CRISTINA: Nada de patrona Esteban. Cristina, dime Cristina (hace una pausa, le sonríe levemente). Y nunca más vuelvas a tratarme de usted, tú no. Ya no.
Esteban se queda dubitativo, no sabe bien que decir, abre levemente la boca, la vuelve a cerrar.
CRISTINA: Brindemos Esteban.
Cristina acerca su copa a la de él, las chocan con delicadeza, se acercan las copas a la boca, se miran a los ojos, beben.
ESTEBAN: Patrona... (Cristina encarna una ceja) Cristina. (Esteban sonríe) Hay que hablar sobre los sembradíos, especialmente hay que hablar sobre la cosecha de algodón. Aún no me ha dicho (aprieta los labios) aún no me has dicho si quieres que lo almacenemos o si ya hay compradores a los que llevárselo.
CRISTINA: Cierto Esteban, aún no lo hemos hablado.
En el salón, Juan Carlos y Elena están sentados en el sofá, de espaldas a la puerta del despacho, mientras Acacia está sentada en el sillón de la izquierda. Hablan distendidos, si bien Acacia no deja de mirar cada pocos segundos, de refilón, hacia la puerta del despacho.
JUAN CARLOS: Las cosechas de este año serán inmejorables. (Mira a su nieta) Mi hijita, ¿te pasa algo?
Acacia se sobresalta.
ACACIA: No abuelo, estaba pensando... (Hace una pausa, se sienta más recta, mirando a su abuelo) Verás, quisiera dedicar mi tiempo en la hacienda a algo más que pasear, leer, ir al lago... Y me gustaría mucho aprender a montar mejor a caballo. (Hace una pausa) ¡Cómo una amazona!
JUAN CARLOS: ¿Amazona? ¡Qué cosas dices mi hijita!
ELENA: ¿Y por qué quiere mi nieta montar tan bien a caballo?
Elena mira con extrañeza a Acacia, sin sonreír, Juan Carlos también la mira, pero sin borrar la sonrisa de su rostro. Acacia está nerviosa.
ACACIA: Ay no sé abuela, es sólo una idea. Me gustan tanto los caballos, y desde que murió mi papá...
Juan Carlos interrumpe a Acacia.
JUAN CARLOS: No hay nada de malo mujer (acaricia el brazo de su esposa). Mi nieta sólo quiere ocupar su tiempo en algo.
ACACIA: Así es abuelita. Pero, ¿quién me podría enseñar?
Los tres se quedan pensativos unos segundos, Acacia mira a sus abuelos de reojo.
ACACIA: Debería ser alguien que supiese montar muy bien, y en el que mi mamá y vosotros confiaseis plenamente. ¿No crees abuelo?
Juan Carlos la mira.
JUAN CARLOS: Así es mi hijita, así es. (Juan Carlos medita unos segundos más) ¡Ya está mi hijita! Esteban, que te enseñe Esteban.
Acacia sonríe levemente, con disimulo, y en seguida cambia a un semblante más frío.
ACACIA: ¿Tú crees abuelito?
JUAN CARLOS: Por supuesto mi hijita, yo no confiaría en nadie más para cuidar lo que yo más quiero.
ELENA: Pues sí mi amor, ahí mi viejo tiene razón. Esteban es el único en el que podríamos confiar.
ACACIA: Pero si yo se lo pido a mi mamá, dirá que no, que le quitaré tiempo para la hacienda...
Acacia adopta una cara triste, un poco de niña pequeña. Juan Carlos y Elena se miran un instante.
JUAN CARLOS: Tranquila, mi hijita. Yo se lo diré.
ACACIA: Ay abuelito, ¡gracias!
Acacia se levanta del sillón, se sienta al lado de Juan Carlos, le abraza y le da un beso. En ese momento, Esteban y Cristina salen del despacho.
JUAN CARLOS: ¿Ya trataron esos asuntos tan importantes?
CRISTINA: Sí papá, ¿verdad Esteban?
Cristina mira a Esteban y ambos sonríen.
ESTEBAN: Sí Cristina.
Juan Carlos y Elena se miran con cierta incertidumbre, mientras el semblante de Acacia se vuelve frío, serio, está claramente contrariada.
JUAN CARLOS: Oye mi hija, estábamos hablando con mi nieta y nos decía que quiere aprender a montar a caballo.
CRISTINA: Acacia ya sabe montar a caballo, papá.
JUAN CARLOS: Sí mi hija. Pero ella quiere montar como una (mira a su nieta, le pone la mano encima de la suya, y sonríe) ¡Amazona!
CRISTINA: ¿Amazona?
ELENA: Hija es sólo una manera de explicarlo.
JUAN CARLOS: Y tu mamá y yo pensamos que quien mejor que Esteban para ayudar a nuestra nieta.
Acacia, intenta disimular su sonrisa, está seria, altiva.
ACACIA: A mí me da igual quién sea.
JUAN CARLOS: Sí mi hijita, pero tu abuela y yo estaríamos más tranquilos si es Esteban.
CRISTINA: No papá, Esteban tiene muchas responsabilidades con el trabajo de la hacienda, no puede estar perdiendo su tiempo.
ACACIA: Ay mamá pues contrata a alguien si eso quieres.
JUAN CARLOS: No no mi hijita (Mientras mira a su nieta, luego vuelve a mirar a Cristina) Piénsalo mi hija.
CRISTINA: Está bien, lo pensaré.
Esteban está claramente incómodo, ha permanecido estático, sin moverse, mirando a todos mientras hablan. Mira a Acacia, ella no le devuelve la mirada.
ESTEBAN: Bueno, ya es hora de que me retire. Buenas noches a todos. Don Juan Carlos, Doña Elena gracias. (Mira a Cristina) Cristina, gracias por invitarme.
Esteban vuelve a mirar a Acacia pero ésta no le mira, tiene los ojos fijos en el suelo. Sale, con paso lento.
ACACIA: Yo me retiro también, estoy muy cansada.
Acacia se pone en pie, se agacha, se acerca a Juan Carlos y le da un beso.
ACACIA: Buenas noches abuelo (Se gira hacia su abuela, le da un beso) Buenas noches abuela. (Se acerca a su madre, y también le da un beso) Hasta mañana mamá.
Acacia se dirige hacia su habitación, va hacia el pasillo, gira levemente la cabeza y cuando ve que ni Juan Carlos, ni Elena, ni Cristina, la observan, sale corriendo de la casa.
Fuera de la casa, en el patio, Esteban anda a paso tranquilo, camino de su habitación.
ACACIA: ¡Esteban!
Esteban se gira, con la extrañeza reflejada en su rostro.
ESTEBAN: ¿Acacia?
Acacia se acerca corriendo a él. Se para a sólo unos centímetros. Ambos se miran a los ojos.
ACACIA: Estoy deseando que me enseñes a montar...
Se acerca a él con un rápido movimiento, le pone las manos en los hombros y le da un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios. Acacia se separa de él, le sonríe, se da media vuelta y corre camino de la casa. Esteban la mira irse, claramente confundido. Se da media vuelta y vuelve a dirigirse a su habitación.
En una esquina del patio, el Rubio y Luisa están sentados el uno junto al otro.
RUBIO: Ya ves mi Luisita, yo te dije.
LUISA: Ve a hablar con Esteban.
Luisa se levanta del banco de piedra, se gira hacia el Rubio.
LUISA: Y me cuentas, ¿eh?
Luisa se agacha y le da un rápido beso al Rubio en los labios, se da media vuelta y se marcha. Él se toca los labios con la mano.
RUBIO: Ay mi Luisita.
Esteban está en su habitación, se ha quitado la camisa y se dispone a ponerse el pantalón de dormir, que tiene en la mano. Tocan en la puerta. Esteban mira a la puerta, se queda inmóvil. Vuelven a tocar, Esteban abre la puerta.
ESTEBAN: Ah Rubio, eres tú.
RUBIO: Pues a quién esperabas si no es a mi compadre.
Esteban mira al Rubio pero no dice nada.
RUBIO: Traigo una botella
Le enseña una botella de tequila medio vacía en una mano, y dos vasos de tequila que lleva en la otra. El Rubio coge una silla y se sienta, Esteban hace lo propio en la esquina de la cama, frente a la silla. El Rubio le pasa un vaso a Esteban, abre la botella y sirve ambas copas, cierra la botella y la deja en el suelo.
RUBIO: Oye compadre (Chocan los vasos, ambos beben) Ya la niña Acacia hasta te da tus besitos.
ESTEBAN: ¡No digas tonterías Rubio!
RUBIO: Pues si yo lo vi. Que andaba yo en el patio con la Luisita.
Esteban coge la botella del suelo, la abre y vuelve a servir en las copas.
ESTEBAN: Rubio sólo me daba las gracias.
RUBIO: ¿Las gracias de qué o qué?
ESTEBAN: La voy a enseñar a montar a caballo.
Ambos beben, el Rubio se ríe.
RUBIO: ¿Enseñar? ¡Pero si la niña Acacia sabe montar!
ESTEBAN: Quiere montar mejor, eso es todo.
RUBIO: Pa' mi que te gusta la niña Acacia... (Sirve otra vez tequila, mira a Esteban que no dice nada, sólo bebe de su copa. Le vuelve a servir.) Y pa' mi que también la patrona te mueve.
Esteban sigue sin decir nada. Le quita al Rubio la botella de la mano y se sirve una copa, sólo en su vaso, se la bebe.
RUBIO: Pero, ¿a quién querrás pues? ¿A la madre (hace una pausa) o a la hija?
Ambos se miran, Esteban agacha la cabeza, sujeta el vaso con ambas manos, no dice nada sólo observa el vaso vacío.
Laura González López (2014. España)