jueves, 2 de octubre de 2014

Hablando de... Christian Meier

Me resulta imposible hablar de Christian Meier con la imparcialidad apropiada, tal y como ya dije en mi primer post, me tiene encandilada. Si bien, lo voy a intentar, esa es la ventaja de estar obnubilada, sí, además de encandilada, y no ser fan, que puedes darle algún matiz de objetividad a lo que escribes. Por lo menos lo voy a intentar. No es que no sea fan de Meier porque dicho rol me lo reserve para otro actor, actriz, o artista, no; simplemente que, si tengo que ser fan de alguien en esta vida, soy fan de mi madre y del Papa Francisco.

La primera vez que vi a Meier fue en la telenovela Luz Maria. Cuando la estrenaron por primera vez en España yo era una cría y no fue, hasta varios años después que la pude ver completa en alguna de sus tantas reposiciones. Después de dejarme encantada con su papel de Gustavo, he seguido todas sus telenovelas, aunque de algunas he visto capítulos sueltos, de otras no me he perdido ni uno, como en el caso de La Tormenta, Doña Barbara o Alguien te mira, y por supuestísimo, fiel me tiene con La Malquerida. Muchas cosas llamaron mi atención de esta novela, pero negar que el hecho de que se anunciase a Christian Meier como su protagonista no era una de ellas, sería mentir vilmente. Y ese no es mi estilo.

Reconozco que de haberse elegido otro actor, especialmente pienso en Sergio Goyri, a la segunda semana hubiese dejado de ver la novela día a día, capítulo a capítulo. No tengo nada en contra del señor, pero con los problemas de guión, de continuidad, de definición de personajes, de desarrollo de la trama, tenerle a él hubiese sido la gota que hubiese colmado el vaso de la paciencia de esta novelera. Durante casi 80 capítulos esperé a que empezase el lío, el meollo, el asunto, vamos, en definitiva, la querencia (¡que bien ha venido este vocablo del Rubio!) y estoy plenamente convencida de que, si no me hubiesen puesto de vez en cuando a Meier sin camisa, no hubiese podido soportarlo. Bromas aparte, o ni tan aparte.

Desde el comienzo de la novelaMeier fue el causante de que se crearan dos bandos diferenciados, en un lado los que estábamos conformes y satisfechos con su actuación, y por otro lado los que no le encontraban el punto. Inclusive en muchas ocasiones, se llega a confundir al personaje con el actor, o a la inversa, hay quién no entiende que Christian Meier es Esteban en La Malquerida, pero Esteban no es Christian Meier.

Una de las críticas que más se ha usado, ha sido mediando la comparativa con Pedro Armendáriz, con la fuerza de su mismo personaje pero en la película. Un personaje rudo, muy mexicano, con, si se me permite, ese machismo desagradable. No entiendo que se quisiera extrapolar dicha esencia al personaje de Esteban en la novela, que se pidiese guardar esa similitud con el de Armendáriz, ese matiz de macho mexicano, puesto que no le encuentro ningún sentido a los estereotipos. Aunque si hay algo en lo que estoy de acuerdo, o más bien, que he notado, el cambio que ha dado Meier.

Al principio de la novela le vi excesivamente estático, no sé si por la historia, si por estar grabando en esa producción, si por la presión, o porque la química con Ruffo, en los momentos maritales propios, era más bien inexistente; lo cierto es que no le vi cómodo. Sí que me creía al personaje, sí que empatizaba con él, sí que me ayudo a posicionarme del lado de Esteban, sí que comencé a adorar a éste, pero a él no le veía del todo suelto. No le vi como a Santos Torrealba o a Santos Luzardo, que al verlos parecía que detrás no existía Christian Meier. Lo que no ha cambiado ha sido la química existente entre él y Ariadne Diaz desde el minuto uno ¡impagable! Y cuando digo el minuto uno creo que me estoy alejando, porque me da a mi que es más apropiado hablar desde el segundo uno; cuando ella camina por la hacienda, recién llegada, y él la ve caminando, justo antes de presentársele como el patrón de la Benavente. Ahí yo pensé ¡por favor que tengan muchas escenas juntos!

Se ha dado un cambio en Meier, no sabría decir ni en que capítulo, ni en que minuto, ni en que escena. Sólo se que ahora lo disfruto aún más si cabe. Así que entre ésto, su manera de andar, su mirada, su voz, su porte, su sonrisa, como le quedan las camisas, como le queda el no llevar camisa... ¿A quien quería yo engañar cuando al principio de este post escribía que iba a intentar ser objetiva? Prometo que intentarlo, ¡lo intenté!

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