos se dirigen hacia la casa principal para dejar algunas frutas y verduras en la cocina. De la casa sale Acacia, ataviada con un short vaquero y una blusa blanca. Lleva con ella un libro, que abre después de atusarse el pelo. Camina por el patio, hacia la puerta principal, abre el libro y adopta una postura distraída, dando a entender que realmente lee el libro. Camina lento, y a su paso se cruza con algunos trabajadores.

TRABAJADOR UNO: Niña.

TRABAJADOR DOS: Niña.

Acacia sin apenas levantar la vista del libro les responde con una breve sonrisa. Sigue andando por los terrenos más cercanos a los muros que rodean la casa, sin levantar apenas la vista del libro, al doblar una esquina se para en seco. Observa a un hombre, que a cierta distancia da instrucciones a los trabajadores. Está de espaldas, con la mano izquierda en el machete que le cuelga del cinturón, mientras la derecha la usa para dar las indicaciones.

ESTEBAN: No dejéis los aparejos en el campo, guardarlos todos en su sitio. Mañana no estaréis en esta parte de la hacienda. Quiero que todo esté dónde tiene que estar.

Acacia le observa detenidamente. Su nuca, su pelo revuelto, su espalda, su porte, sus vaqueros ligeramente desgastados, su camiseta gris.

ESTEBAN: ¿Habéis plantado las semillas que ordené? (Dirigiéndose a dos trabajadores a su derecha, mientras el Rubio les observa quieto a su izquierda)

TRABAJADOR: Esteban, las que mandaste.

ESTEBAN: Bien.

En ese momento Esteban se da la vuelta y la ve. Acacia vuelve a mirar su libro, y se pone ligeramente nerviosa. Esteban hace un breve movimiento de cabeza, la ladea, sonriendo a la vez y mirando fugazmente al suelo, en un claro signo de coquetería y alegría.

ESTEBAN: Niña Acacia. (Mientras va caminando hacia ella) ¿Otra vez leyendo y caminando a la vez? Un día se va a caer.

Se para frente a Acacia, apoyando nuevamente la mano en el machete, y descansando su cuerpo ligeramente en su cadera izquierda, adelantando un poco la pierna derecha. Acacia cierra de golpe su libro, mientras una amplia sonrisa ilumina su rostro y eleva la vista. Mira a Esteban a los ojos directamente.

ACACIA: Esteban, ya no soy una niña. Te he dicho que no me digas así más.

ESTEBAN: Ya sé que no es una niña, pero es la niña Acacia, la hija de la patrona.

ACACIA: Quiero que me digas sólo Acacia, ya te lo he dicho.

Esteban sonríe ampliamente.

ESTEBAN: Está bien (hace una ligera pausa) Acacia.


En la habitación principal de la hacienda, Cristina está sentada frente a su tocador. Se cepilla el pelo y se termina el maquillaje. Está vestida con una fina bata, se levanta y mira el vestido verde que está colocado encima de la cama. Lo coge, lo vuelve a observar, y se lo coloca sobre el cuerpo, mientras se mira en el espejo, y asiente ligeramente. Vuelve a dejar el vestido encima de la cama y va hacia su tocador, se sienta de nuevo, coge un pequeño bote que hay encima de éste, lo abre, coge una pequeña cantidad de crema y empieza a dársela por las piernas. Sonríe.


Fuera de la hacienda.

ESTEBAN: Acacia, ¿paseará conmigo? ¿O prefiere hoy leer?

ACACIA: ¡Pasearé contigo!

Sin dejar de sonreír, posa su mano en el brazo de Esteban y la retira de manera brusca.

ACACIAEnséñame que han hecho hoy.

Comienzan a pasear, mientras el Rubio les observa alejarse, lleva un palillo en la boca y sonríe de forma pícara.

Esteban y Acacia pasean mientras él va señalando los campos, relatándole lo hecho en el día. Ella no deja de observarle, y de vez en cuando mira hacia donde él señala. En un momento dado, Esteban se gira para mirarla y sus miradas se cruzan. Acacia aparta la vista de él y la posa dónde Esteban le ha indicado, él mira hacia abajo, mientras una sonrisa vuelve a aparecer en su rostro.

ACACIA: Así que, la cosecha de algodón de este año será grande.

ESTEBAN: Y la mejor de la región Acacia. Como siempre.

Acacia le mira embobada y vuelve a sonreír. Continúan caminando.

ESTEBAN: ¿Y la universidad? ¿Cuándo se irá?

Ella le contempla perpleja.

ACACIA: ¿Ya quieres que me vaya?

ESTEBAN: Claro que no Acacia, pero me dijo que sólo estaría aquí el verano. ¿Recuerda?

ACACIA: Es verdad...

Ella agacha la cabeza, y luego mira al frente. Han llegado a la puerta de la hacienda, la que da paso al patio.

ACACIA: Empieza en unos meses, pero no sé, quizás me quede más tiempo aquí.

ESTEBAN: Ah, ¿sí? ¿Por qué?

Acacia mira a Esteban a los ojos, agacha la cabeza, se toca el pelo. Levanta una vez más la cabeza, le vuelve a mirar a los ojos y abre levemente la boca para contestar.


En la cocina de la Benavente, Rosa está frente al fogón, moviendo algo en un puchero. Cristina entra, llevando puesto el vestido que había dejado en la cama.

CRISTINA: Rosa, ¿está preparada la cena?

ROSA: Sí patrona, no más para cuando usted mande.

CRISTINA: Muy bien Rosa. Di a Luisa que ponga un plato más, por favor.

ROSA: ¿Y eso patrona? No sabía que había invitados, no más pensé que serían como siempre usted, la niña Acacia, y los señores padres de usted.

CRISTINA: No Rosa, hoy también cenará Esteban con nosotros. Tengo que tratar asuntos con él.

ROSA: Como mande la señora.

Cristina sale de la cocina mientras Rosa la observa con cierta perplejidad.


Fuera de la hacienda, mientras Acacia está a punto de responder a la pregunta de Esteban, Cristina anda en dirección a ellos.

CRISTINA: ¡Acacia!

Esteban y Acacia se giran y la observan. Él sonríe, ella no.

ESTEBAN: Patrona.

Cristina llega y se para en frente de los dos.

ACACIA: ¡Mamá!

Con una fingida sonrisa, se acerca a su madre y le da un beso.

CRISTINA: Hija, ve a cambiarte. Tus abuelos nos están esperando para cenar.

ACACIA: Sí mamá. (Se dirige a Esteban) ¡Hasta luego!

CRISTINA: No hija, no te despidas de Esteban. Él cenará hoy con nosotros.

Acacia primero muestra cierta incredulidad, pero luego una amplia sonrisa ilumina su rostro.

ACACIA: ¡Qué buena idea mamá! (Mira a Esteban de nuevo) ¡Ahora nos vemos Esteban!

Esteban observa disimuladamente como Acacia se aleja. Cristina lo mira y se gira a mirar a su hija, justo cuando Acacia, a su vez, se gira para mirar a Esteban. La cara de Cristina cambia y frunce ligeramente el ceño, si bien en seguida adopta nuevamente una sutil y coqueta sonrisa, y se gira para mirar a Esteban.

CRISTINA: Esteban, ya oíste, hoy cenarás con nosotros.

ESTEBAN: Patrona, no es necesario.

CRISTINA: Claro que lo es, ya eres casi un miembro de la familia.

Ambos sonríen y Cristina apoya con delicadeza su mano en el brazo de él.

CRISTINA: ¿Qué haría yo sin ti Esteban?

Esteban mira incrédulo la mano que Cristina aún mantiene sobre su brazo, la mira a los ojos, ella lo mira con coquetería, y ambos sonríen.





Laura González López (2014. España)

viernes, 24 de octubre de 2014

Si tan sólo...

Si tan sólo la vida viniera con un libro de instrucciones.

Si tan sólo recibiéramos una señal de lo que debemos hacer, de cómo lo debemos hacer, de cuándo lo debemos hacer.

Si tan sólo cambiáramos un día una lágrima por una sonrisa.

Si tan sólo arregláramos nuestros problemas con un te quiero, con un perdóname, con una sonrisa, con un abrazo.

Si tan sólo fuéramos sinceros con nuestros sentimientos.

Si tan sólo siguiéramos al corazón, guiándonos por la cabeza.

Si tan sólo hiciéramos sin preocuparnos del que dirán.

Si tan sólo fuéramos capaces de gozar de la vida, sin complicaciones, sin expectativas, sin desilusiones.

Si tan sólo viviéramos sin anhelar, dándole a cada cosa su lugar.

Si tan sólo disfrutáramos de cada momento, de cada instante, de cada día de lluvia, de cada día de sol, de las estrellas, de la luna, de la brisa, del mar.

Si tan sólo supiera en que momento nuestros caminos se cruzarán, en que momento nuestros destinos ya no vivirán separados, para vivir uno al lado del otro.

Si tan sólo me mirarás una vez como yo te miro a ti.

Si tan sólo, por un segundo, vieras que soy yo, que nadie más te puede hacer sentir todo, en un instante, en un momento, sin intentarlo, sólo siendo, sólo estando.

Si tan sólo fueras tú, si tan sólo fuera yo, si tan sólo fuéramos nosotros.

Si tan sólo la vida fuera fácil, si tan sólo fuéramos felices.

Si tan sólo nos arriesgáramos por la felicidad.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Rumbo al final de La Malquerida

Realmente pensé que después de haber visto el final de La Gata, del que me despaché a gusto en un post anterior, y al que califiqué como infumable, me sería muy difícil criticar a La Malquerida, y, nuevamente, me equivoqué. Digo nuevamente, no porque me equivoque con una asiduidad pasmosa, sino porque todos cometemos errores, nos equivocamos en nuestros juicios, fallamos en nuestras taxativas afirmaciones, y a mi en lo personal, no me importa reconocer que fallo, que me equivoco, incluso en algo tan nimio como aseverar que seré incapaz de criticar nuevamente a La Malquerida.

Si hay algo que tengo claro es que, a mayores expectativas, mayor es el desencanto, obviamente, cuando esas expectativas no se cumplen. Cuando uno espera mucho de algo o de alguien, es más fácil que te decepcionen, y eso pasa con absolutamente todo en la vida, trabajo, amigos, relaciones de pareja, o algo tan nimio como una telenovela.

No quiero repetirme más que el ajo, de verdad que no, pero me es totalmente inevitable. Tengo la sensación de que me vendieron un Porsche que acabó siendo un Seat Panda, y lo peor, un Seat Panda al que le falta el motor. ¿Y cómo conduce una un coche sin motor? Pues me da a mí que con una dificultad pasmosa. ¿Y cómo reconduce uno una historia que ha estropeado hasta límites insospechados? Con la misma dificultad, esto es, es casi imposible.

Ya no es sólo que la adaptación haya coleado por todos lados, ya no es sólo que haya personajes que no han estado bien definidos, ya no es sólo que los protagonistas hayan brillado por su ausencia, ya no es sólo que las tramas secundarias hayan tenido más peso que la principal, ya es que se están cargando la esencia de la historia.

Es difícil tratar el tema del marido enamorado de la hija de su mujer, es difícil plasmar la angustia de una hija que se enamora del marido de su madre, hasta ahí llego, pero, ¿era necesario convertir a Esteban en algo así como un demente? ¿Era necesario convertir a dos personajes secundarios en los héroes salvadores de la humanidad? ¿Era necesario? Y aún me aventuro más, ¿era necesario vender a los espectadores una historia que realmente no se iba a dar? O peor aún, ¿era necesario seguir alimentando dicha idea? Yo creo que no. ¿Cómo es posible que les haya costado tanto tratar el amor, relación, o como cada quién lo quiera llamar, de Esteban y Acacia, pero no hayan tenido reparo alguno en tratar todo lo relacionado con Danilo? Tal parece que todo lo vinculado a este personaje, trata de blancas, proxenetismo, secuestro, maltrato, son temas anodinos, y que el hecho de que Esteban y Acacia se enamoren es algo así como el Apocalipsis.

Yo no sé como terminarán ésto, yo no sé como serán las últimas semanas de esta novela, yo sólo sé que éste está siendo mi mayor timo, y que cada cual lo interprete como quiera. ¿Y por qué sigo viendo La Malquerida? Ante tal pregunta, sólo puedo decir... Ay Meier, Meier.

martes, 21 de octubre de 2014

Aquí te espero...

Aquí te espero cuando sientas frío, y sólo el calor de mi cuerpo caliente tu alma.

Aquí te espero cuando tengas ganas de reír, y sólo mis ocurrencias lo puedan conseguir.

Aquí te espero cuando sientas que no puedes más, que vas a desfallecer, que nada tiene sentido; aquí en mis ojos, en mi abrazo, encontrarás asilo.

Aquí te espero cuando quieras ver la inmensidad de la luna, y sentir su auténtica dulzura.

Aquí te espero cuando llueva, para salir y jugar como niños, mientras el cielo nos llora, de charco en charco.

Aquí te espero cuando quieras vivir una locura, y juntos se convierta en una travesura.

Aquí te espero cuando quieras sentir cada segundo, respirar cada momento, atesorar cada instante.

Aquí te espero cuando necesites llorar, cuando anheles volver a ser un niño, aquí te espero para ser tu paz, tu consuelo, tu abrigo.

Aquí te espero cuando quieras sentir la pasión, aquí te espero cuando quieras sentir la ternura, aquí te espero siendo tuya.

Aquí te espero cuando esperes un momento tranquilo, una copa de vino, una manta, un libro, tú y yo juntos en la tranquilidad de lo sencillo.

Aquí te espero cuando eches de menos las relaciones complicadas, aquí te espero cuando eches de menos las relaciones sencillas, aquí te espero cuando eches de menos la autenticidad de lo único.

Aquí te espero cuando quieras pintar el día de estrellas, la noche de soles.

Aquí te espero cuando quieras oír un te quiero, un te amo, un no te vayas, un quédate, aquí te espero cuando quieras oír algo sincero.

Aquí te espero cuando quieras ser un instante, aquí te espero cuando quieras ser eterno. Aquí te espero cuando quieras ser lo que empieza, aquí te espero cuando quieras ser lo que nunca termina, aquí te espero cuando quieras ser infinito.

Aquí te espero cuando quieras ser realmente feliz.

Aquí te espero.

lunes, 20 de octubre de 2014

Opinando sobre... La Gata. El final.

Ayer domingo se emitió el último capítulo de la novela La Gata, y hoy lo he visto. En más de una ocasión he visto únicamente el final de una novela, por el interés de saber como han decido terminar la historia, y no por el interés hacia la novela en sí, sino más bien porque he visto el trailer o por la mera curiosidad. Lo cierto es que, desde un principio, no tuve ningún interés en ver esta novela en particular, pero al querer escribir un post opinando sobre la misma, entendí que debía ver, no sólo el capitulo final, sino más de un capítulo completo, para que así mi opinión estuviera más fundada, para poder analizar con cuidado la historia, la trama, los personajes... Pero me fue imposible. No pude ver un sólo capítulo entero, más allá de este último, con el que me costó no colocarme palillos en los ojos, para que así no se me cerraran.

De la novela en general, se me han planteado una serie de preguntas sin respuesta. ¿Es que Pablo nunca pudo llevar a su noviecita a pegarse una ducha? ¿En serio? ¿Nunca? Con todo el dinero que tenía, no me entra en la cabeza. ¿Una amnesia en una novela y la típica villana aprovechándose? Tal parece que las amnesias se cogen como los catarros, con una frecuencia pasmosa. ¿Niña pobre-niño rico y ella resulta ser la hija de unos millonarios? No, ¿en serio? Lo único un poco original, por encontrar algo original, es la escena de la boda no boda, con plantón por parte del protagonista, aunque casi mejor que se hubiese celebrado esa boda y hubiesen dejado al personaje de Monica Sánchez en el tintero. A Maite Perroni la he visto más estática que de costumbre, muy fingida, muy rígida, mientras que a Daniel Arenas cada día le veo mejor, me creo sus personajes, y eso me encanta. En cuanto a la química entre ellos, lo cierto es que, pues ni me ha gustado ni me ha disgustado, vamos, ni fu ni fa.

¡Que típica Laura Zapata!, pero que bien se le da lo de ser malvada, si bien, su momento de me vuelvo loca no me vuelvo, fue más de, por favor que acabe esta escena de una vez, que ya me quiero ir a mi casa. Y si no pudo llorar, ¿no hay unas lágrimas artificiales o algo? Digo, para darle más realismo, que bastante con que acabase en la cárcel de una escena a otra, así, en tres segundos. Siendo, a todo esto, un horror la escena de la cárcel, porque entre lo fingido de toda la escena, el que no sabías si la deportaban o la llevaban a una cárcel de máxima seguridad, yo de verdad que ahí me perdí. Pero claro, como no, se arrepiente en ese momento de sus fechorías, ah no, que no se arrepiente, no sé, aquí también me perdí, o me dormí. Eso sí, la prisión en la que finalmente acaba parecía, por dentro, la que se ve en Harry Potter, pero con el exterior de la de Amor Real, en la que por cierto la maquillaban maravillosamente, debió ser la varita.

De los niños destaco al nene enfermo, Carlos Horacio (¿qué les hizo el niño para semejante nombre?), a los demás no les he cogido ni ternurita. Vale que son niños, pero después de ver a los niños de Mi corazón es tuyo, pues oye una espera que todos los niños la emocionen. El niño de la Buenfil no me ha gustado ni un migaja, ya lo siento, es un niño y no debería decir nada, pero... Amén de que parece más el hermano de la Gata que su hijo, y que la Buenfil debería no haberle mirado tanto como madre orgullosa. Hablando de Erika Buenfil me debato entre, que me haya gustado más o menos que en Amores Verdaderos, y prefiero dejarlo ahí, en el debate, sin decidirme.

La escena de centavito y la madre me dio de todo menos ternura, más bien, me aburrió. Además, ¡qué manía con hacer pasar a una señora de cincuenta años por una de veinte!, ¿querían ahorrar en costes y por eso no contrataron a una actriz más joven? En cuanto a la hija de centavito, como no, en este capítulo final, la nena ciega es curada por el médico ex ciego, muy mono ello, pero muy previsible también, y menos tierno que un paquete de pan Bimbo congelado. Por cierto, alguien debería haber explicado a la producción que, después de una operación de vista, las luces deben estar muy muy muy tenues, que para saberlo sólo hace falta haber visto un par de novelas y un par de películas.

En cuanto al papi de Esmeralda, pues poco más se puede decir que, ¡menos mal que le cortaron la coleta!, o preguntarse por el apellido que le buscaron, que se las trae, de la Santa Cruz, ¿de dónde lo sacaron? ¿de un juego antiguo de Quién es Quién? Sin olvidar que el eco que se produce en su salón me ha sorprendido sobremanera, deberían haber llamado a un buen decorador.

En cuanto a Mónika Sánchez y su últimas escenas como Gisela, pues además del tuit de la propia actriz, confundiendo el mismo día del final La Gata con La Malquerida, pues poco más puedo destacar. ¡Qué escenas más cutres! Cuando está discutiendo con el macizo del novio, le salva lo de macizo, porque de que es endeble, lo es, la tía lo empuja y el otro se cae, se da en la cabeza y muere ¿perdón?, ¿pero esta mujer que es, superwoman? ¿Y cómo pasa de estar en la galería, o esa habitación de dos por dos, a una celda de aislamiento en un manicomio? ¿Me perdí algo? O grabaron un final de cuatro horas, o se les olvidó la continuidad, o es que prefirieron más el uso del flashback, y es que, ¡qué obsesión con los flashbacks cada dos por tres metidos con calzador! Sin olvidar entre medias una escena de los ojos del pobre gato, en serio, ¿le pagarían al gato derechos de imagen y había que amortizarlos?

Haciendo referencia a otras escenas, como no, la mamá abandonadora (vocablo) muere, no sin antes decirle al hijo que cumpla sus sueños, que más parecía una escena copiada de En busca de la felicidad, de Will Smith, aunque, obviamente, esta escena en cuestión es mil veces mejor y dura el tiempo justo, pero claro, aquí ando comparando el caviar con la mortadela, y no se puede. ¿Y la manía de abandonar niños recién nacidos y que sean encontrados así como así? Sin olvidar que a todos los amigos les parezca lógico y normal, que el amigo encontrador (vocablo) se lo quede así como se queda uno con un periódico, muy lógico todo. ¿Y ese embarazo a edad avanzada y encima de cuatrillizos? ¡Qué los niños se quedan sin padres antes de empezar la universidad!

Por último, Mariano, qué hombre más guapo, y como llena la escena, aparece tres minutos en este capítulo, y es de lo único que me llevo un buen sabor de boca. Otros tres minutos son los que salen en total Maite y Daniel, ¿no eran los protagonistas? Eso sí, terminando la novela con una boda, para no faltar a la costumbre. Aunque al principio del capítulo estaban enfadados, y ni reconciliación tierna tuvieron, o a lo mejor hubo reconciliación y me dormí. Sin faltar esa escena final, como no, de ellos dos solos, con más flashbacks y la canción de Maite, que junto a la que grabó con Alex Ubago, lo mejor de la novela. Y, por supuesto, ¡el gato!

En fin, ya me perdonarán los fans, ya me perdonarán todos aquellos a los que sí les gustó La Gata, pero para mí ha sido en resumen, infumable. Y yo quejándome de La Malquerida y siempre hay algo peor.

viernes, 17 de octubre de 2014

Hablando de... Fabián Robles

No imagino a La Malquerida sin el Rubio, pero, más aún, no imagino a otro Rubio, no creo que nadie hubiese podido hacer de este personaje un indispensable, como ha hecho Fabián Robles. Porque conseguir que un personaje como éste, secundario, con malicia, se convierta en una pieza fundamental, para quien ve la novela, sólo tiene un nombre, y ese nombre es Fabián Robles.

Desde que empezó la novela, las caras, los gestos, las miradas, la postura, el palillo en la boca, la colocación de la mano en el machete, la interacción con todos los personajes de la novela, han sido tan bien plasmados, que conozco poca gente que no esté de acuerdo con este personaje. Creo, sinceramente, que tanto el Rubio como Luisa han sido los únicos personajes bien definidos, bien tratados, bien cuidados dentro de la trama, habiéndoles dado el peso necesario, nunca superior, como en otros casos. Las escenas entre el Rubio y su patrón, Esteban, haciendo aquél de alcahuete de éste, me han parecido de lo mejor de la novela. Y no hablemos de ese gran vocablo, la querencia, vocablo que tengo toda la intención de añadir a mi argot, y que ha sido explotado hasta la saciedad ¡pero cómo no hacerlo! Esa forma de solapar a su patrón, pero a la vez de hacer que te preguntes, en qué momento y cómo usará toda la información que posee, ha sido posible gracias a una cara, un gesto, una mirada de Fabián.

Si me pongo a pensar en los ya pasados noventa y tantos capítulos, no recuerdo una escena con el Rubio que haya resultado pesada, molesta, incomoda, carente de sentido. No ha habido un sólo momento en el que me haya quejado por una escena de él, que me haya causado aburrimiento, hastío, pereza, cansancio. Vale sí, me he acordado alguna vez del tío que le pone el tinte, pero eso ha sido, únicamente, porque en la trama se entrometía por demás en el lento desarrollo de la querencia.

Por otro lado, si hay algo que le aplaudo a Fabián Robles, ha sido la brillantez con la que ha dotado a su personaje de la sensibilidad, la tristeza, la ternura necesaria, especialmente hago alusión a ese momento en la cocina con Luisa, cuando le cuenta a ésta que su primo Memo (el muchacho con los ojos más bonitos que creo jamás haber visto) ha muerto, tal y como él mismo cree. Ver a ese Rubio con los ojos empañados en lágrimas, con la voz entrecortada, diciendo que era la única familia que le quedaba, a mi, personalmente, me emocionó, y no hay cosa que más me guste que me emocionen. En definitiva, no puedo, no encuentro, queja alguna ni al personaje (lo que es nuevo para mí en este análisis tan exhaustivo que vengo haciendo de La Malquerida), ni muchísimo menos a la actuación de Fabián Robles, que, entiendo, está siendo de quitarse el sombrero.

No he seguido la trayectoria de Fabián, no conozco sus anteriores papeles, pero cuando una no se acuerda será por algo. Aunque, si hay algo de lo que estoy plenamente convencida, o por lo menos lo creo fervientemente, es que, para Fabián Robles, esta telenovela será el punto de inflexión en su carrera, y espero con ganas que le den, en breve, un buen papel de villano protagónico, de esos villanos que te erizan la piel, porque de que lo bordará, lo bordará.

miércoles, 15 de octubre de 2014

La opinión es y debe ser libre

Me sorprenden sobremanera los insultos y descalificativos que se vierten a través de las redes sociales, especialmente a través de Twitter, escudados en el anonimato que esta red particularmente proporciona, especialmente cuando dichos comentarios soeces se hacen a raíz de algo tan banal como una telenovela, o un comentario sobre algún artista. Y digo que me sorprenden sobremanera porque con la cantidad de problemas que hay en el mundo, y con la cantidad de preocupaciones que cada uno tiene en su día a día, en su vida, lo que debería ser un entretenimiento se acaba convirtiendo en una absurda y patética batalla campal virtual.

Cuando comencé a verter mis opiniones por escrito y a publicarlas en este blog, hace apenas un par de semanas, venía perdiendo mi tiempo en contestar a quién no estaba de acuerdo, y me lo hacía ver mediando el insulto hacia mi persona. Hasta que en un momento dado me pregunte a mi misma ¿para qué? Y no porque no crea que no se debe contestar a quién no opina como tú, eso lo sigo haciendo, con quien lo hace con respeto y buen gusto, sino para qué perder mi tiempo en contestar a quién hace uso del insulto o el descalificativo. Tengo mi vida, tengo mi trabajo, tengo mis hobbies, y precisamente este blog es eso, un hobby, ¿y de cuándo acá una debe dar explicaciones de sus hobbies? Y lo extrapolo fuera de mi misma, ¿de cuándo acá uno debe dar explicaciones de por qué le gusta o le deja de gustar una novela?, o ¿de cuándo acá uno debe dar explicaciones de por qué le gusta que la historia de esa novela tome cierto rumbo?

En lo que a La Malquerida se refiere, y sólo desde una óptica objetiva, tengo claro que ninguno de los personajes principales merecería ser feliz. Esteban no merece ser feliz por haberse colado por la hija de su mujer, con todas las mujeres que hay en el mundo y se vino a enamorar de ella (lo de que mató a Alonso aún no está del todo aclarado), Acacia no merece ser feliz por haberse dedicado a calentar a todo el personal, especialmente al marido de su madre, y Cristina no merece ser feliz porque de madre ha tenido más bien poco, y como dice el refrán cría cuervos y te sacarán los ojos, o, peor aún, no críes al cuervo y ya verás.

Así que siendo justos, objetivos, los tres solos cuales perros. Pero, la magia de la televisión, y de las novelas en particular, es que uno no tiene porque ser objetivo, y yo voto, aplaudo y quiero la querencia, en primeras porque no han sido padrastro e hijastra nunca, la esposa y madre no se lo permitió, y en segundas porque soy partidaria de la redención, de la locura, de la pasión, del amor, de vivir. Total, todos cometemos errores, y todos tenemos derecho a alcanzar la felicidad aún a pesar de esos errores.

Seré un ser raro, de otro planeta, tal vez, pero me educaron en la tolerancia, en el respeto, en entender que la gente puede, y de hecho, piensa diferente, en que no se debe faltar al respeto al que piensa opuestamente a como piensas tú. Claro que cuando mis padres me inculcaron estos principios lo hacían pensando para temas de índole religioso, político, cultural, y jamás pensaron, y jamás pensé, que lo tendría que extrapolar a algo tan banal como una telenovela. Ni hablando de temas tan delicados como la guerra en la franja de Gaza, como la independencia de Catalunia (España), como la crisis económica mundial, como el problema en Venezuela, como la discriminación que en pleno 2014 siguen viviendo los homosexuales en muchos países, o como la lapidación o ablación de las mujeres en países tercermundistas, había recibido tanto exabrupto.

Con todo lo dicho no quiero ir de lista por la vida, ni hacerme la más inteligente, ni la más interesante. Sólo quiero dejar en claro que, el hecho de que te guste o te deje de gustar ver novelas, que te guste o te deje de gustar una historia, que te guste o te deje de gustar una pareja en particular, no te hace menos que nadie. El hecho de que me plante delante del ordenador a pasar unos maravillosos cuarenta minutos aproximados que dura una novela, o la hora y pico si tengo la suerte de poder verla online, el hecho de que me apasione por una historia u otra, no me hace menos que nadie. Y mucho menos me convierte en una pervertida o enferma, o una mujer falta de moral.

Que afortunados hemos sido todos aquellos a los que nos educaron así, en el respeto, en la tolerancia, en saber que cada quién opina cómo quiere, y disfruta de lo que le da la gana. Ahora mismo voy a agradecérselo a mis padres con un buen besazo.

martes, 14 de octubre de 2014

Carta abierta al güero Castro

Querido José Alberto,

Te escribo esta carta con el tú, con esa cercanía que, de existir, me habría permitido poder decirte estas cosas en persona. Te escribo esta carta, mi querido José Alberto, porque estoy preocupada por ti. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has dejado que la que podría haber sido tu gran novela, tu mayor éxito, el punto de mayor apogeo en tu carrera, la novela del cambio, se te escapase de las manos? La novela que, incluso, podría haber superado a Rubi o Teresa.

Siempre has hecho buenas historias, vale sí, las mejores han sido adaptaciones, pero tan bien hechas, que al verlas olvidabas que eran adaptaciones; todas tan bien hiladas, tan bien nutridas, tan bien realizadas, que superaban hasta las expectativas. ¡Yo dejé de ir a clase, en la universidad, cuando pasaban Rubi en España! Con eso te lo digo todo. Y un buen día apareces, diciendo que quieres hacer novela de la obra de teatro de un premio nobel, del español Jacinto Benavente, y todos nos emocionamos. Bueno vale, los moralistas y puritanos no se emocionaron, pero lo de esos es otro cantar. ¿O no lo es? ¿O esos moralistas de "bocachancla" fueron los que te llevaron a todo esto? Ay, mi querido José Alberto, cómo me gustaría verlos por un agujerito en su día a día.

Desde luego, te aseguraste un buen pedazo de rating antes del primer capítulo, en primeras por aquellos a los que nos llamó la atención la trama, la historia, el, por qué no decirlo, morbo, que moríamos de ganas de ver algo nuevo en novela, algo diferente, incluso nos emocionábamos al pensar que, por fin, en Televisa se iba a hacer algo original, y no un refrito de refrito de adaptación; y de segundas, por la ola de fieles fans que hay por el mundo novelero, que bien sabías lo que hacías cuando repartías los papeles. ¿Y en que se quedó todo esto mi querido José Alberto? Pues en agua de borrajas, vamos, lo que viene siendo, en nada.

Soy totalmente partidaria del suspense, de la intriga, de llevar la trama por los derroteros necesarios para crear expectación, no vamos a vender la piel del oso antes de cazarlo (ya me perdonarás el uso de tanto refrán español, pero es que una buena frase dice más que mil malas), de los cambios en los personajes según va avanzando la historia. Es más, personalmente, no soy partidaria del binomio bueno-malo, rico-pobre, villano-víctima, sino que me gusta más que se le dote al personaje de humanidad, porque en esta vida ni se es tan tan ni tan poco. Dicho ésto, seguro que te preguntarás por qué no te aplaudo La Malquerida, pues porque, mi querido José Alberto, ésto ha ido más lento que el caballo del malo, que lentitud más lenta.

¿Por qué tanto peso a las tramas secundarias? ¿Por qué tanta importancia a la relación Acacia-Ulises? Relegar al personaje de Acacia a tener una historietita de amor de manita sudada (a mi la escenita del río pues ni fu ni fa) cuando debería mostrar más atracción hacia el padrastro, incluso haber alargado la enemistad existente entre ellos al principio, o incluso si luego me hubieses liado a Ulises con Cristina, hasta lo entendería, es más, le hubiese encontrado su gracia. ¿Por qué tanta lentitud, tanta zozobra, en la relación Acacia-Esteban? Si se iba a dar esta relación sí o sí, ¿no hubiese sido mejor hacerlo con antelación? ¿Por qué el papel de mojigata de Cristina? Lo maravilloso que hubiese sido ver a Cristina de mala, luchándole a la hija el amor del hombre, con cierta maldad, con cierta picardía. ¿Por qué tan poca interacción del trío principal en las demás tramas? ¿Por qué tanto peso a Alejandra? Tanto peso que en más de una ocasión en vez de La Malquerida parecía La Turquesa.

Yo no sé que te ha pasado, no sé si ha sido desidia, no sé si ha sido que necesitabas un tiempo personal, no sé si es que confiaste en quién no debías para escribir esta historia, no sé que ha pasado. Pero, ¿es que no leíste los guiones antes de grabar los capítulos? ¿No te diste cuenta desde el minuto uno que un caracol iba a avanzar más rápido que La Malquerida? Porque a mi me hicieron falta menos de dos semanas para pensar, en dónde carajo te has metido Laura. ¿O es que, desde Televisa, muertos de miedo por los salvadores de la moral y el devenir de la humanidad, esos que piensan que las novelas se hicieron para educar a las masas, te obligaron a ello?. No lo sé, porque no sé que vinculación tienes con la empresa, cómo es el contrato, cuáles son las normas, como verás, a una le puede lo abogada, mi querido José Alberto, y no hay cosa que más me podría gustar en este mundo que enterarme de los entresijos contractuales de Televisa.

Bueno, en realidad sí hay algo que me podría gustar más en este mundo, que o bien retrocediésemos el tiempo para que pudieses empezar de cero esta historia, o bien te diesen más capítulos para componer la cosa. Pero me temo que ninguna de las dos soluciones es factible, la primera, porque según tengo entendido, de momento, lo de los saltos en el tiempo no está del todo arreglado, y la segunda, porque hagas lo que hagas, mi querido José Alberto, ya pasó el tiempo de componer la historia.

En fin, mi querido José Alberto, me da mucha pena todo ésto, que no haya resultado La Malquerida el novelón que todos esperábamos, aunque más pena me da que no te hayas comido todas las donas que debieras. Ya si eso, para la próxima.

lunes, 13 de octubre de 2014

Más finales para La Malquerida

Le cogí tanto gusto a escribir los posibles finales para La Malquerida, que he dejado volar nuevamente mi imaginación, y traigo nuevas alternativas. Otra vez, recuerdo que ni soy guionista, ni es mi intención hacer creer al mundo que lo soy. ¡Vamos allá!

Final alternativo 1.-

Alejandra ha conseguido escapar de Danilo gracias a la ayuda de Esteban. Mientras Ulises acudía a la policía, Esteban se llevaba a Alejandra aprovechando un descuido de Danilo. Una vez Danilo se da cuenta, va furioso, y empuñando un arma, a la Benavente para llevarse nuevamente a Alejandra, pero al ver que ésta no se encuentra en la hacienda, secuestra a Acacia, delante de todos (Esteban, Cristina, Héctor, Ulises, Rosa, Luisa, Manuel, Juan Carlos, Elena), apuntándole con el arma en la cabeza.

ESTEBAN: Danilo, ¿qué haces? ¡Te volviste loco! Suéltala maldito, suéltala... ¡SUÉLTALA!

CRISTINA: Mi hija Danilo, deja a mi hija... Deja a mi hija.

Cristina llora desconsolada mientras Esteban se acerca a ellos en un intento de coger a Acacia, pero Danilo dispara con su arma al techo.

DANILO: Si te mueves, mato a tu amorcito Esteban. La mato. Ay, Acacia, mira que te dije que te portaras bien.

CRISTINA: Estás loco Danilo, estás loco. No sabes lo que dices...

DANILO: Qué estúpida eres Cristina, en tu cara... Jajaja En tu cara, te han estado viendo la cara, tu maridito y tu hijita.

ESTEBAN: ¡Basta Danilo! Deja a Acacia, así sólo empeorarás las cosas. No haremos nada, te dejaremos ir, pero déjala. ¡Suéltala ya!

DANILO: Tú te llevaste a mi mujer, a mi chiquita. ¡A mi chiquita! Fíjate como me llevo yo a la tuya, ¡fíjate!

ACACIA: Mi amor ayúdame... Ayúdame mi amor... Esteban, ayúdame mi amor.

Mientras todos enmudecen ante las palabras de Acacia, ella llora amargamente, y Danilo se la lleva a rastras de la Benavente.

CRISTINA: Esteban, ¿qué es esto? ¿Qué significa ésto?

ESTEBAN: Ahora no Cristina.

Esteban sale corriendo. Cristina intenta hacer lo propio, pero Héctor la detiene.

CRISTINA: Héctor déjame, ¡déjame! Tengo que ir con mi hija, ¡déjame!

Mira a Héctor a los ojos, mientras llora amargamente.

CRISTINA: ¿Qué ha querido decir Danilo? ¿Por qué decían esas cosas? Héctor...

HÉCTOR: Cristina, sabes la respuesta... La sabes. Sólo te has engañado. Pero lo importante ahora es salvar a Acacia, eso es lo importante ahora...

En casa de Danilo, Esteban ha llegado acompañado de Alejandra y Germán. Desde fuera de la casa.

ESTEBAN: Danilooo. Danilooo.

Danilo se acerca a la ventana acompañado de Acacia, sigue apuntándola con el arma.

DANILO: Mi chiquita, mi chiquita ha vuelto.

Abre la puerta de la casa.

DANILO: Ven mi chiquita, ven. Ven con tu Dani, ven.

ALEJANDRA: Danilo suelta a Acacia, y haré lo que tú quieras.

DANILO: ¡Mientes! ¡Qué se vaya el pintorcito! O lo mato a él... ¡Y a Acacia!

ALEJANDRA: Hablemos Danilo. Pero deja libre a Acacia, ella no tiene la culpa... Ella no.

Danilo se aleja de la puerta, y los tres entran en la casa.

ESTEBAN: Suelta a Acacia, Danilo. Suéltala y Alejandra hablará contigo. ¿Verdad Alejandra?

ALEJANDRA: Sí, sí... Pero deja libre a Acacia...

Entre sollozos y con las manos a la altura del pecho, Alejandra se va acercando a Danilo mientras esté va soltando lentamente a Acacia. Se oye a la policía dar aviso fuera de la casa, Danilo se distrae un instante y Esteban mueve su cuerpo para así colocar detrás de él a Acacia y Alejandra. Danilo dispara. Esteban cae al suelo. Germán se lleva a Alejandra, mientras la policía irrumpe en la casa y detiene a Danilo. Acacia está arrodillada, con la cabeza de Esteban en su regazo.

ACACIA: Mi amor, tranquilo. Ya está la policía aquí. Ya todo pasó. Ya se acabó.

ESTEBAN: Me dijiste mi amor... Eres mi luz, eres mi vida. Mi Acacia...

ACACIA: Esteban tú eres mi amor, mi único y más grande amor... Te amo tanto Esteban. Perdóname por no habértelo dicho, perdóname por mis dudas, pero aún estamos a tiempo. Te amo tanto. Te amo...

ESTEBAN: Te amo... Jamás pensé que se pudiese amar así... Te amo.

Esteban muere.

ACACIA: Nooooo mi amooor, nooooo

Llora, y se abraza al cuerpo de Esteban.

ACACIA: Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo...

Un mes después.

Acacia está frente a la tumba de Esteban, lleva una margarita amarilla en la mano. La coloca en la tumba, después seca las lágrimas que recorren sus mejillas. Ulises se acerca a ella.

ULISES: Acacia...

Acacia lo mira y sonríe levemente.

ACACIA: Ulises...

ULISES: He pensado mucho en nosotros y...

Acacia le interrumpe.

ACACIA: No hay un nosotros Ulises. El único hombre al que he amado está enterrado aquí, y con él se fue una parte de mi... Sé feliz.

Le sonrié levemente, y se aleja mientras toca la pulsera que le regaló a Esteban y que ahora ella lleva en su muñeca derecha.


Final alternativo 2.-

En el despacho están solas Cristina y Acacia.

CRISTINA: ¿Por qué lo hiciste Acacia? Soy tu madre. ¿Cómo has podido hacerle esto a tu madre? ¡Con mi marido!

ACACIA: Perdóname mama, perdóname...

Acacia llora desconsolada, Cristina tiene un semblante duro, lleno de ira, de rencor, de furia. Acacia se acerca a su madre, ella la abofetea. Una vez, otra vez, una vez más. Acacia se arrodilla ante su madre.

ACACIA: Me lo merezco mama, perdóname... Perdóname. Intenté que no pasará. Pero, pero, pero... ¡No pude mama, no pude!

CRISTINA: Levántate Acacia. ¡No llores como niña, defiéndete como una mujer!

Acacia se levanta, mira a su madre llena de culpa, llorando desconsoladamente.

ACACIA: Mama perdóname...

CRISTINA: ¿Cómo perdonarte? ¿Cómo perdonar un capricho? ¿Cómo...?

Acacia le interrumpe.

ACACIA: Le amo...

Cristina la mira con desdén.

CRISTINA: Amor, ¿qué sabrás tú de amor? ¿Qué? ¡Nada! Si supieras de amor, no le harías ésto a tu madre. ¡A tu propia madre!

Esteban entra al despacho.

CRISTINA: Esteban, Esteban...

Se acerca a él.

CRISTINA: Dile que la ves como una hija, díselo. Díselo a esta mala hija. Díselo, mi vida, díselo.

Va a tocar a Esteban, pero éste la rechaza y se acerca a Acacia.

ESTEBAN: Perdóname Cristina. Yo no quise que pasará... No quise... Pero me enamoré de tu hija. La amo.

Esteban abraza a Acacia por la cintura. Cristina enfurece y se acerca al cajón del escritorio. Saca un revolver.

ACACIA: Mama, ¿qué haces?

ESTEBAN: Cristina, por Dios, suelta eso. ¿Qué quieres hacer con ese arma?

CRISTINA: Mereces morir, mereces morir, ¡mereces morir!

Cristina dispara a Esteban, pero Acacia se interpone y recibe la bala. Cae en brazos de Esteban que lentamente se arrodilla, apoyando la cabeza de ella en su regazo.

ESTEBAN: ¿Qué hiciste Cristina? ¿Qué hiciste? ¡Es tu hija!

CRISTINA: Mate a mi hija... Maté a mi hija... Maté a mi hija...

Levanta el arma para dispararse, pero Esteban se levanta y le quita el arma.

CRISTINA: Déjame Esteban, déjame... ¡Maté a mi hija!

ESTEBAN: No está muerta, no está muerta. Tranquilízate, no la mataste.

Esteban vuelve a arrodillarse junto a Acacia, dejando el arma a su lado.

ESTEBAN: Llama a un médico Cristina, ¡aún respira! ¡No la dejes morir!

Cristina se acerca al teléfono, marca...

Dos años después.

En una pradera, dos caballos están atados a un árbol. Acacia está sentada encima de la hierba. Esteban se acerca a ella por detrás y mientras le acaricia el pelo, le coloca una margarita en la oreja, ella cierra los ojos, y sonríe de auténtica felicidad.

ACACIA: Mi amor prohibido, mi único amor.

ESTEBAN: Te amo Acacia.

ACACIA: Te amo Esteban.

Se funden en un romántico y apasionado beso, mientras un pequeño niño se acerca a ellos correteando.

sábado, 11 de octubre de 2014

Hablando de... Christian Meier ¡otra vez!

Hoy vuelvo a hablar de Christian Meier, eso sí, centrándome más en Esteban. Y lo hago, en primeras, porque me lo han pedido, ¡y me encantan las peticiones!, así que, a petición hecha, post escrito. Y de segundas, de segundas porque me encanta Meier en toda la extensión de la palabra encantar.

Como ya dije en el anterior post, no puedo negar que con Meier, como Meier, no puedo ser muy objetiva, y así se vio reflejado. Yo prometo que lo intenté, pero de que no lo conseguí, no lo conseguí. Y por lo tanto, reconozco que, en muchas ocasiones, he podido estar condicionada en la historia de La Malquerida a que era, precisamente Meier, el que interpretaba el papel de Esteban. Pero, después de lo acontecido en la novela en estos días, después de ver los derroteros por los que se ha ido la historia, no puedo evitar tener ganas de abofetear a Esteban. Si está sin camisa, mejor que mejor. ¡Qué me pasa!

Retomando, se entiende el devenir de la historia, se entienden los matices, las tramas, las subtramas, las idas y venidas, pero se entienden con lógica, con coherencia, con justificación. Así que, ¿de cuando acá de una pasión, correspondida, puede surgir una maldad? ¿De cuando acá la maldad brota como la mala hierba en el jardín? Ya me perdonaran los que piensan que sí puede ser, porque yo no lo creo así. Hubiese sido más que comprensible, aceptable y plausible ("aplaudible", vocablo) que Esteban hubiese ido adquiriendo ciertas connotaciones, ciertos tintes de maldad, desde el momento en el que empezó a sentir atracción por la hijastra, o, asimismo, se hubiese comprendido si esa maldad hubiese sido producto de un despecho tal como el casamiento de Acacia, o el rechazo continuado y asqueado de ésta, esto es, de un amor no correspondido. Pero dotar al personaje de maldad de la noche a la mañana no tiene sentido alguno acorde a los matices del personaje.

Desde el principio de la novela se nos presentó a un Esteban coherente, no bueno ni malo, coherente. Un hombre que, enamorado de su patrona, y a la muerte del esposo de ésta, hizo lo posible y lo imposible por salvar su patrimonio, así como por conquistar su amor (lo del asesinato de Alonso a manos de Esteban está metido con calzador...). Sucediéndose los capítulos, y ya con la aparición de Acacia, se nos dio a un hombre atormentado, tanto por la pasión como por la culpa, que no entendía ni quería entender lo que su hijastra despertaba en él. Lo que era del todo lógico, si difícil es enamorarte del novio de una amiga, ¡cómo no va a ser difícil enamorarte de tu hijastra! Pues se vea por donde se vea, difícil debe ser. Finalmente se vislumbró un hombre enamorado y decidido a dejarlo todo por la mujer amada, más aún sabiendo que ella sentía lo mismo por él. Y de repente, ya es malo. Y no un malo corriente como Danilo, que desde el minuto uno le detestas y así te quedas toda la novela, sino un rastrero, interesado, manipulador... ¡Ese no es Esteban! O por lo menos no es el Esteban que nos mostraron, que nos dieron, que nos brindaron, que nos regalaron, a detractores y a defensores.

Destruir así a un personaje lo único que hace es destruir la trama, destruir la historia, destruir, en definitiva, a La Malquerida. Qué gustazo hubiese sido ver como los personajes del triangulo, que debería haber sido lo principal de la trama, iban adquiriendo tintes de maldad, esa maldad que en el fondo todos tenemos. Esa maldad que nace de querer tener lo que se anhela, de poseer lo que se desea, de no perder lo conseguido. Pero no nos lo han dado, lo único que nos han dado ha sido a una Cristina ciega y mojigata, a una Acacia bipolar y niñata, a un Esteban atormentado y anhelante. Y yo ya perdí las esperanzas de que esto se componga, de que esta historia resulte ser lo que se creyó que iba a ser. Perdí las esperanzas de ver a un Esteban al que odiar y amar al mismo tiempo, al que no solapar pero entender, a un Esteban en definitiva, hombre. Un hombre enamorado de una mujer que es la hija de su esposa, un hombre que quiere a su esposa pero que entiende que nunca la amó, un hombre que lucha por lo que quiere pero también por lo que merece, un hombre con el que reír y con el que discutir, un hombre con el que llorar y con el que enfadarse, un hombre que no es santo ni villano, sino hombre, sólo hombre, con sus defectos y sus virtudes. Pero al final, todo se quedó en agua de borrajas (expresión española que se usa cuando algo de lo que se esperaba mucho se queda en nada), y yo detesto el agua de borrajas.

Yo expongo mi opinión, yo me quejo, yo doy visos de mi malestar, yo doy muestras de mi inconformidad... Pero no puedo negar que, mientras Meier siga siendo Esteban, yo seguiré viendo a Esteban en La Malquerida. Qué le vamos a hacer, cada una tiene sus debilidades.

viernes, 10 de octubre de 2014

La Malquerida y el absurdo

El güero Castro ha conseguido algo que jamás imaginaron ver mis ojos, poner de acuerdo a estecias, rufferas y manelitas. ¡Que rico es el léxico twittero! Y es que la indignación surgida después del capítulo emitido ayer 9 de octubre, y tras el avance de lo que pasará hoy día 10, no tiene parangón novelero. Y no porque en otras novelas no se hayan dado desilusiones o decepciones en el giro de la historia, o con alguna trama en particular, sino, precisamente, por conseguir esa unión basada en la disconformidad.

Ahora, si a mi en primero de carrera me enseñaron Teoría del Derecho, imagino que Ximena Suárez pasaría por la Teoría del Guión o Teoría del Libreto, ya sabéis, esa clase en la que se habla de continuidad en la historia, desarrollo de la trama, lógica de las situaciones. Aunque creo que debería decirme a mi misma, Laura no imagines tanto, que esa asignatura se la saltó o más bien, la olvidó. Es eso, o que el güero no le compró una pizarrita donde ir colocando los acontecimientos importantes, pasados, presentes y futuros, esa misma pizarrita que se usa en toda serie policíaca, en Castle se ve en todos los capítulos (asidua que es una a esta serie norteamericana), y que es muy útil. En caso de no haberle llegado el presupuesto para la citada pizarrita, o para algún estupendo programa que implementar en el ordenador de Ximena, que hubiese avisado, y la pizarrita se la mandaba yo desde España o el mismo programita, que conozco un tío que hace maravillas.

Lo cierto es que, parece, a la señora Ximena Suárez le quedan grandes las historias originales, adaptando historias que previamente ya habían sido novela le ha ido muy bien, aunque el original en el fondo, es lo que importa. Es como el que coge cualquier libro, como Los pilares de la tierra y hace una adaptación más moderna del mismo, la esencia está ahí, pero el del arte, el de la imaginación, el generador de emociones, ese es Kent Follen, no el encargado de la adaptación. Vamos, que si yo no opero a alguien a corazón abierto es porque no soy médico, si yo no diseño un edificio es porque no soy arquitecto, si yo no llevo casos de derecho penal es porque no soy penalista, si la señora no es buena con las ideas originales, que siga con las adaptaciones. En definitiva cuenta, "Manolete si no sabes torear para que te metes" o "zapatero a tus zapatos", el refranero español es muy rico, no cabe duda. Matizo que, según mis internet-investigaciones, la única obra original que Ximena ha escrito se titulaba La Paloma, y no he encontrado ningún dato sobre la misma, en cuanto a su calidad, sólo que fue cancelada.

A todo ésto, alguien debería hacerle llegar al señor de la voz en off, ese que habla al final de cada avance, un resumen del capitulo sobre el que versa el avance en cuestión, porque sus sentencias si están más desatinadas hablan de otra novela.

Ahondando más explícitamente en lo acontecido en La Malquerida, ¿no hubiese sido más acertado que Esteban le hubiese contado lo que estaba pasando a Acacia y ella misma hubiese sugerido que contra los problemas económicos volviese con su madre? ¿No hubiese sido mejor que se explicase por qué Esteban no lucha por lo que le pertenece? Porqué a mi que me expliquen como es posible que, un señor que ha estado de administrador de unas tierras y un negocio que no eran propios, después de diez años, no tenga ahora dinero suficiente para invertir y vivir más que holgadamente, sin entrar en otras posibilidades legales. No más faltaba que nos salgan con que le pagaba una mensualidad a Cristina por vivir en la Benavente, ya puestos al absurdo, más absurdo. ¿No hubiese sido mejor no enredar tanto la maraña entre Acacia y Esteban fuera de la hacienda y haberlo hecho con el regreso de él a la misma? Hay tantas posibilidades, ¡tantas!

Además, hay algo que no entiendo, ¿si se cambió la idea original y no murió ninguno de los pretendientes de Acacia a manos de Esteban, para que carajo (vocablo del sur de España muy apropiado para este momento) le hacen tan malo ahora? Y tampoco malo sino más bien prostituto, porque para mi alguien que se acuesta con otro u otra, o regresa a una relación única y exclusivamente motivado por el tema económico, está ejerciendo el oficio más antiguo del mundo, y me da igual que sea hombre o mujer. Lo que no se puede es tener a un personaje rogando cual perrito faldero, exudando amor en vez de sudor, y en un nano segundo darle este giro de 180º, que no da interés sino que cabrea y frustra, además de ser incomprensible.

Y otra duda que me acecha, ¿en qué momento se cambia a un personaje malvado y se le convierte en manso corderito como por arte de magia? Porque lo del personaje de Norberto es de risa, pero de risa a carcajada limpia, sin previo aviso, así sin más, una mañana se levantó bueno. Ya sólo nos falta que Danilo no acabe en la cárcel por: tráfico de drogas, tráfico de blancas, prostitución de menores, maltrato, proxenetismo, y me dejo algún delito en el tintero. Yo por si acaso voy avisando desde aquí, que esos son delitos aquí en España, en México y en todos los países denominados democráticos, y que no olvide Ximena que ella ha ambientado la novela en México. Lo digo para que por lo menos, en algo no patine y le de a este personaje el castigo ejemplar que merece, que con lo cansinos que han sido con el tema de Turquesa (la auténtica malquerida, visto lo visto) sólo faltaría que no lo tuviesen todo atado y bien atado.

No puedo evitar la comparativa, y es que, pueden gustar más o menos las historias que salen en Telemundo, pero por lo menos son originales, y a mi lo que me sigue sorprendiendo es que, con tanto refrito y adaptación de novelas de otros países, las novelas de Televisa sean las más vistas, y me sorprendo a mi misma viéndolas. Sólo hay que echar un vistazo a las novelas que ahora mismo tienen en parrilla para ver que la originalidad brilla por su ausencia: Yo no creo en los hombres, refrito; La gata, adaptación; Hasta el fin del mundo, adaptación; Mi corazón es tuyo, adaptación. Claro que esta última a mi entender sí se salva, puesto que, aunque es la adaptación de la serie española Ana y los siete, son como la noche y el día, superando aquélla con creces a la original. Y por último, está La Malquerida, que aunque basada en la obra de teatro homónima, por lo menos no ha sido llevada a la pantalla como telenovela hasta ahora, aunque visto lo visto, empiezo a entender un poco a los directivos de Televisa.

Puede que algún día, de ser así, sería muy lejano me temo, se pueda decir que La Malquerida supuso el inicio del cambio. Aunque sospecho que lo único que se dirá al recordar esta novela sea: maldito el día en el que se les ocurrió que fuera Ximena Suárez la encargada de adaptar la obra de teatro del dramaturgo español Jacinto Benavente. Que triste. Que decepción.

jueves, 9 de octubre de 2014

Hablando de... Ariadne Diaz

Desde que vi a Ariadne en La mujer del vendaval me pareció una muñeca, en el buen sentido de la palabra. De esa clase de actrices que la ves en pantalla y no te parece que haya tenido que usar la brocha de pintor para acicalarse la cara, que sale con ese look arreglado pero casual y le queda bien, a ella y al personaje, de esas actrices que con una mirada dicen lo que tienen que decir, sin necesidad de palabras, lágrimas, o aspavientos. Y a mi eso de ella, me encanta.

Ariadne Diaz ha conseguido en La Malquerida algo que a mi me parece maravilloso, conseguir que te amen y te odien a la vez, lo que se denomina por ahí como amorodio. Es cierto que los libretos o guiones han ayudado sustancialmente a ello, tantas idas y venidas de su personaje, tantos dimes y diretes, pero no sé por qué creo que, de no haber sido ella, no se habría conseguido. No habrían aparecido las ganas de abrazarla y consolarla un minuto y al minuto siguiente abofetearla, o dicho más jocosa y vulgarmente, darle con toda la mano abierta.

Lo cierto es que la presencia de Ariadne en pantalla, su forma de llevar a Acacia por los difíciles senderos de la bipolaridad, ante los que se deberían haber planteado seriamente introducir un psiquiatra como personaje en la novela, aunque cualquier día Héctor postula para ello, ha sido, a mi entender, perfecta. El personaje puede gustar más o menos, la actitud del mismo puede agradar o desagradar, se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con sus actuaciones, pero lo cierto es que ha encendido comentarios, e incluso, pasiones encontradas. Me pregunto, ¿cuántas actrices hubiesen podido llevar tan bien el cambio de niña mimada a mujer fatal que trata de seducir a su padrastro? ¿cuántas actrices hubiesen conseguido que se entendiese al personaje y a la vez se le detestase? Por mi parte, tengo claro que muy pocas.

Sí bien es cierto, que tanto vaivén, tantas idas y venidas no han estado del todo bien planteadas, no es menos cierto que la química entre Ariadne y Meier es del todo innegable, incluso perfecta, aunque en la situación de Acacia ¿no es normal tener dudas frente al hecho de que es el marido de tu madre el hombre que te intenta conquistar y al que tú intentas conquistar? Yo tengo claro que sí, que fácil no puede ser. Pero, ¿quién dijo que el amor es fácil? O, ¿quién establece lo que es correcto o incorrecto? Lo cierto es que a Acacia le ha faltado decisión, o para bien o para mal, pero decisión. Si le dices al susodicho que sientes lo mismo que él, si lo buscas, si lo besas, e incluso, previamente, si le coqueteas descaradamente, inclusive cuando estás enfadada con él, debes actuar en consecuencia.

No se puede decir un día sí, un día no, besarle apasionadamente y después decirle que lo vuestro no puede ser, o lo que es aún peor, besarte con él y después decirle a tu madre que debe reconquistar al marido, o besarte con él, decirle que vas a intentar ese amor prohibido, y tres segundos después acordarte de tu madre. Lo coherente es acordarte de tu madre antes de tan amoroso encuentro. Creo que lo más apropiado hubiese sido dotar al personaje de Acacia de una malicia in crescendo, que la orillase a intentar emparejar a su madre con Héctor, no una malicia veleta, que lo único que produce es preocupación por la muchacha, tantos "no sé" saliendo de su boca no son ni medio normales.

Cuando uno lucha, lucha. Cuando uno intenta algo, lo intenta. Cuando uno se siente culpable, se siente culpable. Cuando uno quiere algo, lo quiere. Cuando uno no quiere algo, no lo quiere. Cuando uno ama, ama. Así de sencillo. No pueden existir las medias tintas en este vida, porque las medias tintas, el no actuar como se debe, se quiere, o se desea, el no hacer las cosas correctamente y con valentía, con decisión, con arrojo, con la cabeza alta, es lo que lleva a lo irremediable. Tal vez sea una romántica, o tal vez sea una soñadora, tal vez, pero, y lo hermoso qué es que te ame con locura, pasión y devoción, el mismo hombre al que tu amas con locura, pasión y devoción. ¡Ay qué hermoso es! Y que sencillamente maravilloso.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Hablando de... Arturo Peniche

Si me pongo a hacer memoria, a Arturo Peniche le recuerdo vestido de cura, compartiendo créditos con Christian Meier o dando unos besototes que a mi en lo personal ni fu ni fa, y no porque el susodicho no sepa dar besototes, sino porque sus besototes son más bien clasicotes, de esos de colocación de la dama, acercamiento rápido y conciso del cuerpo de la dama al propio, giramiento de cabeza acompasado con el de la dama en cuestión, tensión mínima y necesaria entre los "besantes", y, tachán, juntamiento de bocas; y yo soy más partidaria de otro tipo, del besazo más concretamente. En fin, que si hago memoria a Peniche le recuerdo menos de lo que le habré visto en pantalla, porque junto con César Évora, es de esos actores de novela que siempre están ahí tanto para un roto como para un descosido, vamos que tan pronto te hacen de galanazo maduro, como te hacen de cura, como te hacen del malo de la historia; aunque para mi ha sido su papel de Nepo en Que pobres tan ricos el que más me ha gustado, no sé si por ser algo diferente, por lo menos para mi, por lo gracioso y tierno del personaje a la vez, el caso es que en mi retina se ha quedado.

Así que no me disgustó en absoluto que se anunciase su entrada en La Malquerida, en el papel de Héctor, para compensar a Cristina por el rechazo de su joven marido, una vez enamorado de su hija. Y la cosa prometía, hasta que su papel resultó ser el de un hombre tan, tan, pero tan perfecto, que su perfección aburre, agobia y cabrea, que casi aparece por la Benavente con su coronita de santo, y haciendo saber al personal de su inmediata canonización. Amen de que se encuentra en todos los fregados, por lo que poco me extrañaría que fuese el encargado de salvar a Alejandra de las manos de Danilo, una vez que Ulises, obviamente, le cuente todo lo que sabe, y juntos se conviertan en algo así como los Batman y Robin de El Soto.

Entiendo que era y es la pareja de compensación perfecta para el personaje de Victoria Ruffo, y es que no se puede obviar que ambos son de la misma escuela, de esa escuela de mirada penetrante a cámara, mini silencio comedido para a continuación hacer movimiento brusco, o cambiar el tono de la voz para dar más énfasis a lo que se viene diciendo, o el tenue y mínimo movimiento de cadera para así colocar un pie sutilmente, o en ocasiones no tan sutilmente, delante del otro; vamos que su acople como pareja es más que indicado. Pero, ¿de verdad tiene que ser tan aburridamente perfecto?

Sería tan interesante que dotasen al personaje de cierta picardía, de cierto egoísmo, de cierta, bien entendida, maldad. Sería tan interesante que usase lo que sabe, o sospecha, sobre la relación de Esteban y Acacia para conseguir que Cristina se alejase definitivamente de su marido. Porque de momento no lo está logrando, más que conquistarla tal pareciera que lo que quiere es alejar a los protagonistas del amor prohibido.

Si le dieran algo de vidilla al personaje de Héctor dejaría de ser el metiche salvador para convertirse en el amor de Cristina, y así de paso, dejaría vía libre a la querencia.

martes, 7 de octubre de 2014

Carta abierta a Andrea Legarreta

Querida Andrea,

Me atrevo a escribirte esta carta como si nos conociéramos de toda la vida, como si mis opiniones te importarán en algo, inclusive, como si la fueras a leer, y, por ello, me permito el lujo de tratarte de tú y no usar el usted, como si estuviéramos entre amigas.

No sabes lo mucho que te agradezco que hayas aclarado que tanto Esteban como Acacia son personajes de una telenovela, más concretamente de la producción del güero Castro, si no me lo llegas a decir casi seguro que me siento delante del teléfono esperando la invitación a su boda. Claro que hubiese estado más que bien que hubieses aclarado que también son personajes de novela: Cristina, Ulises, Héctor, Danilo, Alejandra, en definitiva, cada uno de los personajes que aparecen en La Malquerida. Claro que, a lo mejor, lo que querías no era aclarar ese punto, si no mostrar tu disconformidad con algunas críticas que te has podido encontrar. Eso sí mi querida Andrea, si me permites, en caso de que hayas leído improperios, descalificativos e insultos, no quiero ni comentarlos, me dan vergüenza ajena.

En alguna ocasión, podrán ser dos o tres, te he hecho llegar a través de Twitter mi disconformidad con lo que venias comentando sobre la novela La Malquerida; y cuando ayer en el programa Hoy, ya me perdonarás que no lo viese antes y te venga a contestar hasta ahora, pero vivo en España, nos hiciste el gran favor de matizar que tanto Esteban como Acacia no eran más que personajes de novela y añadiste, con cierto tono sarcástico, que no ibas a realizar comentario alguno sobre la citada novela por lo que se te podría decir después, me orillaste a escribirte esta carta, ya que en parte me sentí aludida mi querida Andrea.

En la vida uno opina sobre su trabajo abarcando todos los frentes, opina sobre su trabajo en sí, opina sobre sus compañeros, opina sobre su jefe, opina sobre la empresa, pero de cara a terceros, y, en su caso, de cara al público, uno opina con cierta delicadeza, y cierto decoro, más que nada porque uno está opinando de la mano que le da de comer, sin olvidar que entre bomberos no hay que pisarse la manguera, una expresión un tanto vulgar pero que de seguro, mi querida Andrea, entiendes a la perfección.

Entiendo cuál es tu trabajo, o por lo menos creo entenderlo, eres una presentadora de televisión que como tal conduce un programa de televisión al lado de otros compañeros presentadores. Llegados a este punto, creo que tendré que hacer uso de la comparación de tus comentarios con los de tus compañeros, y eso que dicen que las comparaciones son odiosas, pero en muchas ocasiones se hacen más que necesarias para explicar las cosas, porque de otro modo no se entienden, y parece, mi querida Andrea, que contigo voy a tener que usar la comparativa.

A mi personalmente me parece maravilloso que opines, en primeras porque la opinión es libre, y ya sólo con eso tienes todo el derecho del mundo a opinar, pero ¿qué tal si te fijas en como opinan tus compañeros? Tus compañeros también han criticado la relación, en la novela, de Esteban y Acacia, pero no lo han hecho con la inquina con la que lo has hecho tú, por eso te he dicho que las comparaciones son odiosas pero en ocasiones necesarias, y es que, incluso, me ha llegado a dar la sensación de que ibas a devolver hasta el desayuno, y yo, mi querida Andrea me preocupo por tu salud.

Dicho todo ésto, te invito a que pidas a la producción del programa que presentas y del que eres imagen, y generadora de opinión, que te haga el favor de hacerte llegar una selección de vídeos de ti misma comentando distintas novelas, incluyendo, por supuesto, los comentarios tan poco cuidados que has venido vertiendo sobre La Malquerida; y que, una vez vistos con calma, con tranquilidad, hagas una pequeña reflexión, porque me da a mi que la que se está tomando bastante personal a estos dos personajes estás siendo precisamente tú. Te haría llegar yo misma todo ésto, pero tengo que trabajar, amén de que a mi me sería más complicada la recopilación, ya me perdonarás. Eso sí, ya de paso, mi querida Andrea, espero que me digas si tú eres de ese grupo de personas que piensa que las novelas han nacido con el propósito de educar a la gente, y si es así, que medites ante semejante exabrupto.

Y sin más me despido mi querida Andrea, no sin antes esperar de ti un poco de autocrítica, que de vez en cuando no nos viene nada mal. A ninguno.

Hablando de... Mane de la Parra

No voy a hablar de Mane de la Parra en lo que a su carrera en general se refiere, o sobre sus logros o no logros, simple y llanamente porque no le he seguido, ni sé de su trayectoria lo suficiente como para emitir una opinión un poquito fundada, y tampoco voy a hacer el paripé de usar wikipedia y hacerme la entendida. Lo que quiero hacer, y lo que voy a hacer, es hablar sobre su papel en La Malquerida, hoy quiero hablar sobre Ulises.

Entiendo perfectamente a todas aquellas a las que les gusta el personaje de Ulises, lo entiendo porque es una clase de chico que puede gustar, guapo, simpático, agradable, bonachón, pero para mi que le falta la chispa. Esa chispa que tiene que tener todo personaje para dejarte fascinada, para enamorarte de cada comentario que haga, de cada actuación que tenga, de cada instante en el que aparece en pantalla, incluso cuando hace algo inapropiado, esa chispa te lleva a defenderle, porque sabes que el personaje tiene algo más para darte. No sentí nada de ésto con el personaje de Ulises desde un principio, además de que no le vi ninguna química con Acacia, y es tan importante la química en una pareja dentro de una novela. Importancia que va desde la pareja protagónica hasta la pareja entre personajes satélite. Por qué, si no tienen eso, ¿qué te pueden ofrecer?

Desde un principio Ulises me pareció el típico primer noviete que todas deberíamos tener en nuestra vida. Ese novio que te ilusiona cuando te llama, cuando te escribe, cuando te visita, cuando te da esos besitos monos, esos que están llenos de emoción pero a los que les falta pasión, decisión, determinación, desesperación, amor sin límites. A los que les falta todo lo que todas deberíamos sentir alguna vez en nuestra vida.

La relación entre Acacia y Ulises ha venido siendo una relación de principios, de primeras ilusiones, de primeros besos, de primeras dudas, de primeras discusiones, de primeros apelativos cariñosos, de primeros te quieros, Pero es tan difícil que los principios se conviertan en pasión, en necesidad, en anhelos, en esperanza, normalmente uno usa los principios para conocer sus siguientes, para saber que esperar del amor, para conocer que quiere en su vida y que no; ¡suerte de quien convirtió un principio en un para siempre!

Yo me quedo con el deseo, con la pasión, con la locura, con el amor en toda la extensión de la palabra, con eso que Esteban sí puede dar, yo no quiero principios.

lunes, 6 de octubre de 2014

Opinando sobre... Los Miserables

Mis expectativas con Los Miserables eran exageradas. Había disfrutado tantísimo de La Patrona, que veía imposible que una nueva novela en una línea muy parecida, compartiendo misma actriz protagónica, me llenase lo suficiente como novelera... Pero, si La Patrona me encantó; Los Miserables me han enamorado. Los capítulos emitidos hasta ahora, apenas los primeros cuatro, me han bastado para que ya crea que va a ser una de las novelas del año, y una de mis novelas favoritas. Además, empezar la novela cómo la empezaron, ¡qué precioso guiño juntar a Lucho y a Gabriela! Ahora Pedro y Lucha.

Tanto La Patrona como Los Miserables son telenovelas cuyos libretos son adaptaciones de grandes obras de la literatura, que como historias clásicas han sido versionadas y llevadas en multitud de ocasiones al cine, el teatro, la televisión (incluyendo el género de la novela); pero estas dos novelas van más allá de la historia en la que se basan. Si bien la esencia está ahí, la imagen de la mujer fuerte, aguerrida, que ama y odia, lucha y sufre, hace que estás historias vallan más allá. O por lo menos así me lo pareció desde que vi los primeros capítulos de ambas telenovelas. Y ya estoy deseando ver a esa Lucha Durán enamorada del comandante Daniel Ponce, teniendo que luchar, no sólo por demostrar su inocencia, sino contra su propio corazón, sus propios sentimientos, y sé que lo disfrutaré enormemente. Igual que disfruté viendo como Gabriela Suárez, una vez convertida en Verónica Dantes, luchaba contra ella misma, al negarse que amaba a Alejandro Beltrán. Ver al personaje de Aracely Arámbula mostrar la más absoluta frialdad, mezclada con una maravillosa coquetería, ante el personaje de Jorge Luis Pila, para segundos después de que él saliese de escena, derrumbarse en el sillón con las lágrimas cayendo por sus mejillas, era impagable. Y sé que como éstos, me esperan nuevamente momentos impagables.

Hablando de Aracely Arámbula, desde que aterrizó en Telemundo me sorprendió su actitud respecto a su imagen. Y me explico. Que una actriz de novelas como Aracely Arámbula, que es considerada una mujer sexy, atractiva, que tiene una imagen de cara al espectador muy femenina y que además gusta mucho; no tenga problemas en aparecer en pantalla con ese cuidado maquillaje de cara lavada, que cambie de imagen como en el inicio de La Patrona, con aquel pelo castaño, sencillo y sin gracia, para después salir completamente demacrada una vez encerrada en el manicomio, que ahora la veamos en Los Miserables vestir con ropas que no la favorecen especialmente, o con un uniforme con el que está sosa a rabiar; y que encima haga uso de esas imágenes compartiéndolas en las redes sociales; no sólo me ha sorprendido gratamente, sino que ha hecho que como actriz me gusté mucho más de lo que me podía venir gustando anteriormente.

Creo que Aracely Arámbula es otra desde que aterrizó en Telemundo, es como si aquí hubiesen sido capaces de sacar o permitir una parte de ella como actriz que hasta ese momento se hallaba escondida. Es más, pensaba que después de Gabriela Suárez me sería imposible enamorarme de Lucha Durán, pensaba que Aracely Arámbula no sería capaz de despegarse de Gabriela, y que parte de su esencia se la imprimiría a Lucha, pero me equivoqué. Cuando veo a Lucha, veo a Lucha; porque Arámbula ha conseguido que olvide a Gabriela y me enamore de Lucha.

En cuanto a lo que a la historia en sí se refiere, no creo que se le pueda pedir más. Hasta las historias secundarias a la trama principal son necesarias, acordes en tiempos, perfectamente introducidas, narradas, tratadas. Aunque habrá que esperar a que la historia se vaya desarrollando, y los capítulos se vayan sucediendo, si que es cierto que desde el minuto uno en el que comencé con esta novela de Valentina Párraga caía rendida a sus pies. Y eso es tan difícil, que no puedo otra cosa que alegrarme enormemente por esta humilde novelera.