CRISTINA: Nos vemos ahora Esteban.
Cristina sigue teniendo la mano en el brazo de Esteban y con la otra se atusa el cabello, en un claro signo de coquetería. No deja de sonreír, no en una amplia sonrisa, sino en una sonrisa comedida, apenas un mohín. Esteban sonríe, más incrédulo que coqueto.
ESTEBAN: Patrona de verdad que no es necesario, yo...
Ella le interrumpe.
CRISTINA: Esteban no hay un no por respuesta.
Cristina se da media vuelta, anda apenas unos pasos y gira ligeramente su cuerpo, apenas el tronco superior.
CRISTINA: Acostúmbrate Esteban, hoy es sólo la primera noche.
Cristina camina nuevamente hacia la casa. Esteban la observa, mientras a su espalda se acerca el Rubio.
RUBIO: Mira que suertudote Esteban, la patrona y la niña Acacia queriendo su tiempo contigo...
El Rubio se sitúa a su lado, mientras sujeta el palillo en la boca y mira en dirección a Cristina, que ya se pierde de la vista de ambos, entrando en la casa.
ESTEBAN: No digas tonterías Rubio.
Esteban mira al Rubio con desdén y se va hacía la casa, rumbo a las habitaciones de los empleados que viven en ella. El Rubio sonríe.
RUBIO: Tonterías, sí como no.
El Rubio se ríe, siguiendo el mismo camino que acaba de hacer Esteban, mientras tararea en un suave tono de voz.
Acacia está en su habitación, tiene varios vestidos encima de la cama, así como pantalones y faldas. Coge un vestido blanco, lo mira, sonríe.
ACACIA: ¡Éste es perfecto!
En el patio cerca de las habitaciones de los empleados, Luisa camina con una cesta en las manos, el Rubio se cruza con ella.
RUBIO: Mi Luisita.
Se acerca a ella y le da un beso en los labios, Luisa le responde fríamente y enseguida se aparta.
LUISA: Rubio estás sucio, me vas a manchar.
RUBIO: ¿Cómo voy a estar? Pues sucio mujer, si vengo de la tierra.
LUISA: Ay, ¿y qué?
El Rubio la observa de arriba abajo, en sus ojos, en su sonrisa, se ve lo enamorado que está de la criada de la casa. Luisa lo mira con indiferencia, con hastío, pero intenta sonreír, aunque una mueca extraña sea lo único que consigue.
RUBIO: Oye Luisita, ¿tú sabes si la niña Acacia tiene sus amoríos por ahí?
LUISA: Rubio, qué voy a saber yo de la niña Acacia. Sabes que es una sangrona, y yo sólo soy una criada.
RUBIO: Pues lo que eres melocotón, criada, como yo.
LUISA: ¡No me digas así!
RUBIO: Ay perdón mi Luisita. ¡Qué carácter te me gastas!
LUISA: Y bien, ¿por qué me preguntas?
RUBIO: Fíjate mi Luisita que yo creo que a la niña Acacia como que le gusta mi compadre, que quiere con él.
LUISA: ¿Tú compadre? ¿La niña Acacia con Esteban? ¡No digas babosadas!
RUBIO: No son babosadas, ya vas a ver. Siempre lo busca, siempre está pendiente de él. No me digas que no la ves salir de la hacienda en las tardes.
LUISA: Rubio sale a pasear y leer, lo hace desde niñas.
RUBIO: Pues te digo, que sale con el libro pero no lee, ¡qué busca a mi compadre! Y pa' mi que la patrona también.
LUISA: ¡Qué tonterías dices!
RUBIO: No más tú espera, ya vas a ver. (Hace una pausa) Ya vas a ver...
LUISA: Me marcho, que hay que servir la cena a los patrones.
RUBIO: ¡Y a Esteban! (La coge por la cintura) Dame un beso.
Luisa se aparta.
LUISA: ¡Qué me dejes!
Luisa se aleja mientras el Rubio la observa, cuando ella entra en la casa, se da media vuelta y sigue andando hacia las habitaciones. Comienza a tararear otra vez.
En el salón de la Benavente, Cristina, Juan Carlos y Elena esperan sentados en el sofá.
JUAN CARLOS: Hijita, ¿qué hace mi nieta?
CRISTINA: Se está arreglando papá.
ELENA: Tranquilo viejo, que ya no tarda.
CRISTINA: Hoy empezaremos a cenar más tarde. También hay que esperar a Esteban.
Juan Carlos y Elena se miran extrañados, ambos se giran para mirar a Cristina.
JUAN CARLOS: ¿A Esteban hijita? No sabía que cenaría con nosotros.
ELENA: ¿Y por qué lo invitaste hija?
CRISTINA: Tengo asuntos de la hacienda que tratar con él mamá. Sabes que ha sido de gran ayuda para mí desde que murió Alonso.
JUAN CARLOS: Es verdad mi hija, sin él jamás habrías podido sacar esta hacienda adelante.
ELENA: ¿Pero invitarle a cenar?
CRISTINA: Me pareció buena idea.
Juan Carlos y Elena vuelven a mirarse extrañados, Juan Carlos se encoge de hombros, dejando claro a su esposa que no entiende la actitud de su hija.
En uno de los cuartos de servicio, Esteban acaba de salir de la ducha y observa los vaqueros y la camisa que hay encima de la cama, una camisa ya vieja y usada. Se sienta en la cama, sin vestirse antes.
ESTEBAN: Acacia, ¿qué me pasa contigo? (Suspira) ¿Por qué el momento más feliz de mi día es cuando me encuentro contigo, cuando paseamos, cuando hablamos? (Se levanta de la cama, coge los pantalones) ¿Y tú? ¿Será lo que dice el Rubio? (Niega levemente con la cabeza) No, eso no puede ser. Ni tú ni la patrona. (Se queda quieto unos instantes, niega nuevamente con la cabeza y comienza a vestirse).
En el salón siguen sentados Juan Carlos, Elena y Cristina. Acacia llega.
JUAN CARLOS: ¡Pero qué guapa mi nieta!
ACACIA: ¿Tú crees abuelo?
Acacia sonríe a su abuelo mientras se acerca para darle un beso, luego se dirige a su abuela y a su madre, dando sendos besos.
ELENA: Sí mi amor, estás muy guapa.
ACACIA: ¡Gracias abuela!
Acacia mira a su madre, pero Cristina no dice nada. En ese momento entra Esteban en el salón.
ESTEBAN: Buenas noches.
Se acerca a Juan Carlos y le estrecha la mano.
ESTEBAN: Don Juan Carlos (Mira a Elena) Doña Elena. Buenas noches.
JUAN CARLOS: Buenas noches Esteban.
ELENA: Esteban.
CRISTINA: Pasemos a la mesa ahora que ya estamos todos.
Cristina posa suavemente su mano en la espalda de Esteban y con la otra señala dirección a la mesa. Juan Carlos y Elena se miran en un gesto cómplice, que vuelve a indicar incertidumbre. Acacia mira la mano de su madre y frunce el ceño. Esteban camina hacia la mesa acompañado de Cristina, pero se gira muy sutilmente hacia Acacia, que se encuentra detrás de él, sus ojos se encuentran, ambos sonríen.
En la cocina Rosa y Luisa están cenando con el Rubio.
RUBIO: ¿Cómo ve Rosa? Mi compadre cenando con los patrones.
Rubio mira a Rosa, que a su vez lo mira a él.
ROSA: Rubio eso a ti no te importa, es lo que la patrona ha dicho.
RUBIO: No se ponga así Rosa, yo sólo decía.
ROSA: Pues no digas y come.
Luisa hace una mueca, sin levantar la cabeza, y continúa cenando.
En el comedor la cena ya ha terminado.
JUAN CARLOS: ¡Qué rica cena!
ELENA: Tienes razón viejo, Rosa cocina maravillosamente.
CRISTINA: Si nos disculpáis, Esteban y yo tenemos asuntos que tratar. (Se dirige a Esteban) Esteban, por favor, acompáñame al despacho.
ESTEBAN: Sí patrona. (Se dirige a Juan Carlos y Elena) Con permiso. (Mira a Acacia, y sin que nadie le vea, la guiña un ojo. Acacia sonríe).
Mientras Cristina y Esteban se dirigen hacia el despacho, Juan Carlos mira primero a su nieta, que está sentada frente a él y después a su mujer, sentada a su derecha.
JUAN CARLOS: Mientras ellos hablan, vayamos a la sala.
Los tres se levantan de la mesa. Elena coge del brazo a su marido, Acacia anda detrás de ellos con gesto serio.
En el despacho Esteban permanece de pie, mientras Cristina cierra la puerta.
CRISTINA: ¿Te sirvo Esteban?
ESTEBAN: No hace falta patrona.
CRISTINA: Hace falta Esteban, yo voy a tomar y no me gusta tomar sola.
Mira a Esteban coquetamente, se dirige al mueble bar, andando despacio, moviendo lentamente su cuerpo.
ESTEBAN: Patrona usted dirá, ¿hay algún pendiente?
Cristina se gira y se dirige hacia él con dos vasos de tequila, uno en cada mano, le acerca la mano derecha y Esteban coge el vaso.
CRISTINA: Nada de patrona Esteban. Cristina, dime Cristina (hace una pausa, le sonríe levemente) Y nunca más vuelvas a tratarme de usted, tú no. Ya no.
Laura González López (2014. España)
No hay comentarios:
Publicar un comentario