martes, 14 de octubre de 2014

Carta abierta al güero Castro

Querido José Alberto,

Te escribo esta carta con el tú, con esa cercanía que, de existir, me habría permitido poder decirte estas cosas en persona. Te escribo esta carta, mi querido José Alberto, porque estoy preocupada por ti. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has dejado que la que podría haber sido tu gran novela, tu mayor éxito, el punto de mayor apogeo en tu carrera, la novela del cambio, se te escapase de las manos? La novela que, incluso, podría haber superado a Rubi o Teresa.

Siempre has hecho buenas historias, vale sí, las mejores han sido adaptaciones, pero tan bien hechas, que al verlas olvidabas que eran adaptaciones; todas tan bien hiladas, tan bien nutridas, tan bien realizadas, que superaban hasta las expectativas. ¡Yo dejé de ir a clase, en la universidad, cuando pasaban Rubi en España! Con eso te lo digo todo. Y un buen día apareces, diciendo que quieres hacer novela de la obra de teatro de un premio nobel, del español Jacinto Benavente, y todos nos emocionamos. Bueno vale, los moralistas y puritanos no se emocionaron, pero lo de esos es otro cantar. ¿O no lo es? ¿O esos moralistas de "bocachancla" fueron los que te llevaron a todo esto? Ay, mi querido José Alberto, cómo me gustaría verlos por un agujerito en su día a día.

Desde luego, te aseguraste un buen pedazo de rating antes del primer capítulo, en primeras por aquellos a los que nos llamó la atención la trama, la historia, el, por qué no decirlo, morbo, que moríamos de ganas de ver algo nuevo en novela, algo diferente, incluso nos emocionábamos al pensar que, por fin, en Televisa se iba a hacer algo original, y no un refrito de refrito de adaptación; y de segundas, por la ola de fieles fans que hay por el mundo novelero, que bien sabías lo que hacías cuando repartías los papeles. ¿Y en que se quedó todo esto mi querido José Alberto? Pues en agua de borrajas, vamos, lo que viene siendo, en nada.

Soy totalmente partidaria del suspense, de la intriga, de llevar la trama por los derroteros necesarios para crear expectación, no vamos a vender la piel del oso antes de cazarlo (ya me perdonarás el uso de tanto refrán español, pero es que una buena frase dice más que mil malas), de los cambios en los personajes según va avanzando la historia. Es más, personalmente, no soy partidaria del binomio bueno-malo, rico-pobre, villano-víctima, sino que me gusta más que se le dote al personaje de humanidad, porque en esta vida ni se es tan tan ni tan poco. Dicho ésto, seguro que te preguntarás por qué no te aplaudo La Malquerida, pues porque, mi querido José Alberto, ésto ha ido más lento que el caballo del malo, que lentitud más lenta.

¿Por qué tanto peso a las tramas secundarias? ¿Por qué tanta importancia a la relación Acacia-Ulises? Relegar al personaje de Acacia a tener una historietita de amor de manita sudada (a mi la escenita del río pues ni fu ni fa) cuando debería mostrar más atracción hacia el padrastro, incluso haber alargado la enemistad existente entre ellos al principio, o incluso si luego me hubieses liado a Ulises con Cristina, hasta lo entendería, es más, le hubiese encontrado su gracia. ¿Por qué tanta lentitud, tanta zozobra, en la relación Acacia-Esteban? Si se iba a dar esta relación sí o sí, ¿no hubiese sido mejor hacerlo con antelación? ¿Por qué el papel de mojigata de Cristina? Lo maravilloso que hubiese sido ver a Cristina de mala, luchándole a la hija el amor del hombre, con cierta maldad, con cierta picardía. ¿Por qué tan poca interacción del trío principal en las demás tramas? ¿Por qué tanto peso a Alejandra? Tanto peso que en más de una ocasión en vez de La Malquerida parecía La Turquesa.

Yo no sé que te ha pasado, no sé si ha sido desidia, no sé si ha sido que necesitabas un tiempo personal, no sé si es que confiaste en quién no debías para escribir esta historia, no sé que ha pasado. Pero, ¿es que no leíste los guiones antes de grabar los capítulos? ¿No te diste cuenta desde el minuto uno que un caracol iba a avanzar más rápido que La Malquerida? Porque a mi me hicieron falta menos de dos semanas para pensar, en dónde carajo te has metido Laura. ¿O es que, desde Televisa, muertos de miedo por los salvadores de la moral y el devenir de la humanidad, esos que piensan que las novelas se hicieron para educar a las masas, te obligaron a ello?. No lo sé, porque no sé que vinculación tienes con la empresa, cómo es el contrato, cuáles son las normas, como verás, a una le puede lo abogada, mi querido José Alberto, y no hay cosa que más me podría gustar en este mundo que enterarme de los entresijos contractuales de Televisa.

Bueno, en realidad sí hay algo que me podría gustar más en este mundo, que o bien retrocediésemos el tiempo para que pudieses empezar de cero esta historia, o bien te diesen más capítulos para componer la cosa. Pero me temo que ninguna de las dos soluciones es factible, la primera, porque según tengo entendido, de momento, lo de los saltos en el tiempo no está del todo arreglado, y la segunda, porque hagas lo que hagas, mi querido José Alberto, ya pasó el tiempo de componer la historia.

En fin, mi querido José Alberto, me da mucha pena todo ésto, que no haya resultado La Malquerida el novelón que todos esperábamos, aunque más pena me da que no te hayas comido todas las donas que debieras. Ya si eso, para la próxima.

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