Ahora que está a punto de acabar este 2014 y ya nos hayamos, por tanto, a las puertas del año nuevo, esta novelera trae por aquí sus diez peticiones noveleras, por si a Santa Claus o a los Reyes Magos, o a los habitantes del Olimpo novelero, se les ocurre hacerle el favorzote de cumplirlas. Con un par me conformo, gracias.
1. Quisiera una historia original bien escrita, ya basta de tanto refrito y adaptación. Aunque me hayan hecho una novelera feliz con Yo no creo en los hombres.
2. Quisiera que ya no más actrices/actores usen las notas en prensa para darse publicidad, que baste con su talento, y si no lo tienen, que se dediquen a otra cosa.
3. Quisiera un poco más de respeto entre los fans o seguidores de cada uno de los actores, no a los insultos, descalificativos.
4. Quisiera que se le diese cuartelillo a caras nuevas en las novelas, algún productor nuevo, algún escritor con talento no sólo para la adaptación.
5. Quisiera menos rumores fuera de foro, basta de pleitos, amoríos, trifulcas, inventadas. ¡Más buen rollo!
6. Quisiera menos sobreactuación. Igual que un abogado no opera a corazón abierto o un físico no se dedica a la psiquiatría, igual zapatero a tus zapatos, quién no vale para determinado rol, no vale, que no se fuerce.
7. Quisiera menos palmeros, en la historia de la humanidad se han dado pocos genios a los que no se les podía sacar ni el más nimio defecto, no hace falta tampoco tantos Mozart noveleros.
8. Quisiera más interacción tuitera, tan divertido comentar las novelas, sobre todo a través del tono sarcástico.
9. Quisiera más realismo, Petición que casi casi acompaña a la primera. Y de paso, quisiera que no se alarguen las novelas por muy exitosas que sean, se pierde la magia, la esencia.
10. Quisiera... Quisiera dejar esta última petición para mí, que tampoco hay que compartir todo lo transmitido al Olimpo novelero.
Y quisiera desear a todo el que me lee hoy o al que me lea mañana, o el mañana de mañana, una muy feliz Navidad, que la magia y la luz de estos días os acompañe los 365 días del año.
Novelera desde que mi abuela me inició, con una de las tantas reposiciones de Cristal, cuando apenas era una niña.
domingo, 21 de diciembre de 2014
miércoles, 17 de diciembre de 2014
El arte de escribir una telenovela
El post de hoy va a ser el más personal que haya escrito, no porque quiera convertir este blog en algo así como mi diario online, sino porque al tratar el tema del arte de escribir, en este caso, una telenovela, lo hago cuando yo misma he tenido la osadía de intentarlo. Digo intentarlo porque esto es más complicado de lo que yo misma esperaba.
Hace unos meses, cuando este blog empezó, tenía la intención de escribir sobre novelas, actores, algún escrito vario, pero jamás se me ocurrió tener la osadía de empezar a escribir una historia, de meterme en este mundo de la escribancia (palabra preciosa con la que mi amada costilla me alienta día a día, que al parecer es del uso de una auténtica escritora, y que con permiso anónimo se la tomo prestada). Mientras destripaba La Malquerida no pude evitar pensar en lo que a mí me hubiera gustado ver, en cómo, a mi entender, debería haber seguido la historia, y un buen día decidí plasmarlo. Previamente había escrito algunos finales alternativos, que ciertamente tuvieron más éxito del que yo misma esperaba, pero todos siguiendo la línea argumental que en ese momento llevaba la novela (de que hubo giro argumental, lo hubo, a mí que no me vendan gato por liebre), pero, finalmente, fui más allá. Escribí los denominados capitulines, siguiendo una linea argumental totalmente nueva, con personajes totalmente distintos, conservando los nombres, y me encantó. Me encantó darle vueltas a la historia, imaginarla, plasmarla.
Me encantó hasta el punto de decidir desarrollar una idea nueva, totalmente original, y en ello ando. Claro que ayuda mucho tener a alguien ahí que no sólo confía en ti sino que ha decidido soñar contigo, al final tendré algo que agradecer al güero Castro y a su producción, si no hubiesen aparecido en mi vida, mi costilla tampoco lo habría hecho. Y la llamo costilla no porque sea un hueso, sino porque tampoco la quiero meter en el aprieto de nombrarla con nombres y apellidos, que la confianza es bien enorme, pero el descaro puede serlo también.
Volviendo al arte de escribir, lo cierto es que cuando una decide entrar en este mundo de la escribancia se da cuenta de que es más complicado de lo que se podía imaginar en un principio, e incluso hace que una se replantee sus opiniones sobre lo mencionado anteriormente sobre algunos escritores, de los de profesión, no de aprendices cómo yo. Aunque eso sí, de otros ni pienso retractarme sobre lo dicho, ni pensar en ello siquiera. Escribir una telenovela no es tarea fácil, en absoluto, pero creo que es aún más complicado escribir una telenovela basada en una idea original, porque cuando estás adaptando, variando en mayor o menor medida, tienes una linea argumental que seguir, tienes una idea original estructurada que ya desarrolló alguien con anterioridad. Pero cuando escribes un original no vale sólo la idea, no vale sólo saber qué quieres contar, sino que además hay que ver cómo lo vas a hacer, por dónde lo vas a hacer; es tanto el qué vas a contar como el cómo lo vas a contar.
Cuando nos enamoramos de una frase romántica, cuando nos reímos de una broma o de una burla o de cierto humor negro, detrás siempre hay un escritor que se ha devanado los sesos para poder plasmarlo y que se haga realidad; claro que cuando una frase romántica nos da ganas de medirnos el azúcar por miedo a que haya subido en exceso, o cuando una pretendida broma nos da ganas de llorar de pena ajena en vez de reír, también hay detrás un escritor. Pero yo prefiero quedarme con lo bonito, más que nada, para no echarme para atrás y dejar la escribancia.
Hace unos meses, cuando este blog empezó, tenía la intención de escribir sobre novelas, actores, algún escrito vario, pero jamás se me ocurrió tener la osadía de empezar a escribir una historia, de meterme en este mundo de la escribancia (palabra preciosa con la que mi amada costilla me alienta día a día, que al parecer es del uso de una auténtica escritora, y que con permiso anónimo se la tomo prestada). Mientras destripaba La Malquerida no pude evitar pensar en lo que a mí me hubiera gustado ver, en cómo, a mi entender, debería haber seguido la historia, y un buen día decidí plasmarlo. Previamente había escrito algunos finales alternativos, que ciertamente tuvieron más éxito del que yo misma esperaba, pero todos siguiendo la línea argumental que en ese momento llevaba la novela (de que hubo giro argumental, lo hubo, a mí que no me vendan gato por liebre), pero, finalmente, fui más allá. Escribí los denominados capitulines, siguiendo una linea argumental totalmente nueva, con personajes totalmente distintos, conservando los nombres, y me encantó. Me encantó darle vueltas a la historia, imaginarla, plasmarla.
Me encantó hasta el punto de decidir desarrollar una idea nueva, totalmente original, y en ello ando. Claro que ayuda mucho tener a alguien ahí que no sólo confía en ti sino que ha decidido soñar contigo, al final tendré algo que agradecer al güero Castro y a su producción, si no hubiesen aparecido en mi vida, mi costilla tampoco lo habría hecho. Y la llamo costilla no porque sea un hueso, sino porque tampoco la quiero meter en el aprieto de nombrarla con nombres y apellidos, que la confianza es bien enorme, pero el descaro puede serlo también.
Volviendo al arte de escribir, lo cierto es que cuando una decide entrar en este mundo de la escribancia se da cuenta de que es más complicado de lo que se podía imaginar en un principio, e incluso hace que una se replantee sus opiniones sobre lo mencionado anteriormente sobre algunos escritores, de los de profesión, no de aprendices cómo yo. Aunque eso sí, de otros ni pienso retractarme sobre lo dicho, ni pensar en ello siquiera. Escribir una telenovela no es tarea fácil, en absoluto, pero creo que es aún más complicado escribir una telenovela basada en una idea original, porque cuando estás adaptando, variando en mayor o menor medida, tienes una linea argumental que seguir, tienes una idea original estructurada que ya desarrolló alguien con anterioridad. Pero cuando escribes un original no vale sólo la idea, no vale sólo saber qué quieres contar, sino que además hay que ver cómo lo vas a hacer, por dónde lo vas a hacer; es tanto el qué vas a contar como el cómo lo vas a contar.
Cuando nos enamoramos de una frase romántica, cuando nos reímos de una broma o de una burla o de cierto humor negro, detrás siempre hay un escritor que se ha devanado los sesos para poder plasmarlo y que se haga realidad; claro que cuando una frase romántica nos da ganas de medirnos el azúcar por miedo a que haya subido en exceso, o cuando una pretendida broma nos da ganas de llorar de pena ajena en vez de reír, también hay detrás un escritor. Pero yo prefiero quedarme con lo bonito, más que nada, para no echarme para atrás y dejar la escribancia.
martes, 16 de diciembre de 2014
La sobreactuación
Me ha llamado poderosamente la atención ver a algunos actores con cierta trayectoria caer en la sobreactuación, y sólo hablo de actores con cierta trayectoria porque a mi entender cuando se trata de actores jóvenes no se trata de sobreactuación sino de malactuación. Entiendo que debe ser bastante complicado para un actor de telenovelas llevar a cabo un personaje durante tantos meses de grabación, teniendo que darle ciertos matices únicos, otorgándole al personaje una esencia. E igualmente entiendo que debe ser complicado pasar de un personaje a otro totalmente diferente, pero, ¿no es esa la magia de la actuación? ¿No es esa la auténtica esencia de ser actor, dar vida a personajes diferentes y conseguir que el público crea en ellos?
No quiero dar nombres, no porque tenga reparo en hacerlo, no suelo tener problema alguno en ello, sino porque quiero dar mi opinión en líneas más generales. Aunque estoy segura que a más de uno se le pasará por la cabeza algún nombre al leer estas líneas.
Cuando un actor con cierta trayectoria se ha visto encasillado, o simplemente los productores han entendido que sus villanas, o sus galanes, o sus madres coraje, eran lo que se esperaba ¿para qué cambiarlos?, pero cuando se produce dicho cambio, y se les da la oportunidad de un papel diferente, de dar vida a un personaje distinto, algunos caen en la sobreactuación. Exageran hasta unos niveles estratosféricos, dando unos tintes a su actuación que más que agradar, desesperan. Quién ha sido villana siempre y le dan el personaje de mujer buena y sensible, más parece que le ronronea a un gato o algo peor; quién ha hecho de madre abnegada y debe dar vida a una mujer de cierta clase social con tintes de maldad, más parece que le dan espasmos; quién ha sido la protagonista o secundaria buena y le dan un papel con fuerza, más parece que no traga saliva mientras habla; quién ha sido galán de porte o incluso villano con clase le dan un galán de calle, más parece que mete ciertos tics con calzador. Dicho esto, ¿de quién es la culpa? ¿del actor que quiere desvincularse tanto de sus papeles anteriores que no sabe medirse? ¿de los directores que así se lo marcan por miedo a que vuelvan a lo ya conocido? ¿de los productores que tienen miedo de que sus novelas no tengan el éxito deseado si sus actores no se desvinculan de lo que ya el público conoce de ellos?
Lo cierto es que, obviamente, desconozco la respuesta, pero me sorprende. Me sorprende, ya no tanto que el actor caiga en la sobreactuación, sino, más bien, que no haya nadie que les diga por aquí no vayas que no es necesario, que te pierdes. Por suerte hay muchos actores que te pueden dar un villano o villana y después hacerte de protagonista, o la inversa. Igual que, por suerte, aún hay muchos productores que confían sus producciones a actores que actúan, convencen, enamoran, no echando a perder su producción convirtiéndola en una copia absurda de lo que podría haber sido.
No quiero dar nombres, no porque tenga reparo en hacerlo, no suelo tener problema alguno en ello, sino porque quiero dar mi opinión en líneas más generales. Aunque estoy segura que a más de uno se le pasará por la cabeza algún nombre al leer estas líneas.
Cuando un actor con cierta trayectoria se ha visto encasillado, o simplemente los productores han entendido que sus villanas, o sus galanes, o sus madres coraje, eran lo que se esperaba ¿para qué cambiarlos?, pero cuando se produce dicho cambio, y se les da la oportunidad de un papel diferente, de dar vida a un personaje distinto, algunos caen en la sobreactuación. Exageran hasta unos niveles estratosféricos, dando unos tintes a su actuación que más que agradar, desesperan. Quién ha sido villana siempre y le dan el personaje de mujer buena y sensible, más parece que le ronronea a un gato o algo peor; quién ha hecho de madre abnegada y debe dar vida a una mujer de cierta clase social con tintes de maldad, más parece que le dan espasmos; quién ha sido la protagonista o secundaria buena y le dan un papel con fuerza, más parece que no traga saliva mientras habla; quién ha sido galán de porte o incluso villano con clase le dan un galán de calle, más parece que mete ciertos tics con calzador. Dicho esto, ¿de quién es la culpa? ¿del actor que quiere desvincularse tanto de sus papeles anteriores que no sabe medirse? ¿de los directores que así se lo marcan por miedo a que vuelvan a lo ya conocido? ¿de los productores que tienen miedo de que sus novelas no tengan el éxito deseado si sus actores no se desvinculan de lo que ya el público conoce de ellos?
Lo cierto es que, obviamente, desconozco la respuesta, pero me sorprende. Me sorprende, ya no tanto que el actor caiga en la sobreactuación, sino, más bien, que no haya nadie que les diga por aquí no vayas que no es necesario, que te pierdes. Por suerte hay muchos actores que te pueden dar un villano o villana y después hacerte de protagonista, o la inversa. Igual que, por suerte, aún hay muchos productores que confían sus producciones a actores que actúan, convencen, enamoran, no echando a perder su producción convirtiéndola en una copia absurda de lo que podría haber sido.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
Hablando de... Adriana Louvier
Me está costando escribir este post, y no porque no se me ocurra que escribir, sino porque no soy capaz de hacerlo con cierta objetividad, y es que, estoy a un tris de declararme fan de alguien por primera vez, pero fan fan, y ese alguien es, obviamente atendiendo al título de este post, Adriana Louvier. Que pocas fallas y que pocas pegas le encuentro a su actuación en Yo no creo en los hombres, pero es que realmente no se las he encontrado nunca, ni al principio de aparecer en el mundo novelero de esta novelera.
Para hablar de ese mi principio novelero con Louvier, me remonto no muy atrás, sino al 2011 y a la telenovela Emperatriz en Azteca, empresa de la que no suelo ver sus novelas, más que nada porque no me suelen gustar ninguna de sus producciones, pero de alguna forma, no recuerdo cómo, esta novela en particular cayó en mis manos. Lo cierto es que no tenía un especial interés en verla en su totalidad hasta que apareció Adriana Louvier en pantalla, en el papel de la hija de Gabriela Spanic, y, cómo diríamos en España, a mi entender, se la merendó sin esfuerzo. En definitiva, lo que vi, lo vi por ella, así que, objetividad aquí, con lo que respecta a Adriana, por lo que se ve, poca puedo tener.
Con lo que respecta al ahora, a Yo no creo en los hombres, me ha terminado de fascinar. Los giros que da, de la calma al enfado, del enfado vuelta a calma, de la lágrima al asombro, de la ira al dolor, y de repente a la desesperación; me tienen loca. Pero loca de querer darle un pañuelo para que se seque las lágrimas, de aplaudirla por sacar el carácter, o de entristecerme con ella, todo a la vez, así que, en definitiva, me deja como una novelera loca. Ya al principio de la novela, cuando miraba al personaje de Gabriel Soto y vislumbrabas que podía estar enamorándose, para luego cambiar de actitud y empeñarse en su amor por el personaje de Flavio Medina; o, en líneas generales, cómo ha cambiado su actitud de mujer enamorada de ese primer amor a la mujer consciente de que tiene a su lado al amor verdadero, para mí, lo clava. Lo que me tiene obnubilada, y que ya comenté en un post anterior, es que aparezca en pantalla a "cara lavada" y sin necesidad de mostrar más encantos que su propia actuación, eso, desde luego, es de quitarse el sombrero. Por otro lado, que haya conseguido tener en pantalla, química tanto con Gabriel como con Flavio, así como con el resto del elenco, no es algo que muchas actrices puedan decir. No puedo evitar mencionar la escena de la violación, dura como ella sola pero de aplaudir, fue verla y querer ir, no en calidad de abogada, sino a patear a Daniel, ¡ay que mal lo pasé! Que malamente, muy malamente. Los dos estuvieron sencillamente maravillosos.
Hablando del personaje de Mariloli (aquí hago uso del nombre que utiliza mi costilla, a la que agradezco su: "Tienes que ver Yo no creo en los hombres"), le viene que ni de perlas el famoso dicho de "tan buena parece tonta". Porque, vamos a ver Mariloli, ¿cómo me fuiste a creer a Daniel? Vale que una cuando se enamora automáticamente se emboba, ¿pero tanto? ¿Tanto como para recaer? Y ya lo peor es que me dejas escapar al partidazo de Max, dime que ya lo solucionaste (aún me quedan los capítulos de esta semana, nada de spoilers por favor), porque si no lo has hecho, si no lo has solucionado, estás para encerrar. Yo te advierto mi Mariloli querida que los partidazos como éste no abundan, pero nada nada, luego no digas que no te avisé, que la que avisa, no es traidora.
Dicho todo ésto, cuando una se hace fan, ¿necesita un carnet o algo? Bueno, yo por si las moscas, y visto el camino de babeo que tengo con esta mujer, me iré sacando la foto, para que no me pillen con las manos vacías. Y que no se me olvidé Adriana, plas plas, aplausos.
Para hablar de ese mi principio novelero con Louvier, me remonto no muy atrás, sino al 2011 y a la telenovela Emperatriz en Azteca, empresa de la que no suelo ver sus novelas, más que nada porque no me suelen gustar ninguna de sus producciones, pero de alguna forma, no recuerdo cómo, esta novela en particular cayó en mis manos. Lo cierto es que no tenía un especial interés en verla en su totalidad hasta que apareció Adriana Louvier en pantalla, en el papel de la hija de Gabriela Spanic, y, cómo diríamos en España, a mi entender, se la merendó sin esfuerzo. En definitiva, lo que vi, lo vi por ella, así que, objetividad aquí, con lo que respecta a Adriana, por lo que se ve, poca puedo tener.
Con lo que respecta al ahora, a Yo no creo en los hombres, me ha terminado de fascinar. Los giros que da, de la calma al enfado, del enfado vuelta a calma, de la lágrima al asombro, de la ira al dolor, y de repente a la desesperación; me tienen loca. Pero loca de querer darle un pañuelo para que se seque las lágrimas, de aplaudirla por sacar el carácter, o de entristecerme con ella, todo a la vez, así que, en definitiva, me deja como una novelera loca. Ya al principio de la novela, cuando miraba al personaje de Gabriel Soto y vislumbrabas que podía estar enamorándose, para luego cambiar de actitud y empeñarse en su amor por el personaje de Flavio Medina; o, en líneas generales, cómo ha cambiado su actitud de mujer enamorada de ese primer amor a la mujer consciente de que tiene a su lado al amor verdadero, para mí, lo clava. Lo que me tiene obnubilada, y que ya comenté en un post anterior, es que aparezca en pantalla a "cara lavada" y sin necesidad de mostrar más encantos que su propia actuación, eso, desde luego, es de quitarse el sombrero. Por otro lado, que haya conseguido tener en pantalla, química tanto con Gabriel como con Flavio, así como con el resto del elenco, no es algo que muchas actrices puedan decir. No puedo evitar mencionar la escena de la violación, dura como ella sola pero de aplaudir, fue verla y querer ir, no en calidad de abogada, sino a patear a Daniel, ¡ay que mal lo pasé! Que malamente, muy malamente. Los dos estuvieron sencillamente maravillosos.
Hablando del personaje de Mariloli (aquí hago uso del nombre que utiliza mi costilla, a la que agradezco su: "Tienes que ver Yo no creo en los hombres"), le viene que ni de perlas el famoso dicho de "tan buena parece tonta". Porque, vamos a ver Mariloli, ¿cómo me fuiste a creer a Daniel? Vale que una cuando se enamora automáticamente se emboba, ¿pero tanto? ¿Tanto como para recaer? Y ya lo peor es que me dejas escapar al partidazo de Max, dime que ya lo solucionaste (aún me quedan los capítulos de esta semana, nada de spoilers por favor), porque si no lo has hecho, si no lo has solucionado, estás para encerrar. Yo te advierto mi Mariloli querida que los partidazos como éste no abundan, pero nada nada, luego no digas que no te avisé, que la que avisa, no es traidora.
Dicho todo ésto, cuando una se hace fan, ¿necesita un carnet o algo? Bueno, yo por si las moscas, y visto el camino de babeo que tengo con esta mujer, me iré sacando la foto, para que no me pillen con las manos vacías. Y que no se me olvidé Adriana, plas plas, aplausos.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Opinando sobre... Yo no creo en los hombres.
Me habían llegado buenas opiniones sobre esta novela, que ya lleva 67 capítulos y con la que, poco a poco, me voy poniendo al día. Lo visto de Yo no creo en los hombres me ha gustado, no para echar cohetes, pero me ha gustado, porque hay que reconocer, historia aparte, que la novela está muy bien realizada y todos los capítulos mantienen el interés, lo cual es difícil, y de agradecer como novelera.
No pude evitar encontrarle algunos defectos a su primer capítulo, y obviamente, le iré encontrando más. Aunque por supuesto también le encontraré sus virtudes, como ya le he encontrado alguna en los pocos capítulos que, de momento, he podido ver. Volviendo al primer capítulo, la novela empezó con un absurdo, y es que ¿a quién se le ocurre probarse un vestido del lugar de trabajo sin permiso de los superiores y luego hacer la gracia de enseñárselo a las compañeritas? Además, por supuesto, tiene que haber un jefe abusador y acosador, no con una, sino con todas las empleadas, que obviamente intenta violar a la susodicha, a la que por supuestísimo nadie cree y por ende, acaban despidiendo. Típico estereotipo de novela que hace ver a la mujer como mensa y estúpida. Porque lo lógico, lo que debería ser es que, si un jefe te acosa, demandas, más aún cuando es a toda la plantilla de trabajadoras, ¿qué van a hacer? ¿Despedirlas a todas? Y no nos olvidemos, que estamos en la era de las tecnologías, un móvil bien colocado, un par de grabaciones bien hechas y ya tienes las pruebas. Será que me puede la abogada que llevo dentro, será. Pero vamos, ya que a tantos se les llena la boca diciendo que las novelas educan, aquí hay un claro ejemplo de como "educar" a las masas, un poquito de cabeza, de conciencia, por favor
Por otro lado, siguiendo con este capítulo, y la muerte del padre de María Dolores, la anteriormente mencionada como susodicha, uno debe preguntar siempre, siempre, siempre, quién llama a la puerta de su casa antes de abrir, o en su defecto mirar por la mirilla, claro que si la puerta es de cristal, sería más recomendable, directamente, dejar el dinero en el banco, que te pueden cobrar intereses, pero seguro que allí no te lo roba quién te puede acabar dando una puñalada; o en su defecto, guardar el dinero en tu propia casa y no en la del vecino, y, por supuesto, no contarle a nadie que lo tienes. Otra cosa en la que podrían dar esa educación de la que algunos tanto hablan. Eso sí, vaya empiece de novela más dramático, como se sea un poco sensiblón hay que tener un paquete de pañuelos preparado, que es ver a Louvier y llorar con ella.
En lineas más generales, a lo que a los actores se refiere, y en una primera aproximación, aprovecho haber mencionado a Adriana Louvier, para empezar con ella, y no puedo decir más que, me tiene fascinada, me la creo tanto que realmente sufro con María Dolores. Si bien es cierto que es una actriz que me encanta, y de la que estoy plenamente convencida, aún nos queda mucho por ver. No puedo olvidar, además, el hecho de que tenga química con los dos actores que le tienen que dar réplica romántica, osease, Gabriel Soto y Flavio Medina, es indiscutible, de mención, y de aplauso.
Hablando de Gabriel Soto y de Flavio Medina, de momento, del primero sólo puedo decir que correcto, veremos lo que tengo que decir de aquí en unos días; del segundo qué decir, pues que es sencillamente de enamorarse de cómo lo hace, es el malo más malo, pero, a la vez, el más molón del mundo mundial, aquí que cada uno lo interprete como quiera. La mancuerna que hace Medina con Rosa María Bianchi, su madre en la novela, es de diez, eso sí, a la señora podrían haberle evitado semejante boca de pato, con la que tiene hasta dificultades en el habla, aunque eso no quita para que esté muy bien en su papel.
Por otro lado, la actriz que hace de Isela, Fabiola Guajardo, me parece un pan sin sal, un personaje sin chiste, claro que si esa era su intención, si era lo que trataba de conseguir, felicidades, lo consiguió. Aunque, también es cierto, que pasa de pan sin sal a fantasma en las escenas que comparte con su madre Josefa, o lo que es lo mismo, Azela Robinson, que simplemente está impecable, incluso en sus tics, nada exagerados sino bien llevados acorde a su personaje. En contraposición a Fabiola está Eleane Puell, como hermana de la Louvier, muy adecuada, sencilla, tranquila en su actuación, bien por ella.
Con lo que respecta a la actriz que interpreta el papel de Maleny, Sophie Alexander, no le encuentro el punto, ni la gracia; ni en imagen, ni en actuación, ni en nada. Ya me perdonará, pero hay escenas en las que me recuerda a una pescadera anunciando que tiene el bacalao barato; además de que su química con Gabriel Soto es la misma que la de una blusa amarilla neón con unos pantalones verde lima, más o menos, la misma. Otra cosa ya son esos estilismos y ese pelo que le colocan, son de un quiero y no puedo, nada asociables a una persona que realmente tiene dinero, no se puede obviar que, normalmente, los peluqueros de postín hacen milagros. Otra actriz a la que no llego a encontrarle el punto es a Sonia Franco, en su papel de Ivana, porque además de haber engordado una barbaridad para este papel, lo cual se le aplaude, pues la vi un poquito estática, con cero química con Flavio Medina, aunque, extrañamente, a él sí le vi la mentada química, claro que Flavio, creo, podría tener química hasta con una piedra, no se necesita más que a él mismo.
Lo que me ha maravillado de Yo no creo en los hombres, y lo quiero destacar antes de finalizar, es el realismo estético, vamos, el cero maquillaje y peinados rebuscados para gente humilde y sin posibles, asimismo aplausos para Adriana Louvier que aparece sin problemas con ese maquillaje de "cara lavada", cuántas deberían aprender.
De momento, seguiré viendo Yo no creo en los hombres, novela típicamente rosa, aunque de vez en cuando algo de rosa no le viene mal a esta novelera.
No pude evitar encontrarle algunos defectos a su primer capítulo, y obviamente, le iré encontrando más. Aunque por supuesto también le encontraré sus virtudes, como ya le he encontrado alguna en los pocos capítulos que, de momento, he podido ver. Volviendo al primer capítulo, la novela empezó con un absurdo, y es que ¿a quién se le ocurre probarse un vestido del lugar de trabajo sin permiso de los superiores y luego hacer la gracia de enseñárselo a las compañeritas? Además, por supuesto, tiene que haber un jefe abusador y acosador, no con una, sino con todas las empleadas, que obviamente intenta violar a la susodicha, a la que por supuestísimo nadie cree y por ende, acaban despidiendo. Típico estereotipo de novela que hace ver a la mujer como mensa y estúpida. Porque lo lógico, lo que debería ser es que, si un jefe te acosa, demandas, más aún cuando es a toda la plantilla de trabajadoras, ¿qué van a hacer? ¿Despedirlas a todas? Y no nos olvidemos, que estamos en la era de las tecnologías, un móvil bien colocado, un par de grabaciones bien hechas y ya tienes las pruebas. Será que me puede la abogada que llevo dentro, será. Pero vamos, ya que a tantos se les llena la boca diciendo que las novelas educan, aquí hay un claro ejemplo de como "educar" a las masas, un poquito de cabeza, de conciencia, por favor
Por otro lado, siguiendo con este capítulo, y la muerte del padre de María Dolores, la anteriormente mencionada como susodicha, uno debe preguntar siempre, siempre, siempre, quién llama a la puerta de su casa antes de abrir, o en su defecto mirar por la mirilla, claro que si la puerta es de cristal, sería más recomendable, directamente, dejar el dinero en el banco, que te pueden cobrar intereses, pero seguro que allí no te lo roba quién te puede acabar dando una puñalada; o en su defecto, guardar el dinero en tu propia casa y no en la del vecino, y, por supuesto, no contarle a nadie que lo tienes. Otra cosa en la que podrían dar esa educación de la que algunos tanto hablan. Eso sí, vaya empiece de novela más dramático, como se sea un poco sensiblón hay que tener un paquete de pañuelos preparado, que es ver a Louvier y llorar con ella.
En lineas más generales, a lo que a los actores se refiere, y en una primera aproximación, aprovecho haber mencionado a Adriana Louvier, para empezar con ella, y no puedo decir más que, me tiene fascinada, me la creo tanto que realmente sufro con María Dolores. Si bien es cierto que es una actriz que me encanta, y de la que estoy plenamente convencida, aún nos queda mucho por ver. No puedo olvidar, además, el hecho de que tenga química con los dos actores que le tienen que dar réplica romántica, osease, Gabriel Soto y Flavio Medina, es indiscutible, de mención, y de aplauso.
Hablando de Gabriel Soto y de Flavio Medina, de momento, del primero sólo puedo decir que correcto, veremos lo que tengo que decir de aquí en unos días; del segundo qué decir, pues que es sencillamente de enamorarse de cómo lo hace, es el malo más malo, pero, a la vez, el más molón del mundo mundial, aquí que cada uno lo interprete como quiera. La mancuerna que hace Medina con Rosa María Bianchi, su madre en la novela, es de diez, eso sí, a la señora podrían haberle evitado semejante boca de pato, con la que tiene hasta dificultades en el habla, aunque eso no quita para que esté muy bien en su papel.
Por otro lado, la actriz que hace de Isela, Fabiola Guajardo, me parece un pan sin sal, un personaje sin chiste, claro que si esa era su intención, si era lo que trataba de conseguir, felicidades, lo consiguió. Aunque, también es cierto, que pasa de pan sin sal a fantasma en las escenas que comparte con su madre Josefa, o lo que es lo mismo, Azela Robinson, que simplemente está impecable, incluso en sus tics, nada exagerados sino bien llevados acorde a su personaje. En contraposición a Fabiola está Eleane Puell, como hermana de la Louvier, muy adecuada, sencilla, tranquila en su actuación, bien por ella.
Con lo que respecta a la actriz que interpreta el papel de Maleny, Sophie Alexander, no le encuentro el punto, ni la gracia; ni en imagen, ni en actuación, ni en nada. Ya me perdonará, pero hay escenas en las que me recuerda a una pescadera anunciando que tiene el bacalao barato; además de que su química con Gabriel Soto es la misma que la de una blusa amarilla neón con unos pantalones verde lima, más o menos, la misma. Otra cosa ya son esos estilismos y ese pelo que le colocan, son de un quiero y no puedo, nada asociables a una persona que realmente tiene dinero, no se puede obviar que, normalmente, los peluqueros de postín hacen milagros. Otra actriz a la que no llego a encontrarle el punto es a Sonia Franco, en su papel de Ivana, porque además de haber engordado una barbaridad para este papel, lo cual se le aplaude, pues la vi un poquito estática, con cero química con Flavio Medina, aunque, extrañamente, a él sí le vi la mentada química, claro que Flavio, creo, podría tener química hasta con una piedra, no se necesita más que a él mismo.
Lo que me ha maravillado de Yo no creo en los hombres, y lo quiero destacar antes de finalizar, es el realismo estético, vamos, el cero maquillaje y peinados rebuscados para gente humilde y sin posibles, asimismo aplausos para Adriana Louvier que aparece sin problemas con ese maquillaje de "cara lavada", cuántas deberían aprender.
De momento, seguiré viendo Yo no creo en los hombres, novela típicamente rosa, aunque de vez en cuando algo de rosa no le viene mal a esta novelera.
sábado, 29 de noviembre de 2014
El amor, el destino, el hilo rojo...
Ella sabía que no le debía amar, que hay amores que no deben ser, que hay amores que no se deben buscar, que hay amores que no se deben alimentar. Pero aquél amor era un amor necesario, para ella era igual que el respirar, sin aquél amor no podía vivir, aunque sabía que por aquél amor podría morir, morir de tristeza, morir de soledad, morir de angustia, morir de pena.
Él sabía que no la debía amar, que cuando no se ama bien, cuando el amor no es puro, limpio, no puede continuar. Pero ella era su luz, era su motor, era la razón de su existir, pensar en no tenerla era el mayor de los sufrimientos, era la mayor de las penas, era un puñal que no se podía arrancar.
Ambos sabían que las historias de amor no son como los libros, que Romeo y Julieta no era una historia romántica, sino una tragedia, ¡pero qué tragedia más romántica!, que tanto Romeo como Julieta apenas eran unos adolescentes, ¡pero qué afortunados de conocer el amor tan pronto!, que la vida no duraba unas páginas, unas horas. Pero el destino es cruel, o simplemente un jugador empedernido, porque sus ojos se cruzaron, sus almas se encontraron, sus corazones se amaron.
Dicen por ahí que todos venimos con un hilo rojo atado a la muñeca o a uno de nuestros dedos, y que al otro extremo de ese hilo está otra persona con la que irremediablemente nos cruzaremos en algún momento de nuestras vidas. Y así eran ellos, dos personas destinadas a encontrarse, sin importar el tiempo que transcurriera o las circunstancias de la vida, sin importar si debían amarse o no. Sólo aceptaron su destino, sólo aceptaron su amor, sólo aceptaron el hilo que los unía.
Y tal vez ese sea el verdadero amor, el que te mueve por caminos jamás imaginables, el que te da momentos jamás soñados, el que es física, química, espíritu; razón, locura, equilibrio; paz, tempestad, calma; deseo, pasión, ternura. El amor que te lleva sin remedio a encontrar a quién está al otro lado de tu hilo rojo.
Él sabía que no la debía amar, que cuando no se ama bien, cuando el amor no es puro, limpio, no puede continuar. Pero ella era su luz, era su motor, era la razón de su existir, pensar en no tenerla era el mayor de los sufrimientos, era la mayor de las penas, era un puñal que no se podía arrancar.
Ambos sabían que las historias de amor no son como los libros, que Romeo y Julieta no era una historia romántica, sino una tragedia, ¡pero qué tragedia más romántica!, que tanto Romeo como Julieta apenas eran unos adolescentes, ¡pero qué afortunados de conocer el amor tan pronto!, que la vida no duraba unas páginas, unas horas. Pero el destino es cruel, o simplemente un jugador empedernido, porque sus ojos se cruzaron, sus almas se encontraron, sus corazones se amaron.
Dicen por ahí que todos venimos con un hilo rojo atado a la muñeca o a uno de nuestros dedos, y que al otro extremo de ese hilo está otra persona con la que irremediablemente nos cruzaremos en algún momento de nuestras vidas. Y así eran ellos, dos personas destinadas a encontrarse, sin importar el tiempo que transcurriera o las circunstancias de la vida, sin importar si debían amarse o no. Sólo aceptaron su destino, sólo aceptaron su amor, sólo aceptaron el hilo que los unía.
Y tal vez ese sea el verdadero amor, el que te mueve por caminos jamás imaginables, el que te da momentos jamás soñados, el que es física, química, espíritu; razón, locura, equilibrio; paz, tempestad, calma; deseo, pasión, ternura. El amor que te lleva sin remedio a encontrar a quién está al otro lado de tu hilo rojo.
lunes, 24 de noviembre de 2014
¿Por qué tienen más éxito los refritos?
En estos días, desde que terminó La Malquerida, y especialmente desde que terminé mi propia versión 2.0, quise buscar una nueva novela que destripar, lo de disfrutar, sólo lo se una vez empezada. Pero antes de poder elegir, me topé con una noticia que me desconcertó, y que me hizo plantearme por qué tienen más éxito los refritos o las nuevas versiones que las novelas originales. La noticia en cuestión trataba sobre el cambio de horario que van a sufrir Los Miserables, la novela de Arámbula en Telemundo, por Tierra de Reyes, el nuevo refrito que la cadena está preparando de Pasión de Gavilanes. Por otra parte, también vi los buenos datos que ha venido teniendo desde su estreno La Sombra del Pasado, refrito de la inolvidable El Manantial, y aún me cuestioné más el por qué del sí a los refritos y el no a las originales.
Lo cierto es que de estos dos refritos que he mencionado, sus historias originales me emocionaron. Recuerdo tanto Pasión de Gavilanes como El Manantial, recuerdo a los actores, y por supuesto, recuerdo la historia. Habiendo ya visto las originales, catalogando ambas como buenas novelas, aún me cuesta más entender cómo es posible que sus refritos sean, por un lado una apuesta de Telemundo para el horario estelar, y por el otro la responsable de superar los puntos de rating que dejó La Malquerida. ¿Será que los espectadores no quieren originales? ¿Será que los espectadores prefieren ver una nueva versión de una historia que ya conocen? Y esto último, siempre y cuando se trate de una nueva versión, porque normalmente los cambios introducidos en la trama son mínimos. ¿O será que quieren ver una novela que en su momento disfrutaron pero con rostros y escenarios nuevos?
Empezar una novela de cero tiene sus riesgos, y yo por lo menos, como novelera, los asumo. Te arriesgas a que la trama de un giro inesperado que no te gusta, que los personajes tengan vivencias o actuaciones con las que no estás de acuerdo, y que la historia te mantenga en vilo, pensando en que sucederá después. ¿Pero no es esa la magia y la gracia de todo ésto? Aunque, no nos engañemos, es muy difícil que una novela te sorprenda en el final, las parejas protagonistas siempre quedan juntas (¡cómo me gustaría que por una vez no fuese así!), los villanos siempre pagan sus fechorías (¡cómo me gustaría un poco de realismo alguna vez!), quien se ha comportado mal pero sin ser villano se arrepiente (¡cómo quisiera ver que alguien simplemente asume las consecuencias sin flagelarse!). Por lo tanto, y dicho todo ésto, ¿no sería más lógico que se disfrutase más de una historia original de principio a fin y no de un refrito?
En este punto debo aclarar que yo tengo una rareza ciertamente particular con los libros. Cuando elijo un libro nuevo siempre, siempre, leo el primer y el último párrafo del mismo, y si con la lectura de estos dos párrafos el escritor no ha conseguido despertar a mi imaginación, no pierdo el tiempo en leérmelo. Es una rareza, lo sé, pero tiene mucho que ver con la forma en la que yo disfruto, imagino, y vivo un libro. Yo no leo un libro durante dos meses, yo me encierro un fin de semana para devorarlo, o estoy un par de semanas sin hacer otra cosa en mi tiempo libre que no sea leer. Pero esa soy yo. La misma que cuando escoge una telenovela la escoge por un todo, la escoge porque la han enganchado. Y es así, me engancho de la historia, me engancho con el elenco, y sobre todo me engancho una vez veo el trailer. No me engancho con una historia que ya he visto o que puedo ver si así lo quiero, así es el mundo de internet, no me engancho de lo que ya conozco, me engancho de lo nuevo. Me quejé muchísimo de La Malquerida, prueba de ello son todos los post que a la misma dediqué, pero aún así seguí pegada día a día, capítulo a capítulo, y eso no hubiese pasado si hubiese sido un refrito. ¿Por qué para que perder el tiempo con algo que ya sabía como acabaría? ¿Por qué esperar que la historia diese ese vuelco tan esperado? ¿Para qué si ya se había hecho antes?
Tal vez soy una novelera rara, no sólo una lectora rara, e igual que necesito leer el primer y el último párrafo de un libro para decidirme por él o no, igualmente necesito que me den la magia de no saber que pasará en los ciento y pico capítulos que dura una telenovela. Si es así, si soy una novelera rara, he de reconocer que, me gusta ser una novelera rara.
Lo cierto es que de estos dos refritos que he mencionado, sus historias originales me emocionaron. Recuerdo tanto Pasión de Gavilanes como El Manantial, recuerdo a los actores, y por supuesto, recuerdo la historia. Habiendo ya visto las originales, catalogando ambas como buenas novelas, aún me cuesta más entender cómo es posible que sus refritos sean, por un lado una apuesta de Telemundo para el horario estelar, y por el otro la responsable de superar los puntos de rating que dejó La Malquerida. ¿Será que los espectadores no quieren originales? ¿Será que los espectadores prefieren ver una nueva versión de una historia que ya conocen? Y esto último, siempre y cuando se trate de una nueva versión, porque normalmente los cambios introducidos en la trama son mínimos. ¿O será que quieren ver una novela que en su momento disfrutaron pero con rostros y escenarios nuevos?
Empezar una novela de cero tiene sus riesgos, y yo por lo menos, como novelera, los asumo. Te arriesgas a que la trama de un giro inesperado que no te gusta, que los personajes tengan vivencias o actuaciones con las que no estás de acuerdo, y que la historia te mantenga en vilo, pensando en que sucederá después. ¿Pero no es esa la magia y la gracia de todo ésto? Aunque, no nos engañemos, es muy difícil que una novela te sorprenda en el final, las parejas protagonistas siempre quedan juntas (¡cómo me gustaría que por una vez no fuese así!), los villanos siempre pagan sus fechorías (¡cómo me gustaría un poco de realismo alguna vez!), quien se ha comportado mal pero sin ser villano se arrepiente (¡cómo quisiera ver que alguien simplemente asume las consecuencias sin flagelarse!). Por lo tanto, y dicho todo ésto, ¿no sería más lógico que se disfrutase más de una historia original de principio a fin y no de un refrito?
En este punto debo aclarar que yo tengo una rareza ciertamente particular con los libros. Cuando elijo un libro nuevo siempre, siempre, leo el primer y el último párrafo del mismo, y si con la lectura de estos dos párrafos el escritor no ha conseguido despertar a mi imaginación, no pierdo el tiempo en leérmelo. Es una rareza, lo sé, pero tiene mucho que ver con la forma en la que yo disfruto, imagino, y vivo un libro. Yo no leo un libro durante dos meses, yo me encierro un fin de semana para devorarlo, o estoy un par de semanas sin hacer otra cosa en mi tiempo libre que no sea leer. Pero esa soy yo. La misma que cuando escoge una telenovela la escoge por un todo, la escoge porque la han enganchado. Y es así, me engancho de la historia, me engancho con el elenco, y sobre todo me engancho una vez veo el trailer. No me engancho con una historia que ya he visto o que puedo ver si así lo quiero, así es el mundo de internet, no me engancho de lo que ya conozco, me engancho de lo nuevo. Me quejé muchísimo de La Malquerida, prueba de ello son todos los post que a la misma dediqué, pero aún así seguí pegada día a día, capítulo a capítulo, y eso no hubiese pasado si hubiese sido un refrito. ¿Por qué para que perder el tiempo con algo que ya sabía como acabaría? ¿Por qué esperar que la historia diese ese vuelco tan esperado? ¿Para qué si ya se había hecho antes?
Tal vez soy una novelera rara, no sólo una lectora rara, e igual que necesito leer el primer y el último párrafo de un libro para decidirme por él o no, igualmente necesito que me den la magia de no saber que pasará en los ciento y pico capítulos que dura una telenovela. Si es así, si soy una novelera rara, he de reconocer que, me gusta ser una novelera rara.
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jueves, 20 de noviembre de 2014
Capitulín Final. La Malquerida 2.0. La alternativa.
La policía acaba de llevarse a Esteban por el homicidio de Manuel, Acacia mira el portón, y a sus espaldas Cristina la mira a ella.
CRISTINA: ¿No pudiste ser sincera? ¿No pudiste verle como un padre? ¿No pudiste evitar que esto pasara? Si tan sólo le hubieras visto como un padre.
Acacia sigue sin darse la vuelta, mira al portón, suspira.
ACACIA: No mamá, no pude. Porque desde el primer día, porque desde siempre, le amé.
Acacia se da media vuelta y mira a su madre, se acerca a ella.
ACACIA: A pesar de todo, a pesar de todo el daño que te he hecho, a pesar del daño, consciente o inconsciente, que tú me hiciste a mí, nunca he dejado de quererte... Porque eres mi madre. (Suspira) Y por eso te perdono, y por eso espero que algún día tú puedas perdonarme a mí. Espero que algún día todo el odio que como mujer sientes por mí, todo el rencor, y tal vez el asco, que sientes por la mujer que se metió con tu marido, se desvanezca ante el amor de madre.
Acacia se dirige hacia la casa, se para apenas unos pocos pasos después, no se da la vuelta.
ACACIA: Cristina... Vas a ser abuela.
Acacia vuelve a emprender el camino hacia la casa, Cristina la mira, las lágrimas caen por sus mejillas.
CRISTINA: Ojalá puede llegar a perdonarte... Hija.
Cuatro años después.
Acacia está sentada en el prado, cerca de la casa, sobre una manta de cuadros, tiene las manos abrazando las rodillas. Un pequeño niño corre hacia ella, le da una dalhia, Acacia coge la flor, mira al niño, lo abraza, lo sienta entre las piernas.
ACACIA: Mi amor, ésta fue la flor que tu papá me regaló en nuestro primer paseo a caballo. (Besa al niño) Tengo tantas ganas de que te conozca.
El niño se levanta y sale a jugar otra vez.
ACACIA: Esteban, está tan grande, tan guapo. Se parece muchísimo a ti, tiene tus mismos gestos, tú misma sonrisa. (Una lágrima le resbala por la mejilla, se la aparta con el dedo índice) Si hubiésemos hecho las cosas bien, nuestro hijo habría crecido con su padre.
Acacia saca una carta de los vaqueros, la abre.
ACACIA: "Acacia, no vengas a verme, no me escribas. Si cuando salga de aquí no estás, lo entenderé. Te amo. Cuida a nuestro hijo."
Acacia cierra la carta, la aprieta contra su pecho, suspira, la guarda en los vaqueros, se pone de pie, coge la manta.
ACACIA: ¡Alonso! Vámonos mi amor. (El niño corre hacia ella) Ven mi amor, a la casa.
Acacia coge al niño en brazos, le da un beso, y se dirigen hacia la casa.
Cristina está en el despacho, llaman a la puerta, entra Rosa.
ROSA: ¿Patrona?
Rosa mira asustada a Cristina.
CRISTINA: Dime Rosa, ¿ocurre algo?
ROSA: Pos que hay una visita en la sala señora Cristina... Pero, pos yo no sé si usted quiera.
Cristina se levanta de la silla.
CRISTINA: ¿Quién Rosa? ¿Quién está en la sala?
ROSA: Pos, Esteban, patrona.
Cristina mira asombrada a Rosa, sale apresurada del despacho. En el salón Esteban está de pie, de espaldas a la puerta del despacho.
CRISTINA: ¿Esteban?
Esteban se da la vuelta. Cristina corre hacia él y lo abraza.
CRISTINA: Esteban, volviste.
Esteban se aparta.
ESTEBAN: Cristina volví por... Volví por mi hijo. Y volví, volví por Acacia.
Cristina se acerca a él, lo abofetea.
CRISTINA: Nunca me quisiste, nunca me amaste.
ESTEBAN: Cristina, (le coge las manos con ternura) por supuesto que te quise, te quise muchísimo, te quiero muchísimo. Ni rencor, ni rabia siento por ti, por haberme acusado con la policía, porque lo merecía, era culpable.
CRISTINA: Entonces, si me quieres, si sí me quieres, ¿por qué me dices que vuelves por Acacia?
Esteban le suelta las manos a Cristina, se deja caer en el sofá.
ESTEBAN: Porque a ti te quiero Cristina, pero a ella la amo. Ni siquiera sé si...
Cristina le interrumpe.
CRISTINA: Acacia no está. Ya no vive en esta casa.
Esteban la mira.
ESTEBAN: No te creo.
CRISTINA: No está Esteban, márchate, no tienes nada que hacer aquí.
Esteban se levanta del sofá, empieza a deambular por la casa.
ESTEBAN: ¡Acacia! (Entra en las habitaciones) ¡Acacia!
CRISTINA: ¡Te he dicho que no está! ¡¡Vete de mi casa!!
ESTEBAN: No sin ver a mi hijo. ¡Acacia! (Sale al patio) ¡Acacia!
Acacia llega en ese momento al patio, ve a Esteban, se para en seco. Esteban la mira. El niño llega poco después, mira a Esteban extrañado y se para al lado de Acacia, se abraza a la pierna de ella, Acacia le acaricia la cara, abrazando el cuerpo del niño contra su pierna. Esteban se acerca a ellos, mira a Acacia y se agacha a la altura del niño.
ACACIA: Él es tu papa mi amor.
Esteban coge al niño en brazos, lo abraza, lo besa, las lágrimas caen por sus mejillas. Se pone en pie con el niño en un brazo y abraza a Acacia con el otro brazo.
ACACIA: Se llama Alonso.
Esteban mira al niño y luego mira Acacia.
ESTEBAN: El nombre de un buen hombre.
Cristina mira a los tres, abrazados, se da media vuelta y entra en la casa. Va a la cocina, Rosa está sentada a la mesa.
CRISTINA: Rosa, ayúdame con las maletas por favor.
ROSA: ¿Las maletas? ¿Pos a dónde se va señora?
CRISTINA: No sé Rosa... Puede que a Madrid. Sí, a Madrid. Ven, acompáñame a mi recámara.
Acacia y Esteban entran en el salón, Esteban lleva al niño en brazos. Cristina entra en el salón, seguida de Rosa y otro empleado.
CRISTINA: Rosa por favor, subid el resto del equipaje al coche.
ROSA: Sí patrona.
Acacia mira sorprendida a su madre.
ACACIA: ¿Equipaje?
Cristina se acerca a Esteban.
CRISTINA: ¿Me dejas a mi nieto?
Esteban le da al niño, Cristina le coge en brazos.
CRISTINA: La abuela te quiere Alonso, la abuela te quiere.
Cristina le da un beso al niño y se lo devuelve a Esteban sin mirarle, mira a Acacia.
CRISTINA: Acacia, acompáñame fuera. Por favor.
Cristina y Acacia se dirigen al patio, andan en silencio, la una al lado de la otra. Acacia agarra el brazo de su madre, la mira y sonríe. Llegan al patio y se paran cerca del coche de Cristina.
CRISTINA: Acacia, me voy. Me voy de la Benavente.
ACACIA: ¿Cómo que te vas mamá? ¿A dónde? ¿Cuánto tiempo?
CRISTINA: No lo sé Acacia, no sé cuánto tiempo. Sólo sé que me voy. Me voy a Madrid.
ACACIA: Pero, ¿por qué te vas mamá? ¿Por qué ahora?
CRISTINA: Me voy para que puedas ser feliz. Por eso me voy hija, para que tú puedas ser feliz.
ACACIA: Mamá, no te vayas. Por favor, no te vayas. ¿Cómo podría ser feliz sin ti, sin mi madre?
CRISTINA: Acacia, es lo mejor. Para ti, para mí, para nuestra relación madre-hija, para sanar las heridas que en todos estos años no hemos sido capaces de sanar.
ACACIA: Mamá, por favor.
Cristina se acerca a Acacia.
CRISTINA: Acacia, yo sé que como mujer perdí... (Hace una pausa mientras acaricia el rostro de Acacia y los ojos se le inundan de lágrimas) Pero como madre, como madre gané (sonríe) o por lo menos, no perdí.
Cristina se acerca a Acacia, la coge por los hombros, se separa de ella, la mira a los ojos, la abraza, se acerca a su oído.
CRISTINA: Se feliz hija (Le susurra, traga e inhala) Te quiero.
Acacia no dice nada, está inmóvil con las lágrimas recorriendo sus mejillas. Cristina se aleja de ella y se dirige al coche.
ACACIA: ¡Mamá! (Cristina se gira y mira a su hija a los ojos, con una tímida pero sincera sonrisa) Te quiero...
Esteban se acerca a ellas, de espaldas a Acacia, de frente a Cristina, que lo ve, lo mira y asiente ligeramente, no sonríe, no le dice nada. Cristina se sube a su coche, mira una última vez a su hija. Esteban ya está detrás de Acacia, a unos pasos de ella. El rostro de él impasible, el de ella inundado en lágrimas, lleno de dolor. El coche de Cristina se pone en marcha, bajo la atenta mirada de Esteban y Acacia, atraviesa el patio hasta el portón, lo cruza, gira el coche y se pierde en la carretera. Acacia se seca las lágrimas, se gira lentamente, y se queda a unos pasos de Esteban.
ESTEBAN: ¿Y ahora Acacia? Tú y yo...
ACACIA: No lo sé Esteban. No sé si es posible un tú y yo. Te amo, claro que te amo, pero... No sé si pueda olvidar lo que pasó. El dolor que le causamos a mi madre, el que ella y yo no hayamos sido capaces de recuperarnos como madre e hija, la muerte de Manuel, mis dudas sobre las otras muertes, porque aunque me hayas jurado que tú no tuviste nada que ver, yo dudo Esteban. Y no sé si pueda olvidar o vivir con todo esto, o no sé si pueda olvidar o vivir con el dolor que nos causamos tú y yo. (Se seca las lágrimas) Pero tenemos un hijo, y jamás te lo negaré, jamás dejarás de ser su padre. Y ya...
ESTEBAN: Dejaremos que el tiempo hable.
ACACIA: Sí, dejaremos que el tiempo hable.
Acacia se dirige hacia la casa, Esteban la mira mientras se aleja, las lágrimas inundan sus ojos.
ESTEBAN: ¡Acacia!
Acacia se da la vuelta, le mira.
ESTEBAN: Te amo... (Le sonríe tímidamente) A veces, hacemos sufrir a quién más amamos...
Acacia le sonríe, se da media vuelta y entra en la casa. Esteban la mira, respira profundo y se dirige hacia el portón. Mira la casa, sonríe y sale mientras el cielo se va tiñendo de naranja. Atardece en la Benavente.
Final alternativo
El coche de Cristina se pone en marcha, bajo la atenta mirada de Esteban y Acacia, atraviesa el patio hasta el portón, lo cruza, gira el coche y se pierde en la carretera. Acacia se seca las lágrimas, se gira lentamente, y se acerca a Esteban, le acaricia suavemente el rostro con la mano, le da un tierno beso en los labios, le sonríe, se dirige a la casa. Esteban la mira, ella se da la vuelta, le dedica una amplia sonrisa y separa levemente la mano izquierda del cuerpo, levantándola hacia él. Acacia vuelve a retomar el camino hacia la casa. Esteban fija la vista en el portón de la hacienda, agacha la cabeza, la vuelve a levantar, respira profundo y sigue el camino andado por Acacia, hacia la casa, mientras el cielo se va tiñendo de naranja. Atardece en la Benavente.
CRISTINA: ¿No pudiste ser sincera? ¿No pudiste verle como un padre? ¿No pudiste evitar que esto pasara? Si tan sólo le hubieras visto como un padre.
Acacia sigue sin darse la vuelta, mira al portón, suspira.
ACACIA: No mamá, no pude. Porque desde el primer día, porque desde siempre, le amé.
Acacia se da media vuelta y mira a su madre, se acerca a ella.
ACACIA: A pesar de todo, a pesar de todo el daño que te he hecho, a pesar del daño, consciente o inconsciente, que tú me hiciste a mí, nunca he dejado de quererte... Porque eres mi madre. (Suspira) Y por eso te perdono, y por eso espero que algún día tú puedas perdonarme a mí. Espero que algún día todo el odio que como mujer sientes por mí, todo el rencor, y tal vez el asco, que sientes por la mujer que se metió con tu marido, se desvanezca ante el amor de madre.
Acacia se dirige hacia la casa, se para apenas unos pocos pasos después, no se da la vuelta.
ACACIA: Cristina... Vas a ser abuela.
Acacia vuelve a emprender el camino hacia la casa, Cristina la mira, las lágrimas caen por sus mejillas.
CRISTINA: Ojalá puede llegar a perdonarte... Hija.
Cuatro años después.
Acacia está sentada en el prado, cerca de la casa, sobre una manta de cuadros, tiene las manos abrazando las rodillas. Un pequeño niño corre hacia ella, le da una dalhia, Acacia coge la flor, mira al niño, lo abraza, lo sienta entre las piernas.
ACACIA: Mi amor, ésta fue la flor que tu papá me regaló en nuestro primer paseo a caballo. (Besa al niño) Tengo tantas ganas de que te conozca.
El niño se levanta y sale a jugar otra vez.
ACACIA: Esteban, está tan grande, tan guapo. Se parece muchísimo a ti, tiene tus mismos gestos, tú misma sonrisa. (Una lágrima le resbala por la mejilla, se la aparta con el dedo índice) Si hubiésemos hecho las cosas bien, nuestro hijo habría crecido con su padre.
Acacia saca una carta de los vaqueros, la abre.
ACACIA: "Acacia, no vengas a verme, no me escribas. Si cuando salga de aquí no estás, lo entenderé. Te amo. Cuida a nuestro hijo."
Acacia cierra la carta, la aprieta contra su pecho, suspira, la guarda en los vaqueros, se pone de pie, coge la manta.
ACACIA: ¡Alonso! Vámonos mi amor. (El niño corre hacia ella) Ven mi amor, a la casa.
Acacia coge al niño en brazos, le da un beso, y se dirigen hacia la casa.
Cristina está en el despacho, llaman a la puerta, entra Rosa.
ROSA: ¿Patrona?
Rosa mira asustada a Cristina.
CRISTINA: Dime Rosa, ¿ocurre algo?
ROSA: Pos que hay una visita en la sala señora Cristina... Pero, pos yo no sé si usted quiera.
Cristina se levanta de la silla.
CRISTINA: ¿Quién Rosa? ¿Quién está en la sala?
ROSA: Pos, Esteban, patrona.
Cristina mira asombrada a Rosa, sale apresurada del despacho. En el salón Esteban está de pie, de espaldas a la puerta del despacho.
CRISTINA: ¿Esteban?
Esteban se da la vuelta. Cristina corre hacia él y lo abraza.
CRISTINA: Esteban, volviste.
Esteban se aparta.
ESTEBAN: Cristina volví por... Volví por mi hijo. Y volví, volví por Acacia.
Cristina se acerca a él, lo abofetea.
CRISTINA: Nunca me quisiste, nunca me amaste.
ESTEBAN: Cristina, (le coge las manos con ternura) por supuesto que te quise, te quise muchísimo, te quiero muchísimo. Ni rencor, ni rabia siento por ti, por haberme acusado con la policía, porque lo merecía, era culpable.
CRISTINA: Entonces, si me quieres, si sí me quieres, ¿por qué me dices que vuelves por Acacia?
Esteban le suelta las manos a Cristina, se deja caer en el sofá.
ESTEBAN: Porque a ti te quiero Cristina, pero a ella la amo. Ni siquiera sé si...
Cristina le interrumpe.
CRISTINA: Acacia no está. Ya no vive en esta casa.
Esteban la mira.
ESTEBAN: No te creo.
CRISTINA: No está Esteban, márchate, no tienes nada que hacer aquí.
Esteban se levanta del sofá, empieza a deambular por la casa.
ESTEBAN: ¡Acacia! (Entra en las habitaciones) ¡Acacia!
CRISTINA: ¡Te he dicho que no está! ¡¡Vete de mi casa!!
ESTEBAN: No sin ver a mi hijo. ¡Acacia! (Sale al patio) ¡Acacia!
Acacia llega en ese momento al patio, ve a Esteban, se para en seco. Esteban la mira. El niño llega poco después, mira a Esteban extrañado y se para al lado de Acacia, se abraza a la pierna de ella, Acacia le acaricia la cara, abrazando el cuerpo del niño contra su pierna. Esteban se acerca a ellos, mira a Acacia y se agacha a la altura del niño.
ACACIA: Él es tu papa mi amor.
Esteban coge al niño en brazos, lo abraza, lo besa, las lágrimas caen por sus mejillas. Se pone en pie con el niño en un brazo y abraza a Acacia con el otro brazo.
ACACIA: Se llama Alonso.
Esteban mira al niño y luego mira Acacia.
ESTEBAN: El nombre de un buen hombre.
Cristina mira a los tres, abrazados, se da media vuelta y entra en la casa. Va a la cocina, Rosa está sentada a la mesa.
CRISTINA: Rosa, ayúdame con las maletas por favor.
ROSA: ¿Las maletas? ¿Pos a dónde se va señora?
CRISTINA: No sé Rosa... Puede que a Madrid. Sí, a Madrid. Ven, acompáñame a mi recámara.
Acacia y Esteban entran en el salón, Esteban lleva al niño en brazos. Cristina entra en el salón, seguida de Rosa y otro empleado.
CRISTINA: Rosa por favor, subid el resto del equipaje al coche.
ROSA: Sí patrona.
Acacia mira sorprendida a su madre.
ACACIA: ¿Equipaje?
Cristina se acerca a Esteban.
CRISTINA: ¿Me dejas a mi nieto?
Esteban le da al niño, Cristina le coge en brazos.
CRISTINA: La abuela te quiere Alonso, la abuela te quiere.
Cristina le da un beso al niño y se lo devuelve a Esteban sin mirarle, mira a Acacia.
CRISTINA: Acacia, acompáñame fuera. Por favor.
Cristina y Acacia se dirigen al patio, andan en silencio, la una al lado de la otra. Acacia agarra el brazo de su madre, la mira y sonríe. Llegan al patio y se paran cerca del coche de Cristina.
CRISTINA: Acacia, me voy. Me voy de la Benavente.
ACACIA: ¿Cómo que te vas mamá? ¿A dónde? ¿Cuánto tiempo?
CRISTINA: No lo sé Acacia, no sé cuánto tiempo. Sólo sé que me voy. Me voy a Madrid.
ACACIA: Pero, ¿por qué te vas mamá? ¿Por qué ahora?
CRISTINA: Me voy para que puedas ser feliz. Por eso me voy hija, para que tú puedas ser feliz.
ACACIA: Mamá, no te vayas. Por favor, no te vayas. ¿Cómo podría ser feliz sin ti, sin mi madre?
CRISTINA: Acacia, es lo mejor. Para ti, para mí, para nuestra relación madre-hija, para sanar las heridas que en todos estos años no hemos sido capaces de sanar.
ACACIA: Mamá, por favor.
Cristina se acerca a Acacia.
CRISTINA: Acacia, yo sé que como mujer perdí... (Hace una pausa mientras acaricia el rostro de Acacia y los ojos se le inundan de lágrimas) Pero como madre, como madre gané (sonríe) o por lo menos, no perdí.
Cristina se acerca a Acacia, la coge por los hombros, se separa de ella, la mira a los ojos, la abraza, se acerca a su oído.
CRISTINA: Se feliz hija (Le susurra, traga e inhala) Te quiero.
Acacia no dice nada, está inmóvil con las lágrimas recorriendo sus mejillas. Cristina se aleja de ella y se dirige al coche.
ACACIA: ¡Mamá! (Cristina se gira y mira a su hija a los ojos, con una tímida pero sincera sonrisa) Te quiero...
Esteban se acerca a ellas, de espaldas a Acacia, de frente a Cristina, que lo ve, lo mira y asiente ligeramente, no sonríe, no le dice nada. Cristina se sube a su coche, mira una última vez a su hija. Esteban ya está detrás de Acacia, a unos pasos de ella. El rostro de él impasible, el de ella inundado en lágrimas, lleno de dolor. El coche de Cristina se pone en marcha, bajo la atenta mirada de Esteban y Acacia, atraviesa el patio hasta el portón, lo cruza, gira el coche y se pierde en la carretera. Acacia se seca las lágrimas, se gira lentamente, y se queda a unos pasos de Esteban.
ESTEBAN: ¿Y ahora Acacia? Tú y yo...
ACACIA: No lo sé Esteban. No sé si es posible un tú y yo. Te amo, claro que te amo, pero... No sé si pueda olvidar lo que pasó. El dolor que le causamos a mi madre, el que ella y yo no hayamos sido capaces de recuperarnos como madre e hija, la muerte de Manuel, mis dudas sobre las otras muertes, porque aunque me hayas jurado que tú no tuviste nada que ver, yo dudo Esteban. Y no sé si pueda olvidar o vivir con todo esto, o no sé si pueda olvidar o vivir con el dolor que nos causamos tú y yo. (Se seca las lágrimas) Pero tenemos un hijo, y jamás te lo negaré, jamás dejarás de ser su padre. Y ya...
ESTEBAN: Dejaremos que el tiempo hable.
ACACIA: Sí, dejaremos que el tiempo hable.
Acacia se dirige hacia la casa, Esteban la mira mientras se aleja, las lágrimas inundan sus ojos.
ESTEBAN: ¡Acacia!
Acacia se da la vuelta, le mira.
ESTEBAN: Te amo... (Le sonríe tímidamente) A veces, hacemos sufrir a quién más amamos...
Acacia le sonríe, se da media vuelta y entra en la casa. Esteban la mira, respira profundo y se dirige hacia el portón. Mira la casa, sonríe y sale mientras el cielo se va tiñendo de naranja. Atardece en la Benavente.
Final alternativo
El coche de Cristina se pone en marcha, bajo la atenta mirada de Esteban y Acacia, atraviesa el patio hasta el portón, lo cruza, gira el coche y se pierde en la carretera. Acacia se seca las lágrimas, se gira lentamente, y se acerca a Esteban, le acaricia suavemente el rostro con la mano, le da un tierno beso en los labios, le sonríe, se dirige a la casa. Esteban la mira, ella se da la vuelta, le dedica una amplia sonrisa y separa levemente la mano izquierda del cuerpo, levantándola hacia él. Acacia vuelve a retomar el camino hacia la casa. Esteban fija la vista en el portón de la hacienda, agacha la cabeza, la vuelve a levantar, respira profundo y sigue el camino andado por Acacia, hacia la casa, mientras el cielo se va tiñendo de naranja. Atardece en la Benavente.
Laura González López (2014. España)
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miércoles, 19 de noviembre de 2014
Capitulín 20. La Malquerida 2.0. La alternativa.
Cristina, Esteban y Acacia están en la recámara principal, Cristina acaba de pedirles a ambos que se llamen padre e hija mutuamente.
ACACIA: No... No puedo. (Mira a Cristina a los ojos) No puedo llamarle padre, no puedo mamá.
Cristina suelta a Acacia.
CRISTINA: ¿Por qué no?
ACACIA: Porque no le veo como un padre, nunca le vi como un padre... Yo... Yo... (Coge aire) Yo le veo como hombre.
CRISTINA: Pero qué dices Acacia, ¿cómo un hombre? ¿Ves a mi marido como hombre? ¿¿Ves al marido de tu madre como hombre??
Cristina se acerca a Acacia, la abofetea.
CRISTINA: ¿Qué ha pasado entre ustedes? ¿Qué ha pasado? (Coge a Acacia de los hombros, la zarandea, le da una bofetada) ¡La verdad! Maldita sea, ¡¡quiero la verdad!! (Se dirige a Esteban, le da una bofetada, dos, tres) ¿¿¿Qué ha pasado entre ustedes??? ¿Qué? ¿Qué? (Llora desconsolada) ¿Qué?
Esteban mira a Cristina a los ojos, agacha la cabeza.
ESTEBAN: Perdóname Cristina.
Cristina se deja caer en el borde de la cama, se cubre la cara con las manos.
CRISTINA: ¿Pero qué tengo que perdonar? Decidme la verdad. (Les mira, llora) Por favor, decidme la verdad.
Permanecen en silencio. Acacia llora, Esteban mira al suelo, Cristina se seca las lágrimas, se levanta de la cama, se dirige a la puerta, se gira, les mira, ninguno de los dos la mira, sale de la habitación. Acacia corre hacia Esteban, le abraza, él la aparta.
ACACIA: Esteban...
ESTEBAN: Tu madre me tiene que perdonar Acacia, y voy a hacer lo imposible por conseguir su perdón...
ACACIA: Pero tú me amas Esteban, me amas a mí.
ESTEBAN: Puede que yo te ame Acacia, pero a Cristina la quiero, la quiero muchísimo.
Acacia le mira sorprendida, con las lágrimas resbalando por sus mejillas.
ACACIA: ¿Y vas a cambiar el amor por el querer?
ESTEBAN: No Acacia, voy a cambiar el amor, el engaño, la culpa, el remordimiento, por hacer feliz a una mujer que siempre... Siempre... Siempre quiso estar a mi lado. (Esteban se deja caer en el borde la cama, Acacia le mira, él la mira a ella) O, ¿qué es lo que quieres? ¿Qué vayamos a buscarla, la mintamos y continuemos con lo que teníamos? ¿Con esa relación clandestina, a escondidas, sin verdades? ¿O quieres que deje a tu madre? (Suspira) Ahora, ahora mismo, ella te ha preguntado, y tú sólo has sido capaz de decirle que me ves como hombre, no la has enfrentado, ¿lo harías? ¿Te enfrentarías a ella, a la verdad, por ti, por mi? (Niega con la cabeza y se pone de pie) No Acacia, no lo harías. No creo que fueras capaz, creo que tú único interés es que mi relación con ella termine, y no entiendo que te motiva a ello, ¿venganza?, ¿rencor? (Se pasea por la habitación, se para en frente de Acacia) No lo sé, sólo se que no me has dicho una sola vez "te amo", sólo sé que jamás quisiste enfrentarte a tu madre, que ni siquiera ahora has sido capaz de contarle la verdad. (Se dirige hacia la puerta, se gira, mira a Acacia) ¿Y sabes qué es lo peor de todo esto? Que nada tiene sentido, porque si me amaras Acacia, lo tendría, todo lo que hemos hecho tendría sentido, y ahora no seríamos sólo dos infelices y desgraciados que han engañado a una mujer maravillosa, a su madre (señala a Acacia), a su mujer (se señala a sí mismo). Y en realidad, sólo somos eso Acacia, dos malditos desgraciados.
Esteban sale de la habitación, Acacia se derrumba, se sienta en el suelo y llora desconsolada.
Acacia da vueltas por el despacho, está amaneciendo en la Benavente. Cristina entra en el despacho, se para en seco en la puerta al ver a su hija. Sigue andando y deja algo encima de la mesa. Acacia mira a su madre.
ACACIA: Mamá, tenemos que hablar.
CRISTINA: No hija, no hay nada más de que hablar. Anoche quedó todo claro. Tú no has visto a Esteban como a un padre, él se confundió y mató a Manuel, movido por esa confusión. (Se apoya en el respaldo de esa silla) Y por esa confusión debe pagar.
ACACIA: ¿Qué quieres decir con que debe pagar? (Acacia mira asombrada a Cristina) ¿De dónde vienes mamá?
CRISTINA: De denunciar a Esteban ante las autoridades, para que pague por su confusión.
Acacia se lleva las manos a la cara.
ACACIA: Pero, ¿por qué? ¿Por qué hiciste eso mamá? ¿¿Por qué??
Acacia se arrodilla frente a su madre, la abraza la cintura.
ACACIA: No mamá, por favor, no envíes a Esteban a la cárcel... Fue un accidente. (Abraza más fuerte a Cristina) Perdóname mamá, perdóname, perdónale, perdónanos... ¡¡Perdónanos mamá!!
Cristina acaricia a Acacia.
CRISTINA: No tengo nada que perdonarte hija. No viste a Esteban como padre, y ya está, el único culpable es él.
Acacia levanta la vista, mira a Cristina.
ACACIA: No mamá, la única culpable de todo... Soy yo.
Cristina mira estupefacta a Acacia, quita las manos de Acacia de alrededor de su cintura y se dirige a la puerta. Acacia sigue de rodillas y mira a Cristina.
ACACIA: ¡Mamá! (Se pone de pie, Cristina se para) No es verdad, la única culpable de todo, eres tú. Tú, mamá... (Se seca las lágrimas) Por querer quedarte con un hombre que no te amaba. Un hombre que jamás te amó.
Cristina se da la vuelta, mira a Acacia, seria.
CRISTINA: Sí me ha amado Acacia, me lo ha demostrado.
Acacia se acerca a Cristina.
ACACIA: Puede que te haya querido, puede que te quiera, sí, yo sé que te quiere. Puede que esté agradecido contigo por haberle dado esto (levanta los brazos y mira alrededor), yo sé que lo está. Pero nadie mejor que tú (baja los brazos, se acerca más a Cristina) sabe que no te ama, que no muere por besarte, que no muere por tocarte, que no muere por hacerte suya...
Cristina le da una bofetada.
CRISTINA: ¿Qué sabrás tú lo que él ha sentido entre mis brazos? ¿Qué sabrás tú el deseo que ha sentido por mí?
ACACIA: Sé que por mí se ha vuelto loco, sé que por mí ha llorado, sé que estando entre mis brazos ha sentido pasión, sé que por mí... Que por mí ha matado.
CRISTINA: ¿Y te sientes orgullosa? ¿Te sientes orgullosa de haber arrastrado a un buen hombre a la locura? ¿Te sientes orgullosa de haber traicionado así a tu propia madre? A tu madre, Acacia...
ACACIA: ¡¡Tú me traicionaste primero!! Me traicionaste cuando te fijaste en él, me traicionaste cuando me lo arrancaste, ¡cuando te casaste con él!
CRISTINA: Te pregunté si había algo, te pregunté que pasaba con él... Y en vez de contarme la verdad, ¿fuiste la amante de mi marido? Es eso, ¿verdad? Claro, ¡qué tonta soy! Claro, erais amantes. ¡Amantes en mi propia casa!
ACACIA: También es mi casa...
CRISTINA: ¿Eso es lo que te preocupa? ¿Qué he dicho mi casa y no nuestra casa? Eres la peor de las hijas, eres una vergüenza. No sabes como me avergüenzo de ser tu madre. (Se acerca a Acacia) Y me voy a encargar de que no le vuelvas a ver, nunca más.
Cristina se da la vuelta, se dirige a la puerta, la abre, no se gira de nuevo, se queda en el quicio, dando la espalda a Acacia.
CRISTINA: Si no es para mí, menos lo será para... Una malagradecida como tú.
Cristina sale del despacho, Acacia mira asombrada hacia la puerta, se coge la cara con las manos, se arrodilla, llora desconsolada, se quita las manos de la cara, mira hacia la puerta abierta nuevamente, se toca la tripa con la mano. Minutos después oye las sirenas, se levanta del suelo y sale corriendo a la entrada de la hacienda. Esteban está de pie alargando las manos a los policías que se bajan de los coches, Cristina llega en ese momento, Acacia también.
ESTEBAN: Lo siento Cristina...
CRISTINA: Ya sé toda la verdad.
Esteban agacha la cabeza, el policía le esposa.
ESTEBAN: Perdóname, por favor, perdóname.
El policía se lleva a Esteban hacia el coche, Acacia corre hacia ellos, abraza a Esteban.
ACACIA: ¡¡¡No se lo lleven!!! (Mira al policía) ¡¡Por favor no!! No, no, no. (Besa a Esteban en los labios) Perdóname Esteban, perdóname. Todo es culpa mía, si yo hubiese dicho la verdad, desde el principio. (Lo vuelve a besar) Si desde un principio te hubiese dicho... (Se acerca a su oído) Te amo. Siempre te he amado. Jamás podré amar a un hombre como te amo a ti.
Otro policía aparta a Acacia, y se llevan a Esteban hacia el coche. Esteban gira la cabeza, mira a Cristina, mira a Acacia.
ESTEBAN: Te amo... Acacia.
Esteban entra en el coche de policía, los policías hacen lo propio. El coche arranca y sale de la hacienda. Acacia mira hacia el portón, Cristina a sus espaldas la mira a ella.
CRISTINA: ¿No pudiste ser sincera? ¿No pudiste verle como un padre? ¿No pudiste evitar que esto pasara? Si tan sólo le hubieras visto como un padre.
Acacia sigue sin darse la vuelta, mira al portón, suspira.
ACACIA: No mamá, no pude. Porque desde el primer día, porque desde siempre, le amé.
Acacia se da media vuelta y mira a su madre.
ACACIA: No... No puedo. (Mira a Cristina a los ojos) No puedo llamarle padre, no puedo mamá.
Cristina suelta a Acacia.
CRISTINA: ¿Por qué no?
ACACIA: Porque no le veo como un padre, nunca le vi como un padre... Yo... Yo... (Coge aire) Yo le veo como hombre.
CRISTINA: Pero qué dices Acacia, ¿cómo un hombre? ¿Ves a mi marido como hombre? ¿¿Ves al marido de tu madre como hombre??
Cristina se acerca a Acacia, la abofetea.
CRISTINA: ¿Qué ha pasado entre ustedes? ¿Qué ha pasado? (Coge a Acacia de los hombros, la zarandea, le da una bofetada) ¡La verdad! Maldita sea, ¡¡quiero la verdad!! (Se dirige a Esteban, le da una bofetada, dos, tres) ¿¿¿Qué ha pasado entre ustedes??? ¿Qué? ¿Qué? (Llora desconsolada) ¿Qué?
Esteban mira a Cristina a los ojos, agacha la cabeza.
ESTEBAN: Perdóname Cristina.
Cristina se deja caer en el borde de la cama, se cubre la cara con las manos.
CRISTINA: ¿Pero qué tengo que perdonar? Decidme la verdad. (Les mira, llora) Por favor, decidme la verdad.
Permanecen en silencio. Acacia llora, Esteban mira al suelo, Cristina se seca las lágrimas, se levanta de la cama, se dirige a la puerta, se gira, les mira, ninguno de los dos la mira, sale de la habitación. Acacia corre hacia Esteban, le abraza, él la aparta.
ACACIA: Esteban...
ESTEBAN: Tu madre me tiene que perdonar Acacia, y voy a hacer lo imposible por conseguir su perdón...
ACACIA: Pero tú me amas Esteban, me amas a mí.
ESTEBAN: Puede que yo te ame Acacia, pero a Cristina la quiero, la quiero muchísimo.
Acacia le mira sorprendida, con las lágrimas resbalando por sus mejillas.
ACACIA: ¿Y vas a cambiar el amor por el querer?
ESTEBAN: No Acacia, voy a cambiar el amor, el engaño, la culpa, el remordimiento, por hacer feliz a una mujer que siempre... Siempre... Siempre quiso estar a mi lado. (Esteban se deja caer en el borde la cama, Acacia le mira, él la mira a ella) O, ¿qué es lo que quieres? ¿Qué vayamos a buscarla, la mintamos y continuemos con lo que teníamos? ¿Con esa relación clandestina, a escondidas, sin verdades? ¿O quieres que deje a tu madre? (Suspira) Ahora, ahora mismo, ella te ha preguntado, y tú sólo has sido capaz de decirle que me ves como hombre, no la has enfrentado, ¿lo harías? ¿Te enfrentarías a ella, a la verdad, por ti, por mi? (Niega con la cabeza y se pone de pie) No Acacia, no lo harías. No creo que fueras capaz, creo que tú único interés es que mi relación con ella termine, y no entiendo que te motiva a ello, ¿venganza?, ¿rencor? (Se pasea por la habitación, se para en frente de Acacia) No lo sé, sólo se que no me has dicho una sola vez "te amo", sólo sé que jamás quisiste enfrentarte a tu madre, que ni siquiera ahora has sido capaz de contarle la verdad. (Se dirige hacia la puerta, se gira, mira a Acacia) ¿Y sabes qué es lo peor de todo esto? Que nada tiene sentido, porque si me amaras Acacia, lo tendría, todo lo que hemos hecho tendría sentido, y ahora no seríamos sólo dos infelices y desgraciados que han engañado a una mujer maravillosa, a su madre (señala a Acacia), a su mujer (se señala a sí mismo). Y en realidad, sólo somos eso Acacia, dos malditos desgraciados.
Esteban sale de la habitación, Acacia se derrumba, se sienta en el suelo y llora desconsolada.
Acacia da vueltas por el despacho, está amaneciendo en la Benavente. Cristina entra en el despacho, se para en seco en la puerta al ver a su hija. Sigue andando y deja algo encima de la mesa. Acacia mira a su madre.
ACACIA: Mamá, tenemos que hablar.
CRISTINA: No hija, no hay nada más de que hablar. Anoche quedó todo claro. Tú no has visto a Esteban como a un padre, él se confundió y mató a Manuel, movido por esa confusión. (Se apoya en el respaldo de esa silla) Y por esa confusión debe pagar.
ACACIA: ¿Qué quieres decir con que debe pagar? (Acacia mira asombrada a Cristina) ¿De dónde vienes mamá?
CRISTINA: De denunciar a Esteban ante las autoridades, para que pague por su confusión.
Acacia se lleva las manos a la cara.
ACACIA: Pero, ¿por qué? ¿Por qué hiciste eso mamá? ¿¿Por qué??
Acacia se arrodilla frente a su madre, la abraza la cintura.
ACACIA: No mamá, por favor, no envíes a Esteban a la cárcel... Fue un accidente. (Abraza más fuerte a Cristina) Perdóname mamá, perdóname, perdónale, perdónanos... ¡¡Perdónanos mamá!!
Cristina acaricia a Acacia.
CRISTINA: No tengo nada que perdonarte hija. No viste a Esteban como padre, y ya está, el único culpable es él.
Acacia levanta la vista, mira a Cristina.
ACACIA: No mamá, la única culpable de todo... Soy yo.
Cristina mira estupefacta a Acacia, quita las manos de Acacia de alrededor de su cintura y se dirige a la puerta. Acacia sigue de rodillas y mira a Cristina.
ACACIA: ¡Mamá! (Se pone de pie, Cristina se para) No es verdad, la única culpable de todo, eres tú. Tú, mamá... (Se seca las lágrimas) Por querer quedarte con un hombre que no te amaba. Un hombre que jamás te amó.
Cristina se da la vuelta, mira a Acacia, seria.
CRISTINA: Sí me ha amado Acacia, me lo ha demostrado.
Acacia se acerca a Cristina.
ACACIA: Puede que te haya querido, puede que te quiera, sí, yo sé que te quiere. Puede que esté agradecido contigo por haberle dado esto (levanta los brazos y mira alrededor), yo sé que lo está. Pero nadie mejor que tú (baja los brazos, se acerca más a Cristina) sabe que no te ama, que no muere por besarte, que no muere por tocarte, que no muere por hacerte suya...
Cristina le da una bofetada.
CRISTINA: ¿Qué sabrás tú lo que él ha sentido entre mis brazos? ¿Qué sabrás tú el deseo que ha sentido por mí?
ACACIA: Sé que por mí se ha vuelto loco, sé que por mí ha llorado, sé que estando entre mis brazos ha sentido pasión, sé que por mí... Que por mí ha matado.
CRISTINA: ¿Y te sientes orgullosa? ¿Te sientes orgullosa de haber arrastrado a un buen hombre a la locura? ¿Te sientes orgullosa de haber traicionado así a tu propia madre? A tu madre, Acacia...
ACACIA: ¡¡Tú me traicionaste primero!! Me traicionaste cuando te fijaste en él, me traicionaste cuando me lo arrancaste, ¡cuando te casaste con él!
CRISTINA: Te pregunté si había algo, te pregunté que pasaba con él... Y en vez de contarme la verdad, ¿fuiste la amante de mi marido? Es eso, ¿verdad? Claro, ¡qué tonta soy! Claro, erais amantes. ¡Amantes en mi propia casa!
ACACIA: También es mi casa...
CRISTINA: ¿Eso es lo que te preocupa? ¿Qué he dicho mi casa y no nuestra casa? Eres la peor de las hijas, eres una vergüenza. No sabes como me avergüenzo de ser tu madre. (Se acerca a Acacia) Y me voy a encargar de que no le vuelvas a ver, nunca más.
Cristina se da la vuelta, se dirige a la puerta, la abre, no se gira de nuevo, se queda en el quicio, dando la espalda a Acacia.
CRISTINA: Si no es para mí, menos lo será para... Una malagradecida como tú.
Cristina sale del despacho, Acacia mira asombrada hacia la puerta, se coge la cara con las manos, se arrodilla, llora desconsolada, se quita las manos de la cara, mira hacia la puerta abierta nuevamente, se toca la tripa con la mano. Minutos después oye las sirenas, se levanta del suelo y sale corriendo a la entrada de la hacienda. Esteban está de pie alargando las manos a los policías que se bajan de los coches, Cristina llega en ese momento, Acacia también.
ESTEBAN: Lo siento Cristina...
CRISTINA: Ya sé toda la verdad.
Esteban agacha la cabeza, el policía le esposa.
ESTEBAN: Perdóname, por favor, perdóname.
El policía se lleva a Esteban hacia el coche, Acacia corre hacia ellos, abraza a Esteban.
ACACIA: ¡¡¡No se lo lleven!!! (Mira al policía) ¡¡Por favor no!! No, no, no. (Besa a Esteban en los labios) Perdóname Esteban, perdóname. Todo es culpa mía, si yo hubiese dicho la verdad, desde el principio. (Lo vuelve a besar) Si desde un principio te hubiese dicho... (Se acerca a su oído) Te amo. Siempre te he amado. Jamás podré amar a un hombre como te amo a ti.
Otro policía aparta a Acacia, y se llevan a Esteban hacia el coche. Esteban gira la cabeza, mira a Cristina, mira a Acacia.
ESTEBAN: Te amo... Acacia.
Esteban entra en el coche de policía, los policías hacen lo propio. El coche arranca y sale de la hacienda. Acacia mira hacia el portón, Cristina a sus espaldas la mira a ella.
CRISTINA: ¿No pudiste ser sincera? ¿No pudiste verle como un padre? ¿No pudiste evitar que esto pasara? Si tan sólo le hubieras visto como un padre.
Acacia sigue sin darse la vuelta, mira al portón, suspira.
ACACIA: No mamá, no pude. Porque desde el primer día, porque desde siempre, le amé.
Acacia se da media vuelta y mira a su madre.
Laura González López (2014. España)
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martes, 18 de noviembre de 2014
Capitulín 19. La Malquerida 2.0. La alternativa.
Esteban está en la recámara de huéspedes, sentado en la cama, se mira la palma de las manos, entrelaza los dedos, se pasa las manos por la cara. Se pone de pie y se dirige a la cocina, Rosa está cortando verduras sentada a la mesa, cuando ve a Esteban se pone de pie.
ROSA: Patrón, ¿qué se le ofrece? ¿Tiene hambre?
ESTEBAN: No Rosa, gracias. ¿Sabes dónde está el Rubio?
Rosa le mira contrariada, agacha la cabeza, coge con las manos el delantal y juguetea con él.
ROSA: Pos sí patrón. Anda por el patio, pa' mi que bebiendo... (Mira a Esteban) No más no se vaya a molestar con él, es que mi nieta y él pos pelearon y ya sabe cómo es el Rubio, las penas las ahoga en el alcohol.
ESTEBAN: No te preocupes Rosa. Gracias.
Esteban pasa al lado de Rosa, le toca con ternura el hombro y se dirige al patio. Rosa se vuelve a sentar y continúa cortando verduras.
En el patio el Rubio está sentado en el banco de piedra, tiene dos botellas de tequila con él, una de ellas entera, la otra ya empezada. Llega Esteban, el Rubio se pone de pie.
RUBIO: Patrón.
ESTEBAN: Compadre, Rubio, esta noche necesito al amigo no al capataz de la hacienda.
RUBIO: Ta' bien compadre.
Esteban y el Rubio se sientan en el banco de piedra. El Rubio coge la botella de tequila, sirve un vaso y se lo da a Esteban, éste le niega con la cabeza y le coge la botella, bebe un trago largo. El Rubio le mira sorprendido.
RUBIO: ¿Qué pasó compadre?
ESTEBAN: Pasó que soy un mierda Rubio, un mierda...
Acacia está en su habitación, sentada en el sofá, abrazando sus rodillas, con la cabeza agachada, llora desconsolada. Llaman a la puerta y entra Manuel, llega con gesto serio pero se torna en sorpresa y angustia cuando la ve. Manuel se acerca a Acacia, se sienta a su lado.
MANUEL: Aci, ¿qué ocurre? ¿Qué tienes?
Acacia levanta la cabeza y le mira.
ACACIA: Manolo, necesito que nos casemos cuanto antes.
MANUEL: ¿Lo necesitas? ¿Necesitas que nos casemos? ¿Por qué...? (La mira unos segundos en silencio, ella le mira mientras las lágrimas caen por sus mejillas) ¡Oh! Necesitas... Necesito estar sólo Acacia.
Manuel se levanta del sofá, Acacia le coge la mano, le mira a los ojos suplicante.
MANUEL: Sí Acacia, nos casaremos en seguida.
Manuel se dirige a la puerta, antes de abrirla mira a Acacia, tiene los ojos empapados en lágrimas, ella le mira. Manuel sale de la habitación.
En el patio Esteban y el Rubio están bebiendo la segunda botella de tequila.
RUBIO: Yo sé que andas así por la niña Acacia, yo ya sé. Yo ya te dije. Pues y ahora tú casado con la madre, y la niña Acacia ahí con el joven Manuel.
ESTEBAN: Rubio, yo quiero a Cristina.
RUBIO: Va compadre, a otro perro con ese hueso.
Esteban mira al Rubio.
ESTEBAN: No Rubio, de verdad, quiero a mi mujer. La quiero muchísimo. Es una mujer excepcional. Sólo quiere hacerme feliz, es en lo que se preocupa... Es lo que le preocupa, eso, hacerme feliz. Pero Acacia, mi Acacia...
MANUEL: ¿Tu Acacia?
Esteban y el Rubio miran sorprendidos a Manuel que se acerca a ellos. Esteban se pone de pie, furioso y se acerca a Manuel, le empuja y le da un puñetazo.
ESTEBAN: ¡Aléjate de Acacia!
Manuel se toca la mandíbula, mira sorprendido a Esteban, le da un puñetazo.
MANUEL: ¿¿¿Qué te pasa Esteban??? Has dicho que Acacia es tu Acacia, me pides que me aleje de ella, me... (Mira sorprendido a Esteban, luego furioso) ¡¡¡Tú!!! ¡¡Eres tú!! ¡¡¡¡¡Maldito enfermo!!!!!
Manuel se abalanza sobre Esteban, que acaba de ponerse de pie, ambos empiezan a pelearse, los puñetazos vienen y van del uno al otro. El Rubio les mira mientras sigue bebiendo de la botella.
Cristina va deambulando por la casa, entra en la recámara de huéspedes.
CRISTINA: ¿Esteban? ¿Mi vida?
Cristina mira a su alrededor, sale de la habitación y sigue deambulando por la casa. Llega a la cocina y ve a Rosa que está apagando las luces.
CRISTINA: Rosa.
ROSA: ¿Patrona? ¿Qué necesita señora Cristina? ¿Se siente usted bien?
CRISTINA: Sí Rosa, buscaba a Esteban. ¿Sabes dónde está?
ROSA: Uy, hace un buen señora. No más vino preguntando por el Rubio y yo, pos creo que salió a buscarlo al patio.
CRISTINA: Gracias Rosa. Y ve a descansar, ya es tarde.
ROSA: Ya mismito patrona, buenas noches.
CRISTINA: Buenas noches Rosa.
Cristina sale de la cocina y se dirige al patio.
En el patio Esteban tiene el labio partido y golpes en la cara, mira a Manuel furioso, que tiene una ceja partida, y la cara y la camisa empapadas en sangre. Manuel va a por Esteban a golpearle nuevamente, pero éste se agacha y coge el cuerpo de Manuel sobre sus hombros y le tira. Manuel cae hacia atrás y se da con el banco de piedra en la cabeza, cae al suelo, se queda inmóvil. El Rubio se agacha a su lado, le toca, mira a Esteban.
RUBIO: ¡Compadre! ¡¡Lo mataste!!
Esteban mira al Rubio, no se mueve, respira entrecortado.
RUBIO: Compadre nos tenemos que ir. ¡Vámonos compadre! Si alguien sabe que tú lo mataste, van a saber por qué... Dirán que por la malquerida, dirán que lo mataste por la malquerida... (Coge a Esteban de los hombros) ¡Dirán que por la niña Acacia! ¡¡Vámonos compadre!!
Esteban empieza a andar hacia la casa, mientras el Rubio recoge las botellas de tequila vacías y el vaso. Esteban pasa al lado de una de las columnas de la terraza, Cristina le mira, su cara recoge la incertidumbre, el odio, el asco. Esteban agacha la cabeza y sigue andando hacia la casa, Cristina le sigue. Ambos llegan a la recamara principal, Esteban entra primero, Cristina cierra la puerta, él se queda quieto en medio de la habitación, no se mueve, sólo se mira las manos cerradas en puño. Cristina se para en frente.
CRISTINA: ¿Has sido capaz de fijarte en mi hija? ¿Has sido capaz de mirar a mi hija como mujer? Dime que no, Esteban mírame, mírame y dime que no. ¡¡¡¡¡Esteban!!!!! ¡¡¡Mírame y dime que no!!! ¡¡¡¡¡Mírame y dime que no!!!!!
Esteban no mira a Cristina, sigue con la cabeza agachada mirándose las manos. Cristina empieza a caminar por la habitación. Se apoya con fuerza en su tocador, se mira en el espejo y a través de él mira a Esteban.
CRISTINA: ¡¡¡Dime que no!!! (Tira todo lo que hay en el tocador) ¡¡¡Dime que no!!! (Tira la silla, se gira y mira a Esteban) ¡¡¡Dime que no!!! (Va a la cama, quita la colcha, la tira al suelo, coge los cojines, los tira al suelo) ¡¡¡Dime que no!!! ¡¡¡Dime que no!!! (Se dirige a Esteban, le abofetea una, dos, tres veces) ¡¡¡Dime que no!!! (Le pega puñetazos en el pecho, le da manotazos en la cabeza, una, dos, tres veces) ¡Se un hombre! ¡Se un hombre! (Le pega otra vez)
Esteban se aparta de ella.
ESTEBAN: ¡¡¡Basta Cristina!!! Te estás comportando como una loca.
Cristina le mira furiosa.
CRISTINA: ¿Loca? ¿¿Loca??
ESTEBAN: Sí, loca. No ha pasado nada. ¡No pasa nada entre Acacia y yo!
Cristina le mira furiosa, se dirige a la mesilla y coge una foto de los dos, se la tira, Esteban la esquiva.
CRISTINA: Te oí, te vi. ¡Lo vi todo Esteban!
ESTEBAN: No oíste nada, ni viste nada Cristina.
CRISTINA: Has matado a Manuel. (Cristina empieza a llorar) ¡Has matado a mi ahijado!
ESTEBAN: Ha sido un accidente... (Le tiembla la voz) Manuel se puso como loco, yo no sé por qué, pero me pego y yo, y yo, ¡y yo me defendí! Sólo eso.
Cristina se seca las lágrimas.
CRISTINA: Lo mataste Esteban.
ESTEBAN: Fue un accidente, te lo juro mi amor.
Esteban cae de rodillas en frente de Cristina, le abraza las piernas, llora.
ESTEBAN: Fue un accidente mi amor, te lo juro. (Levanta la cabeza y mira a Cristina) Ayúdame Cristina, no quiero ir a la cárcel, ayúdame. (Vuelve a apoya su cara en las piernas de Cristina) Perdóname.
Cristina quita los brazos de Esteban de sus piernas, se aleja de él.
CRISTINA: Quiero la verdad. Dime la verdad Esteban, dime la verdad y te ayudaré. Pero quiero la verdad. (Se sienta en la cama, Esteban sigue de rodillas) ¿Qué pasa con mi hija? ¿Qué te pasa con mi hija?
Esteban la mira.
ESTEBAN: Me confundí Cristina, confundí mis sentimientos. Pero yo te quiero, te juro que te quiero. Te lo juro.
Cristina se seca las lágrimas, se pone de pie y sale de la habitación.
Cristina entra en la habitación de Acacia, ella está durmiendo, enciende la luz.
CRISTINA: Acacia. (Se acerca a la cama) Acacia despierta, Acacia, ¡Acacia despierta! (Acacia abre los ojos) Ven conmigo. Ahora.
Acacia mira a Cristina sorprendida.
ACACIA: ¿Mamá?
CRISTINA: Vamos Acacia, ven conmigo. Es importante.
Acacia se levanta de la cama, coge la bata que está a los pies de la cama, se la pone y sigue a su madre por el pasillo. Llegan a la recámara principal, Esteban está sentado al pie de la cama, las ve entrar y se pone de pie.
CRISTINA: Esteban, te perdono, pero demuéstrame que sólo era confusión, llámala hija.
Acacia mira a Esteban, luego mira a Cristina.
ACACIA: ¿Mamá qué ocurre? ¿Qué es todo esto?
CRISTINA: Esteban se confundió Acacia, confundió sus sentimientos. E hizo una locura... Mató a Manuel.
Acacia se lleva las manos a la cara.
ACACIA: ¡Oh Dios! ¿Manolo muerto? (Mira a Esteban) ¿Qué hiciste?
ESTEBAN: Fue un accidente Acacia, te lo juro.
CRISTINA: ¡Acacia no! Llámala hija. (Mira a Acacia) Y tú llámale padre. Desde hoy llámale padre, así no se podrá confundir y te verá como te tiene que ver, como su hija. (Mira a Esteban) ¡Hacedlo! Esteban llámala hija, Acacia llámale padre.
Cristina se acerca a Acacia.
CRISTINA: ¿Por qué no dices nada? (La coge de los hombros, la zarandea) ¡Dilo! ¡¡Llámale padre!! (Le tiembla la barbilla, las lágrimas caen por sus mejillas) ¡Hazlo Acacia!
Acacia empieza a llorar.
ACACIA: No... No puedo. (Mira a Cristina a los ojos) No puedo llamarle padre, no puedo mamá.
Cristina suelta a Acacia.
CRISTINA: ¿Por qué no?
ACACIA: Porque no le veo como un padre, nunca le vi como un padre... Yo... Yo... (Coge aire) Yo le veo como hombre.
ROSA: Patrón, ¿qué se le ofrece? ¿Tiene hambre?
ESTEBAN: No Rosa, gracias. ¿Sabes dónde está el Rubio?
Rosa le mira contrariada, agacha la cabeza, coge con las manos el delantal y juguetea con él.
ROSA: Pos sí patrón. Anda por el patio, pa' mi que bebiendo... (Mira a Esteban) No más no se vaya a molestar con él, es que mi nieta y él pos pelearon y ya sabe cómo es el Rubio, las penas las ahoga en el alcohol.
ESTEBAN: No te preocupes Rosa. Gracias.
Esteban pasa al lado de Rosa, le toca con ternura el hombro y se dirige al patio. Rosa se vuelve a sentar y continúa cortando verduras.
En el patio el Rubio está sentado en el banco de piedra, tiene dos botellas de tequila con él, una de ellas entera, la otra ya empezada. Llega Esteban, el Rubio se pone de pie.
RUBIO: Patrón.
ESTEBAN: Compadre, Rubio, esta noche necesito al amigo no al capataz de la hacienda.
RUBIO: Ta' bien compadre.
Esteban y el Rubio se sientan en el banco de piedra. El Rubio coge la botella de tequila, sirve un vaso y se lo da a Esteban, éste le niega con la cabeza y le coge la botella, bebe un trago largo. El Rubio le mira sorprendido.
RUBIO: ¿Qué pasó compadre?
ESTEBAN: Pasó que soy un mierda Rubio, un mierda...
Acacia está en su habitación, sentada en el sofá, abrazando sus rodillas, con la cabeza agachada, llora desconsolada. Llaman a la puerta y entra Manuel, llega con gesto serio pero se torna en sorpresa y angustia cuando la ve. Manuel se acerca a Acacia, se sienta a su lado.
MANUEL: Aci, ¿qué ocurre? ¿Qué tienes?
Acacia levanta la cabeza y le mira.
ACACIA: Manolo, necesito que nos casemos cuanto antes.
MANUEL: ¿Lo necesitas? ¿Necesitas que nos casemos? ¿Por qué...? (La mira unos segundos en silencio, ella le mira mientras las lágrimas caen por sus mejillas) ¡Oh! Necesitas... Necesito estar sólo Acacia.
Manuel se levanta del sofá, Acacia le coge la mano, le mira a los ojos suplicante.
MANUEL: Sí Acacia, nos casaremos en seguida.
Manuel se dirige a la puerta, antes de abrirla mira a Acacia, tiene los ojos empapados en lágrimas, ella le mira. Manuel sale de la habitación.
En el patio Esteban y el Rubio están bebiendo la segunda botella de tequila.
RUBIO: Yo sé que andas así por la niña Acacia, yo ya sé. Yo ya te dije. Pues y ahora tú casado con la madre, y la niña Acacia ahí con el joven Manuel.
ESTEBAN: Rubio, yo quiero a Cristina.
RUBIO: Va compadre, a otro perro con ese hueso.
Esteban mira al Rubio.
ESTEBAN: No Rubio, de verdad, quiero a mi mujer. La quiero muchísimo. Es una mujer excepcional. Sólo quiere hacerme feliz, es en lo que se preocupa... Es lo que le preocupa, eso, hacerme feliz. Pero Acacia, mi Acacia...
MANUEL: ¿Tu Acacia?
Esteban y el Rubio miran sorprendidos a Manuel que se acerca a ellos. Esteban se pone de pie, furioso y se acerca a Manuel, le empuja y le da un puñetazo.
ESTEBAN: ¡Aléjate de Acacia!
Manuel se toca la mandíbula, mira sorprendido a Esteban, le da un puñetazo.
MANUEL: ¿¿¿Qué te pasa Esteban??? Has dicho que Acacia es tu Acacia, me pides que me aleje de ella, me... (Mira sorprendido a Esteban, luego furioso) ¡¡¡Tú!!! ¡¡Eres tú!! ¡¡¡¡¡Maldito enfermo!!!!!
Manuel se abalanza sobre Esteban, que acaba de ponerse de pie, ambos empiezan a pelearse, los puñetazos vienen y van del uno al otro. El Rubio les mira mientras sigue bebiendo de la botella.
Cristina va deambulando por la casa, entra en la recámara de huéspedes.
CRISTINA: ¿Esteban? ¿Mi vida?
Cristina mira a su alrededor, sale de la habitación y sigue deambulando por la casa. Llega a la cocina y ve a Rosa que está apagando las luces.
CRISTINA: Rosa.
ROSA: ¿Patrona? ¿Qué necesita señora Cristina? ¿Se siente usted bien?
CRISTINA: Sí Rosa, buscaba a Esteban. ¿Sabes dónde está?
ROSA: Uy, hace un buen señora. No más vino preguntando por el Rubio y yo, pos creo que salió a buscarlo al patio.
CRISTINA: Gracias Rosa. Y ve a descansar, ya es tarde.
ROSA: Ya mismito patrona, buenas noches.
CRISTINA: Buenas noches Rosa.
Cristina sale de la cocina y se dirige al patio.
En el patio Esteban tiene el labio partido y golpes en la cara, mira a Manuel furioso, que tiene una ceja partida, y la cara y la camisa empapadas en sangre. Manuel va a por Esteban a golpearle nuevamente, pero éste se agacha y coge el cuerpo de Manuel sobre sus hombros y le tira. Manuel cae hacia atrás y se da con el banco de piedra en la cabeza, cae al suelo, se queda inmóvil. El Rubio se agacha a su lado, le toca, mira a Esteban.
RUBIO: ¡Compadre! ¡¡Lo mataste!!
Esteban mira al Rubio, no se mueve, respira entrecortado.
RUBIO: Compadre nos tenemos que ir. ¡Vámonos compadre! Si alguien sabe que tú lo mataste, van a saber por qué... Dirán que por la malquerida, dirán que lo mataste por la malquerida... (Coge a Esteban de los hombros) ¡Dirán que por la niña Acacia! ¡¡Vámonos compadre!!
Esteban empieza a andar hacia la casa, mientras el Rubio recoge las botellas de tequila vacías y el vaso. Esteban pasa al lado de una de las columnas de la terraza, Cristina le mira, su cara recoge la incertidumbre, el odio, el asco. Esteban agacha la cabeza y sigue andando hacia la casa, Cristina le sigue. Ambos llegan a la recamara principal, Esteban entra primero, Cristina cierra la puerta, él se queda quieto en medio de la habitación, no se mueve, sólo se mira las manos cerradas en puño. Cristina se para en frente.
CRISTINA: ¿Has sido capaz de fijarte en mi hija? ¿Has sido capaz de mirar a mi hija como mujer? Dime que no, Esteban mírame, mírame y dime que no. ¡¡¡¡¡Esteban!!!!! ¡¡¡Mírame y dime que no!!! ¡¡¡¡¡Mírame y dime que no!!!!!
Esteban no mira a Cristina, sigue con la cabeza agachada mirándose las manos. Cristina empieza a caminar por la habitación. Se apoya con fuerza en su tocador, se mira en el espejo y a través de él mira a Esteban.
CRISTINA: ¡¡¡Dime que no!!! (Tira todo lo que hay en el tocador) ¡¡¡Dime que no!!! (Tira la silla, se gira y mira a Esteban) ¡¡¡Dime que no!!! (Va a la cama, quita la colcha, la tira al suelo, coge los cojines, los tira al suelo) ¡¡¡Dime que no!!! ¡¡¡Dime que no!!! (Se dirige a Esteban, le abofetea una, dos, tres veces) ¡¡¡Dime que no!!! (Le pega puñetazos en el pecho, le da manotazos en la cabeza, una, dos, tres veces) ¡Se un hombre! ¡Se un hombre! (Le pega otra vez)
Esteban se aparta de ella.
ESTEBAN: ¡¡¡Basta Cristina!!! Te estás comportando como una loca.
Cristina le mira furiosa.
CRISTINA: ¿Loca? ¿¿Loca??
ESTEBAN: Sí, loca. No ha pasado nada. ¡No pasa nada entre Acacia y yo!
Cristina le mira furiosa, se dirige a la mesilla y coge una foto de los dos, se la tira, Esteban la esquiva.
CRISTINA: Te oí, te vi. ¡Lo vi todo Esteban!
ESTEBAN: No oíste nada, ni viste nada Cristina.
CRISTINA: Has matado a Manuel. (Cristina empieza a llorar) ¡Has matado a mi ahijado!
ESTEBAN: Ha sido un accidente... (Le tiembla la voz) Manuel se puso como loco, yo no sé por qué, pero me pego y yo, y yo, ¡y yo me defendí! Sólo eso.
Cristina se seca las lágrimas.
CRISTINA: Lo mataste Esteban.
ESTEBAN: Fue un accidente, te lo juro mi amor.
Esteban cae de rodillas en frente de Cristina, le abraza las piernas, llora.
ESTEBAN: Fue un accidente mi amor, te lo juro. (Levanta la cabeza y mira a Cristina) Ayúdame Cristina, no quiero ir a la cárcel, ayúdame. (Vuelve a apoya su cara en las piernas de Cristina) Perdóname.
Cristina quita los brazos de Esteban de sus piernas, se aleja de él.
CRISTINA: Quiero la verdad. Dime la verdad Esteban, dime la verdad y te ayudaré. Pero quiero la verdad. (Se sienta en la cama, Esteban sigue de rodillas) ¿Qué pasa con mi hija? ¿Qué te pasa con mi hija?
Esteban la mira.
ESTEBAN: Me confundí Cristina, confundí mis sentimientos. Pero yo te quiero, te juro que te quiero. Te lo juro.
Cristina se seca las lágrimas, se pone de pie y sale de la habitación.
Cristina entra en la habitación de Acacia, ella está durmiendo, enciende la luz.
CRISTINA: Acacia. (Se acerca a la cama) Acacia despierta, Acacia, ¡Acacia despierta! (Acacia abre los ojos) Ven conmigo. Ahora.
Acacia mira a Cristina sorprendida.
ACACIA: ¿Mamá?
CRISTINA: Vamos Acacia, ven conmigo. Es importante.
Acacia se levanta de la cama, coge la bata que está a los pies de la cama, se la pone y sigue a su madre por el pasillo. Llegan a la recámara principal, Esteban está sentado al pie de la cama, las ve entrar y se pone de pie.
CRISTINA: Esteban, te perdono, pero demuéstrame que sólo era confusión, llámala hija.
Acacia mira a Esteban, luego mira a Cristina.
ACACIA: ¿Mamá qué ocurre? ¿Qué es todo esto?
CRISTINA: Esteban se confundió Acacia, confundió sus sentimientos. E hizo una locura... Mató a Manuel.
Acacia se lleva las manos a la cara.
ACACIA: ¡Oh Dios! ¿Manolo muerto? (Mira a Esteban) ¿Qué hiciste?
ESTEBAN: Fue un accidente Acacia, te lo juro.
CRISTINA: ¡Acacia no! Llámala hija. (Mira a Acacia) Y tú llámale padre. Desde hoy llámale padre, así no se podrá confundir y te verá como te tiene que ver, como su hija. (Mira a Esteban) ¡Hacedlo! Esteban llámala hija, Acacia llámale padre.
Cristina se acerca a Acacia.
CRISTINA: ¿Por qué no dices nada? (La coge de los hombros, la zarandea) ¡Dilo! ¡¡Llámale padre!! (Le tiembla la barbilla, las lágrimas caen por sus mejillas) ¡Hazlo Acacia!
Acacia empieza a llorar.
ACACIA: No... No puedo. (Mira a Cristina a los ojos) No puedo llamarle padre, no puedo mamá.
Cristina suelta a Acacia.
CRISTINA: ¿Por qué no?
ACACIA: Porque no le veo como un padre, nunca le vi como un padre... Yo... Yo... (Coge aire) Yo le veo como hombre.
Laura González López (2014. España)
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domingo, 16 de noviembre de 2014
Llegó David Zepeda. Opinando sobre... Hasta el fin del mundo. II
El jueves llegó el momento del cambio de protagonista en Hasta el fin del mundo, y lo cierto es que, dicho cambio, despertó cierto interés por mi parte. De primeras, porque quería saber como lo llevarían a cabo, como sería ese momento beso en el que Sofía Ripoll, personaje de Marjorie de Sousa, dejaba de besar a un Chava para comenzar a besar a otro, y, además, quería saber cómo eran los primeros minutos de David Zepeda en este personaje, que había tenido hasta ese momento el rostro de Pedro Fernández.
Me ha sorprendido comprobar que el rating no se vio beneficiado con este momento, es decir, supuse que la expectación haría mejorar los puntos aunque fuese mínimamente, lo que finalmente no sucedió, sino que, todo lo contrario, el rating disminuyo ligeramente. Aprovecho, ahora que hago mención al rating de esta novela, para mostrar mi desconcierto ante los altos niveles que del mismo ha venido teniendo Hasta el fin del mundo desde su estreno. Me cuesta entender que una novela con unos diálogos pobres, una puesta en escena demasiado lineal, unas actuaciones más bien mediocres, y una historia casi copia de Amores verdaderos, novela que terminó más o menos un año antes de que esta comenzara, sea del agrado del público mexicano. Aunque ahora entiendo que el tan esperado cambio no llegue, puesto que, si novelas como ésta mantienen los niveles de rating que Televisa entiende adecuados, para que va la empresa a cambiar la línea de producciones que realiza, o va a dar cabida a otro tipo de historias.
Volviendo a la entrada de Zepeda, lo cierto es que no pude reírme más con la escena de cambio de actor. Sabía como iba a ser, se había anunciado, pero lo vi tan beso a la rana y se convierte en príncipe, con todos mis respetos a Pedro Fernández, que no le estoy llamando yo rana. No podría explicar exactamente que me produjo tanta risa, sólo sé que me reí, lo que no obsta para reconocer que la escena cuidada estuvo. En cuanto a la actuación de Zepeda como Chava durante el capítulo y medio que, de momento, se ha podido ver, no me la he creído del todo. No soy yo muy admiradora del trabajo de Pedro Fernández, pero lo cierto es que el Chava que él venía interpretando me pareció muchísimo más creíble, en comparación con el nuevo Chava. No entiendo por qué hace uso David Zepeda de los tics de los que hacía uso Pedro, no son necesarios, toda vez que parecen introducidos con calzador y que la actuación de aquél nada tiene que ver con la que venía realizando éste. De momento me quedo con el Chava de Pedro y no con el de David, aunque, si que es cierto que cómo imagen, como algo visual única y exclusivamente, Zepeda queda mucho mejor con Marjorie, aunque con lo que respecta a la química en escena, he visto muchísima menos de la que esperaba.
Otro de los cambios vividos con la llegada de Zepeda es el cambio de entrada obviamente, así como el cambio en el tema principal de la novela, así han pasado de un tema interpretado por Pedro Fernández a un tema interpretado por Alejandro Fernández, que ya me perdonarán los fans del primero, pero con lo que a mí respecta estoy contentísima, puesto que han pasado de una canción en la que había momentos que parecía que se trataba de un gato maullando, a la maravillosa voz del segundo. La elección de canción no puede hacerme más feliz, pero no puedo ser objetiva a este respecto, porque ese Te amaré de Miguel Bosé forma parte de la banda sonora de mi vida.
Aprovecho este post para hablar de algún otro personaje que en el post pasado no traje a colación, y debo empezar por Olivia Bucio en su papel de Greta Bandy, o mamá de las Ripoll. No puedo con su actuación, cada vez que sale en escena me sorprendo a mi misma buscando el palo que tiene pegado al cuerpo, que actuación más horrenda e insoportable, más estática y fingida. Igual pasa con ese nuevo personaje que ni he llegado a quedarme con el nombre, y al que llamaré la mujer de los pelos y sus escenas con Julio Camejo, si las cortan harían un favor a los espectadores. Por otro lado, Claudia Álvarez sigue con su insufrible acento, no lo llamaré acento español, porque de español no tiene nada, aunque si que es cierto que hay ciertas escenas en las que lo suaviza, y se agradece. Eso sí, siguen metiendo palabras con calzador, como si los españoles estuviésemos todo el día con ellas en la boca, claro ejemplo el "vale", y debo aclarar que no, no lo decimos una palabra de cada cinco, ¿vale? ¡Ahora sí que sí!
Maravilloso César Évora, pero que poco sale, tan poco que cuando sale como pestañees a lo mejor te lo pierdes. Sin olvidar que ese cuarteto en el que le han metido con la madre de Chava y el aún marido de ésta, y el comandante, es muy chorra, tan chorra que no le encuentro ni la gracia. Pero no todo me disgusta en esta novela, sino que hay dos personajes, o más bien dos actores que han conseguido encantarme con sus actuaciones, uno es Alejandro Tommasi y su Fausto, y el otro es Diego Olivera y su Armando. Gracias a su trabajo me creo a sus personajes, aunque me temo que ellos dos no van a conseguir que siga esta novela, más allá de algún momento clave de la misma, y por supuesto del capítulo final.
No le encuentro la gracia a Hasta el fin del mundo, y aunque se la busqué, jamás se la encontraré. Además, no he nacido yo con vocación de Sherlock Holmes Novelera.
Me ha sorprendido comprobar que el rating no se vio beneficiado con este momento, es decir, supuse que la expectación haría mejorar los puntos aunque fuese mínimamente, lo que finalmente no sucedió, sino que, todo lo contrario, el rating disminuyo ligeramente. Aprovecho, ahora que hago mención al rating de esta novela, para mostrar mi desconcierto ante los altos niveles que del mismo ha venido teniendo Hasta el fin del mundo desde su estreno. Me cuesta entender que una novela con unos diálogos pobres, una puesta en escena demasiado lineal, unas actuaciones más bien mediocres, y una historia casi copia de Amores verdaderos, novela que terminó más o menos un año antes de que esta comenzara, sea del agrado del público mexicano. Aunque ahora entiendo que el tan esperado cambio no llegue, puesto que, si novelas como ésta mantienen los niveles de rating que Televisa entiende adecuados, para que va la empresa a cambiar la línea de producciones que realiza, o va a dar cabida a otro tipo de historias.
Volviendo a la entrada de Zepeda, lo cierto es que no pude reírme más con la escena de cambio de actor. Sabía como iba a ser, se había anunciado, pero lo vi tan beso a la rana y se convierte en príncipe, con todos mis respetos a Pedro Fernández, que no le estoy llamando yo rana. No podría explicar exactamente que me produjo tanta risa, sólo sé que me reí, lo que no obsta para reconocer que la escena cuidada estuvo. En cuanto a la actuación de Zepeda como Chava durante el capítulo y medio que, de momento, se ha podido ver, no me la he creído del todo. No soy yo muy admiradora del trabajo de Pedro Fernández, pero lo cierto es que el Chava que él venía interpretando me pareció muchísimo más creíble, en comparación con el nuevo Chava. No entiendo por qué hace uso David Zepeda de los tics de los que hacía uso Pedro, no son necesarios, toda vez que parecen introducidos con calzador y que la actuación de aquél nada tiene que ver con la que venía realizando éste. De momento me quedo con el Chava de Pedro y no con el de David, aunque, si que es cierto que cómo imagen, como algo visual única y exclusivamente, Zepeda queda mucho mejor con Marjorie, aunque con lo que respecta a la química en escena, he visto muchísima menos de la que esperaba.
Otro de los cambios vividos con la llegada de Zepeda es el cambio de entrada obviamente, así como el cambio en el tema principal de la novela, así han pasado de un tema interpretado por Pedro Fernández a un tema interpretado por Alejandro Fernández, que ya me perdonarán los fans del primero, pero con lo que a mí respecta estoy contentísima, puesto que han pasado de una canción en la que había momentos que parecía que se trataba de un gato maullando, a la maravillosa voz del segundo. La elección de canción no puede hacerme más feliz, pero no puedo ser objetiva a este respecto, porque ese Te amaré de Miguel Bosé forma parte de la banda sonora de mi vida.
Aprovecho este post para hablar de algún otro personaje que en el post pasado no traje a colación, y debo empezar por Olivia Bucio en su papel de Greta Bandy, o mamá de las Ripoll. No puedo con su actuación, cada vez que sale en escena me sorprendo a mi misma buscando el palo que tiene pegado al cuerpo, que actuación más horrenda e insoportable, más estática y fingida. Igual pasa con ese nuevo personaje que ni he llegado a quedarme con el nombre, y al que llamaré la mujer de los pelos y sus escenas con Julio Camejo, si las cortan harían un favor a los espectadores. Por otro lado, Claudia Álvarez sigue con su insufrible acento, no lo llamaré acento español, porque de español no tiene nada, aunque si que es cierto que hay ciertas escenas en las que lo suaviza, y se agradece. Eso sí, siguen metiendo palabras con calzador, como si los españoles estuviésemos todo el día con ellas en la boca, claro ejemplo el "vale", y debo aclarar que no, no lo decimos una palabra de cada cinco, ¿vale? ¡Ahora sí que sí!
Maravilloso César Évora, pero que poco sale, tan poco que cuando sale como pestañees a lo mejor te lo pierdes. Sin olvidar que ese cuarteto en el que le han metido con la madre de Chava y el aún marido de ésta, y el comandante, es muy chorra, tan chorra que no le encuentro ni la gracia. Pero no todo me disgusta en esta novela, sino que hay dos personajes, o más bien dos actores que han conseguido encantarme con sus actuaciones, uno es Alejandro Tommasi y su Fausto, y el otro es Diego Olivera y su Armando. Gracias a su trabajo me creo a sus personajes, aunque me temo que ellos dos no van a conseguir que siga esta novela, más allá de algún momento clave de la misma, y por supuesto del capítulo final.
No le encuentro la gracia a Hasta el fin del mundo, y aunque se la busqué, jamás se la encontraré. Además, no he nacido yo con vocación de Sherlock Holmes Novelera.
sábado, 15 de noviembre de 2014
Capitulín 18. La Malquerida 2.0. La alternativa.
Acacia y Esteban están en el lago, ella está a punto de montarse en su caballo pero Esteban la agarra del brazo, la coge por la cintura.
ESTEBAN: Qué no te vuelva a tocar Acacia... O te juro que lo mato.
Esteban suelta a Acacia, ella sube al caballo y sale al galope sin mirar atrás.
ESTEBAN: Dios mio, ¿qué me pasa? ¿¿Qué me pasa?? (Se coge la cabeza entre las manos) ¿Qué demonios me está pasando? Yo quiero a mi mujer, yo quiero a Cristina... No lo entiendo, no lo entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué Acacia? ¿Por qué? Muero de pensar que puedes estar con otro hombre, muero sólo de pensarlo... No, no, no, no, no. Yo quiero a mi mujer, quiero a Cristina, la quiero. Ella es maravillosa. ¿Qué me pasa?
Esteban está en la recámara, acaba de salir de la ducha. Cristina llega.
CRISTINA: Mi vida, ¿dónde estabas?
ESTEBAN: Trabajando Cristina.
CRISTINA: Pero mi vida, ¿qué te pasa?
Cristina se acerca a Esteban, le pone las manos en el pecho, pero él se aparta.
ESTEBAN: Nada, no me pasa nada. ¿Qué me va a pasar?
CRISTINA: Esteban, no me hables así. No hay necesidad de que adoptes esta actitud conmigo, que me hables en ese tono.
ESTEBAN: ¿Qué actitud Cristina? ¿Cómo quieres que te diga las cosas? Dime, cuál es el tono adecuado, cuáles son las formas.
CRISTINA: Las de un marido que ama a su mujer. ¡Esas son las formas!
Esteban se queda callado, se sienta en la cama. Cristina sigue de pie, mirándole.
ESTEBAN: Me pides lo que tú no me das.
CRISTINA: ¿Qué te pido lo que yo no te doy? ¿Cuándo? Dime cuándo Esteban, dime cuándo no te he tratado con amor, con respeto, con cariño, con paciencia, con pasión... ¿¿Dime cuándo?? Dime una sola vez, ¡una Esteban! Una.
Esteban tiene los codos apoyados en las piernas cubiertas con una toalla, mira a Cristina, con más tristeza que enfado.
ESTEBAN: Cuándo no me dejas involucrarme en el manejo de la hacienda, cuándo no me dejas opinar sobre el estúpido matrimonio de tu hija.
Cristina le mira furiosa, pasea por la habitación, se para.
CRISTINA: Me reclamas que no te deje involucrarte en el manejo de la hacienda, cuándo lo único que te he dicho es que esta es mi hacienda y de mi hija. Dime una vez que no te haya dado tu lugar delante de los demás, no sólo delante de los trabajadores, delante incluso de mis padres. (Mira seria a Esteban, espera) Ninguna, no puedes acordarte de una sola vez, porque nunca ha sucedido. Y me reclamas porque no te dejo involucrarte en las decisiones que toma mi hija, cuando son sus decisiones, no tuyas, ni mías, ni de nadie más que de ella.
Cristina se sienta en la cama, alejada de Esteban.
CRISTINA: Quiero que seamos una familia los tres, quiero que mi hija cuente tanto contigo como conmigo, pero no puedes reclamarme, cuando me ha costado tanto el sólo hecho de que te acepte como mi marido.
Cristina mira a Esteban, las lágrimas resbalan por sus mejillas. Esteban se levanta de la cama, se arrodilla a los pies de Cristina, le abraza las piernas, coloca su cabeza en su regazo.
ESTEBAN: Perdóname mi amor, perdóname. ¡Perdóname! (Mira a Cristina) Te quiero tanto... (Vuelve a apoyar la cabeza en las rodillas de Cristina) Por favor, olvida todo esto, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname...
Cristina acaricia la cabeza de Esteban, le toca el pelo, le toca el cuello, Esteban levanta la cabeza levemente, la mira, la besa en las piernas, le besa la mano, se acerca más a ella, le besa el cuello, la besa en los labios, la tumba sobre la cama... Hacen el amor.
Días después.
Acacia está sentada en el patio leyendo. Esteban llega, se acerca a ella, se sienta en una silla a su lado.
ESTEBAN: Acacia, necesito que hablemos.
Acacia no levanta la vista del libro.
ACACIA: Tú dirás.
ESTEBAN: Aquí no Acacia. Vayámonos.
ACACIA: No hace falta, podemos hablar aquí. Estamos solos, nadie nos va a molestar.
ESTEBAN: Por favor Acacia.
Esteban le coge la mano a Acacia, ella mira su mano y mira a Esteban a los ojos. Le ve nervioso, tenso, los ojos inundados en lágrimas.
ESTEBAN: Por favor, te lo suplico. Necesito que hablemos.
Acacia le mira, agacha la mirada, mira al frente, suspira, y le vuelve a mirar a él.
ACACIA: Está bien.
Acacia se levanta. Esteban hace lo propio. Ambos se dirigen a las caballerizas.
Esteban llega al lago seguido de Acacia, baja de su caballo y camina hasta la orilla. Se sienta. Acacia le sigue y hace lo mismo.
ESTEBAN: Me encanta este lugar... Me recuerda tanto a ti.
Esteban mira a Acacia, ella no le mira.
ESTEBAN: Acacia yo quiero a tu madre. Quiero a Cristina muchísimo.
Acacia se vuelve a mirarle.
ACACIA: ¿Para eso me has pedido que hablemos? ¿Para decirme que quieres a mi madre? Ya me lo has dicho... Me lo has repetido hasta el cansancio.
ESTEBAN: No Acacia. Te he pedido que hablemos para decirte que, quiero a tu madre muchísimo, la quiero más de lo que jamás imaginé que podría quererla, de verdad. Pero... Pero estás tú. (Acacia le mira asombrada) Estás tú, y este deseo loco que despiertas en mí, esta pasión, estás ganas sin sentido de tenerte, de que seas mía. (La coge de las manos, la acerca a él) Y no me lo puedo arrancar. Haga lo que haga, ¡no me lo puedo arrancar!
Acacia le mira, Esteban le suelta las manos, le toca la cara, le acaricia el pelo, le pone la mano en la cintura, le acaricia la espalda. Acacia acaricia la cara de Esteban, sus mejillas, sus labios, sus cejas. Él la acerca a él, la besa, la separa de él mínimamente. Ella le besa. Se recuestan sobre la hierba.
ESTEBAN: Te amo tanto.
Esteban besa a Acacia en el cuello, le desabrocha la blusa... Y en ese instante, Acacia se entregó a Esteban, y Esteban se entregó a Acacia.
Semanas después
Acacia entra en la habitación de un hotel. Esteban está sentado en la cama, con los codos apoyados en las piernas, se mira las manos. Acacia se acerca a él, con una amplia sonrisa.
ACACIA: Mi amor. (Esteban no levanta la cabeza, ella deja de sonreír) ¿Qué pasa Esteban?
ESTEBAN: No podemos seguir con ésto. No puedo seguir haciéndole esto a Cristina. (Mira a Acacia) Ni tú puedes seguir haciéndole esto a tu madre.
Acacia le mira, con los ojos empapados en lágrimas.
ACACIA: ¿Y a mí sí puedes hacérmelo?
Esteban levanta la cabeza, la mira, tiene el rostro empapado en lágrimas.
ESTEBAN: ¿Tú podrás perdonarte? Yo no creo que pueda.
Acacia se arrodilla en frente de él, le pone las manos en las rodillas.
ACACIA: ¡Dejemos de engañarla! Termina tu matrimonio.
Esteban la mira.
ESTEBAN: ¿Y cuándo me pregunte por qué? ¿Qué le digo cuando me pregunte? ¿Le cuento que me enamoré de su hija? ¿Le cuento que su hija y yo la hemos estado engañando?
Acacia mira a Esteban asustada, se sienta en el suelo. Se coge la cara entre las manos.
ACACIA: Dios mío, ¿qué he hecho? ¿Qué hemos hecho? Oh Dios, la destrozaríamos. (Mira a Esteban) Mi madre no puede saber la verdad, la mataríamos de la pena.
Esteban entra en la recamara, viene cabizbajo, con los ojos llorosos. Cristina está tumbada en la cama leyendo.
CRISTINA: ¿Dónde estabas Esteban? ¿Qué pasa? ¿De dónde vienes?
ESTEBAN: Me voy a dar un baño Cristina.
Cristina se levanta de la cama y le corta el paso a Esteban.
CRISTINA: ¿Qué está pasando Esteban? ¿Qué me ocultas?
Esteban la mira.
ESTEBAN: Nada Cristina, de verdad, me voy a dar un baño.
Cristina agarra a Esteban del brazo.
CRISTINA: ¿Nada? Hace días que no me tocas, hace días que no me haces el amor, hace días que desapareces sin darme ninguna explicación. ¿Qué está pasando? (Mira a Esteban con lágrimas en los ojos) ¿Hay otra mujer? ¿Es eso?
ESTEBAN: ¡No! No hay ninguna otra mujer, Cristina. (Se aparta de Cristina) Me voy a dormir a otra recamara.
Esteban se da media vuelta y se dirige hacia la puerta.
CRISTINA: ¡Esteban!
Esteban se da la vuelta.
ESTEBAN: Te quiero Cristina, no lo olvides, no lo dudes.
Esteban se marcha de la habitación, Cristina se derrumba sobre la cama.
CRISTINA: Hay otra mujer, lo sé. ¿Pero quién?
ESTEBAN: Qué no te vuelva a tocar Acacia... O te juro que lo mato.
Esteban suelta a Acacia, ella sube al caballo y sale al galope sin mirar atrás.
ESTEBAN: Dios mio, ¿qué me pasa? ¿¿Qué me pasa?? (Se coge la cabeza entre las manos) ¿Qué demonios me está pasando? Yo quiero a mi mujer, yo quiero a Cristina... No lo entiendo, no lo entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué Acacia? ¿Por qué? Muero de pensar que puedes estar con otro hombre, muero sólo de pensarlo... No, no, no, no, no. Yo quiero a mi mujer, quiero a Cristina, la quiero. Ella es maravillosa. ¿Qué me pasa?
Esteban está en la recámara, acaba de salir de la ducha. Cristina llega.
CRISTINA: Mi vida, ¿dónde estabas?
ESTEBAN: Trabajando Cristina.
CRISTINA: Pero mi vida, ¿qué te pasa?
Cristina se acerca a Esteban, le pone las manos en el pecho, pero él se aparta.
ESTEBAN: Nada, no me pasa nada. ¿Qué me va a pasar?
CRISTINA: Esteban, no me hables así. No hay necesidad de que adoptes esta actitud conmigo, que me hables en ese tono.
ESTEBAN: ¿Qué actitud Cristina? ¿Cómo quieres que te diga las cosas? Dime, cuál es el tono adecuado, cuáles son las formas.
CRISTINA: Las de un marido que ama a su mujer. ¡Esas son las formas!
Esteban se queda callado, se sienta en la cama. Cristina sigue de pie, mirándole.
ESTEBAN: Me pides lo que tú no me das.
CRISTINA: ¿Qué te pido lo que yo no te doy? ¿Cuándo? Dime cuándo Esteban, dime cuándo no te he tratado con amor, con respeto, con cariño, con paciencia, con pasión... ¿¿Dime cuándo?? Dime una sola vez, ¡una Esteban! Una.
Esteban tiene los codos apoyados en las piernas cubiertas con una toalla, mira a Cristina, con más tristeza que enfado.
ESTEBAN: Cuándo no me dejas involucrarme en el manejo de la hacienda, cuándo no me dejas opinar sobre el estúpido matrimonio de tu hija.
Cristina le mira furiosa, pasea por la habitación, se para.
CRISTINA: Me reclamas que no te deje involucrarte en el manejo de la hacienda, cuándo lo único que te he dicho es que esta es mi hacienda y de mi hija. Dime una vez que no te haya dado tu lugar delante de los demás, no sólo delante de los trabajadores, delante incluso de mis padres. (Mira seria a Esteban, espera) Ninguna, no puedes acordarte de una sola vez, porque nunca ha sucedido. Y me reclamas porque no te dejo involucrarte en las decisiones que toma mi hija, cuando son sus decisiones, no tuyas, ni mías, ni de nadie más que de ella.
Cristina se sienta en la cama, alejada de Esteban.
CRISTINA: Quiero que seamos una familia los tres, quiero que mi hija cuente tanto contigo como conmigo, pero no puedes reclamarme, cuando me ha costado tanto el sólo hecho de que te acepte como mi marido.
Cristina mira a Esteban, las lágrimas resbalan por sus mejillas. Esteban se levanta de la cama, se arrodilla a los pies de Cristina, le abraza las piernas, coloca su cabeza en su regazo.
ESTEBAN: Perdóname mi amor, perdóname. ¡Perdóname! (Mira a Cristina) Te quiero tanto... (Vuelve a apoyar la cabeza en las rodillas de Cristina) Por favor, olvida todo esto, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname...
Cristina acaricia la cabeza de Esteban, le toca el pelo, le toca el cuello, Esteban levanta la cabeza levemente, la mira, la besa en las piernas, le besa la mano, se acerca más a ella, le besa el cuello, la besa en los labios, la tumba sobre la cama... Hacen el amor.
Días después.
Acacia está sentada en el patio leyendo. Esteban llega, se acerca a ella, se sienta en una silla a su lado.
ESTEBAN: Acacia, necesito que hablemos.
Acacia no levanta la vista del libro.
ACACIA: Tú dirás.
ESTEBAN: Aquí no Acacia. Vayámonos.
ACACIA: No hace falta, podemos hablar aquí. Estamos solos, nadie nos va a molestar.
ESTEBAN: Por favor Acacia.
Esteban le coge la mano a Acacia, ella mira su mano y mira a Esteban a los ojos. Le ve nervioso, tenso, los ojos inundados en lágrimas.
ESTEBAN: Por favor, te lo suplico. Necesito que hablemos.
Acacia le mira, agacha la mirada, mira al frente, suspira, y le vuelve a mirar a él.
ACACIA: Está bien.
Acacia se levanta. Esteban hace lo propio. Ambos se dirigen a las caballerizas.
Esteban llega al lago seguido de Acacia, baja de su caballo y camina hasta la orilla. Se sienta. Acacia le sigue y hace lo mismo.
ESTEBAN: Me encanta este lugar... Me recuerda tanto a ti.
Esteban mira a Acacia, ella no le mira.
ESTEBAN: Acacia yo quiero a tu madre. Quiero a Cristina muchísimo.
Acacia se vuelve a mirarle.
ACACIA: ¿Para eso me has pedido que hablemos? ¿Para decirme que quieres a mi madre? Ya me lo has dicho... Me lo has repetido hasta el cansancio.
ESTEBAN: No Acacia. Te he pedido que hablemos para decirte que, quiero a tu madre muchísimo, la quiero más de lo que jamás imaginé que podría quererla, de verdad. Pero... Pero estás tú. (Acacia le mira asombrada) Estás tú, y este deseo loco que despiertas en mí, esta pasión, estás ganas sin sentido de tenerte, de que seas mía. (La coge de las manos, la acerca a él) Y no me lo puedo arrancar. Haga lo que haga, ¡no me lo puedo arrancar!
Acacia le mira, Esteban le suelta las manos, le toca la cara, le acaricia el pelo, le pone la mano en la cintura, le acaricia la espalda. Acacia acaricia la cara de Esteban, sus mejillas, sus labios, sus cejas. Él la acerca a él, la besa, la separa de él mínimamente. Ella le besa. Se recuestan sobre la hierba.
ESTEBAN: Te amo tanto.
Esteban besa a Acacia en el cuello, le desabrocha la blusa... Y en ese instante, Acacia se entregó a Esteban, y Esteban se entregó a Acacia.
Semanas después
Acacia entra en la habitación de un hotel. Esteban está sentado en la cama, con los codos apoyados en las piernas, se mira las manos. Acacia se acerca a él, con una amplia sonrisa.
ACACIA: Mi amor. (Esteban no levanta la cabeza, ella deja de sonreír) ¿Qué pasa Esteban?
ESTEBAN: No podemos seguir con ésto. No puedo seguir haciéndole esto a Cristina. (Mira a Acacia) Ni tú puedes seguir haciéndole esto a tu madre.
Acacia le mira, con los ojos empapados en lágrimas.
ACACIA: ¿Y a mí sí puedes hacérmelo?
Esteban levanta la cabeza, la mira, tiene el rostro empapado en lágrimas.
ESTEBAN: ¿Tú podrás perdonarte? Yo no creo que pueda.
Acacia se arrodilla en frente de él, le pone las manos en las rodillas.
ACACIA: ¡Dejemos de engañarla! Termina tu matrimonio.
Esteban la mira.
ESTEBAN: ¿Y cuándo me pregunte por qué? ¿Qué le digo cuando me pregunte? ¿Le cuento que me enamoré de su hija? ¿Le cuento que su hija y yo la hemos estado engañando?
Acacia mira a Esteban asustada, se sienta en el suelo. Se coge la cara entre las manos.
ACACIA: Dios mío, ¿qué he hecho? ¿Qué hemos hecho? Oh Dios, la destrozaríamos. (Mira a Esteban) Mi madre no puede saber la verdad, la mataríamos de la pena.
Esteban entra en la recamara, viene cabizbajo, con los ojos llorosos. Cristina está tumbada en la cama leyendo.
CRISTINA: ¿Dónde estabas Esteban? ¿Qué pasa? ¿De dónde vienes?
ESTEBAN: Me voy a dar un baño Cristina.
Cristina se levanta de la cama y le corta el paso a Esteban.
CRISTINA: ¿Qué está pasando Esteban? ¿Qué me ocultas?
Esteban la mira.
ESTEBAN: Nada Cristina, de verdad, me voy a dar un baño.
Cristina agarra a Esteban del brazo.
CRISTINA: ¿Nada? Hace días que no me tocas, hace días que no me haces el amor, hace días que desapareces sin darme ninguna explicación. ¿Qué está pasando? (Mira a Esteban con lágrimas en los ojos) ¿Hay otra mujer? ¿Es eso?
ESTEBAN: ¡No! No hay ninguna otra mujer, Cristina. (Se aparta de Cristina) Me voy a dormir a otra recamara.
Esteban se da media vuelta y se dirige hacia la puerta.
CRISTINA: ¡Esteban!
Esteban se da la vuelta.
ESTEBAN: Te quiero Cristina, no lo olvides, no lo dudes.
Esteban se marcha de la habitación, Cristina se derrumba sobre la cama.
CRISTINA: Hay otra mujer, lo sé. ¿Pero quién?
Laura González López (2014. España)
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viernes, 14 de noviembre de 2014
Capitulín 17. La Malquerida 2.0. La alternativa.
Acacia sale de la habitación, se para un instante en el pasillo, se apoya en la pared, respira lento, profundo, cierra los ojos, inhala, exhala, abre los ojos y se dirige al despacho. Llama a la puerta, entra.
ACACIA: Esteban, necesito hablar contigo. ¿Puedo pasar? Es importante.
Esteban está sentado frente al escritorio, la mira.
ESTEBAN: Claro Acacia, tú dirás.
Le hace un gesto con la mano, indicándole que se siente, Acacia se sienta en una silla al otro lado del escritorio.
ACACIA: No quiero alargar esta conversación innecesariamente, por eso te pido que seas totalmente sincero conmigo (Esteban la mira extrañado) ¿Es verdad? ¿Es verdad qué te dedicas a amenazar a todos los chicos que han mostrado algún interés en mí? ¿Por qué lo haces Esteban? ¿Por qué no quieres que ningún hombre se acerque a mí?
Esteban se levanta de la silla, se dirige hacia ella, pero se aleja, se queda a unos pasos.
ESTEBAN: Acacia yo...
ACACIA: Sin mentiras Esteban. (Le mira a los ojos) Por favor.
ESTEBAN: No los amenazo, bueno, puede que mi forma de decir las cosas sea brusca, pero es sólo porque me preocupo por ti.
ACACIA: Te preocupas por mí. (Se pone de pie, le mira) ¿Y por qué te preocupas por mí? ¿Por qué tú te preocupas por mí?
ESTEBAN: Porque tú, porque... (Se da la vuelta, vuelve a darse la vuelta, la mira) Porque tú eres la hija de mi mujer, y me preocupa que no te cases con un buen hombre.
ACACIA: ¿Es por eso Esteban? ¿Sólo por eso? ¿Quieres que encuentre a un buen hombre?
ESTEBAN: Sí Acacia, sólo por eso.
ACACIA: Muy bien (Se le llenan los ojos de lágrimas) Ya no tienes que preocuparte más por mí Esteban, ya encontré un buen hombre. Y además un buen hombre que mi mamá aprueba, así que, cómo sólo te preocupa que esté con un buen hombre, ya puedes dejar de preocuparte.
Esteban la mira asombrado, se dirige a ella, la coge por los brazos, se la acerca a él.
ESTEBAN: ¿De quién hablas Acacia? ¿De quién demonios estás hablando? ¡Habla!
Acacia le mira, se intenta soltar.
ACACIA: ¡Esteban suéltame! ¡¡Suéltame Esteban!! Me estás lastimando...
Esteban la suelta.
ESTEBAN: No hay un sólo hombre que te merezca (se le acerca a la cara) ¡Ni uno sólo!
Acacia le empuja.
ACACIA: Eres un idiota Esteban, y te comportas como lo que eres, ¡como un idiota! Te odio, te odio tanto Esteban.
Acacia se dirige a la puerta, antes de abrirla se vuelve a mirar a Esteban.
ACACIA: Te odio.
Acacia abre la puerta.
ESTEBAN: ¡Yo también te odio!
Acacia cierra la puerta, Esteban se dirige al escritorio, tira con furia los papeles que están en él, se coge la cabeza entre las manos, se toca el pelo.
ESTEBAN: No Acacia, no puedes estar con otro hombre. Tú no, tú no mi Acacia.
Acacia corre a su habitación, se para en la puerta, se limpia las lágrimas de su rostro y entra. Manuel está sentado en una silla, tiene los ojos lloroso y en las manos la cajita con el anillo de pedida. Acacia se acerca a él, a paso lento, se arrodilla frente a él, y coloca las manos en sus rodillas.
ACACIA: Manolo, perdóname. Lo que he hecho ha sido horrible, irme así, sin decirte nada perdóname. (Manuel la mira) Quiero que sepas que te quiero muchísimo, que te quiero más de lo que jamás podré querer a nadie, pero no te amo. No estoy enamorada de ti. Y no sería justo contigo contestar a tu pregunta sin antes decirte la verdad. No te amo Manuel, esa es la verdad.
MANUEL: ¿Quieres casarte conmigo?
ACACIA: Manuel, acabo de decirte que no te amo.
MANUEL: Te he oído Acacia, y lo sé. Siempre lo he sabido, igual que siempre he sabido que... Que amas a otro hombre. Pero yo te amo, y sé que puedo hacerte muy feliz, sé que yo no voy a desaparecer de tu vida, sé que yo voy a conseguir que olvides a quién sea. Sólo tienes que darle una oportunidad a lo nuestro. Así que, ¿quieres casarte conmigo?
Acacia apoya la cabeza en las rodillas de Manuel, está sentada sobre sus propios pies, levanta levemente la cabeza, le mira a los ojos.
ACACIA: Sí Manolo, quiero casarme contigo.
Acacia y Manuel llegan al salón, cogidos de la mano. Cristina, Elena y Juan Carlos están sentados, ellas en el sofá, en el sillón.
ACACIA: Mamá, ¿puedo hablar contigo un momento?
Cristina mira a su hija, ve las manos entrelazadas y sonríe.
CRISTINA: Por supuesto que sí hija.
Cristina se levanta del sofá, Acacia sonríe a Manuel, le suelta la mano y agarra el brazo de su madre.
ACACIA: Vayamos fuera, quiero caminar contigo.
CRISTINA: Claro que sí, vamos.
Acacia y Cristina caminan tranquilas por el patio de la hacienda.
ACACIA: Mamá, quiero contarte algo importante.
CRISTINA: Imagino que tiene que ver con Manuel, ya vi que entraron agarraditos.
ACACIA: Sí mamá, tiene que ver con Manolo. Mamá, me ha pedido que me case con él y le he dicho que sí.
Cristina se para, mira a su hija.
CRISTINA: ¿Casaros? ¿No es un poco pronto? Ni siquiera me habías dicho que tuvierais una relación.
ACACIA: Mamá, no nos vamos a casar mañana. Estamos comprometidos, y queremos una relación seria, muy seria.
CRISTINA: ¿Y te casarás cuando estés totalmente segura y preparada?
ACACIA: Claro que sí mamá.
CRISTINA: ¡Ay hija! Que felicidad más grande.
Cristina y Acacia se dan un sincero abrazo.
ACACIA: Hay algo más mamá.
CRISTINA: ¿El qué cariño?
ACACIA: Quiero que hablemos de Esteban.
CRISTINA: Acacia, ¿otra vez?
ACACIA: Sí mamá, pero esta vez es diferente. (Cristina la mira extrañada) Ya no voy a oponerme más a vuestra relación. No más.
CRISTINA: ¿Y ese cambio?
ACACIA: Porque... Porque me he dado cuenta de que sí te quiere.
CRISTINA: Ay mi amor, no sabes lo feliz que me haces.
Cristina abraza a Acacia, mientras a ésta le resbalan las lágrimas por las mejillas.
Cristina y Acacia regresan a la casa, entran en el salón. Cristina se dirige a Esteban que está de pie, apoyando las manos en el respaldo de una silla. Acacia va a donde está Manuel, al otro lado del salón, de pie al lado del sillón donde está sentado Juan Carlos. Acacia le susurra algo a Manuel al oído y él asiente.
ACACIA: Manolo y yo tenemos algo que contarles.
Juan Carlos y Elena los miran, Cristina mira a Esteban y le sonríe.
ACACIA: Manolo y yo estamos prometidos, y nos vamos a casar.
Elena y Juan Carlos miran a su nieta sorprendidos, Cristina continua sonriendo, mientras que Esteban va pasando del asombro al hastío.
JUAN CARLOS: Pero mi hijita, ¿no es demasiado pronto?
ESTEBAN: ¡Exacto! ¿Cómo vas a casarte con este? ¡¡No digas tonterías Acacia!!
CRISTINA: ¡Esteban basta! (Mira a Esteban seria, baja la voz) No sé a qué ha venido eso, pero no más.
Elena se levanta del sofá, se acerca a Acacia, le da un beso y un abrazo.
ELENA: Ay preciosa, pues yo estoy muy contenta por ti. Manuel es un buen muchacho.
MANUEL: Gracias doña Elena.
Elena y Manuel se abrazan.
JUAN CARLOS: ¿Y tú mi hija? (Mira a Cristina) ¿Qué tienes que decir?
CRISTINA: Yo estoy muy feliz por mi hija papá. Hemos hablado, y la apoyo, incondicionalmente.
JUAN CARLOS: Bueno mi hijita, si tu mamá está totalmente de acuerdo, ¿quién soy yo para oponerme a todo esto? (Se levanta del sillón, se dirige a Acacia, le da un abrazo) Pero aún así quiero que hablemos tranquilos. (Acacia asiente) Y en cuanto a ti muchacho (Pone sus manos en los hombros de Manuel) más te vale que cuides mucho a mi nieta.
MANUEL: Así será don Juan Carlos, no lo dude. Nunca.
Acacia mira a Esteban, los dos están serios.
ACACIA: ¿Y tú Esteban? ¿No nos vas a felicitar?
ESTEBAN: Yo ya he dicho todo lo que tenia que decir sobre este asunto. Si me disculpáis.
Esteban se marcha.
CRISTINA: No os preocupéis. Cuando le diga que ya aceptas nuestra relación, Acacia, su actitud será otra. Ya lo veréis.
Es de noche en la Benavente. En la recamara principal Cristina se quita la bata, Esteban ya está en la cama, ella se mete también, se acerca a Esteban.
CRISTINA: Mi vida, ¿por qué reaccionaste así con la boda de mi hija? No entiendo porque adoptas esa actitud.
ESTEBAN: Me pongo así porque Manuel es un bueno para nada. Además, estoy seguro de que tu hija no está enamorada de él, y...
Cristina le interrumpe.
CRISTINA: Esteban, este asunto no es tuyo. Es un asunto de mi hija, y yo como su madre soy quién debe preocuparse, y quién se preocupa de todas las decisiones que ella tome. No quiero que vuelvas a interferir en estos asuntos.
ESTEBAN: ¿Lo dices por qué me odia?
CRISTINA: No Esteban. Es más, esta tarde me ha dicho que acepta nuestra relación.
ESTEBAN: ¿Qué te ha dicho qué?
CRISTINA: Lo que escuchas mi vida. Pero que acepte nuestra relación no significa que tengas que preocuparte por ella. Tú preocúpate sólo por mi.
Cristina se acerca a Esteban, él la tumba en la cama, empieza a besarla, en la boca en el cuello...
Semanas después
Acacia está en su habitación, sentada en el sofá, llaman a la puerta y entra Manuel.
MANUEL: Amor, buenos días.
Manuel se acerca a Acacia, va a darle un beso en los labios pero ella mueve la cara, así que finalmente se lo da en la mejilla.
ACACIA: Buenos días Manolo.
MANUEL: Acacia, ¿aún estamos así?
ACACIA: ¿Así cómo?
Manuel mira triste a Acacia.
MANUEL: Me quitas la cara Acacia. No me dejas besarte.
ACACIA: Ay, Manolo que tontería, claro que dejo que me beses.
MANUEL: Sí Acacia, pero cuando estamos delante de los demás. Cuando estamos con tu madre... O con Esteban.
Acacia le mira, respira hondo, se levanta y le coge las manos.
ACACIA: Manolo, entiéndeme. Necesito tiempo. Para mí no es fácil cuando estamos solos, sólo tienes que darme tiempo, ¿si?
Acacia se acerca a Manuel y le da un beso rápido en los labios.
ACACIA: Vamos al comedor, nos estarán esperando.
En la recama principal Esteban se está poniendo la camisa. Cristina se acerca a él, le abraza, le besa.
CRISTINA: Mi vida, me gustaría hacer un viaje. Tú y yo.
ESTEBAN: Lo que tú quieras mi amor.
Esteban abraza a Cristina, le da un beso en la frente.
ESTEBAN: ¿Te he dicho lo mucho que te quiero?
Cristina se ríe. Se vuelven a besar.
En el comedor, todos están sentados a la mesa desayunando. Acacia y Manuel se besan y se hacen mimos varios, mientras Cristina, Juan Carlos y Elena hablan, Esteban está serio, mirando a Acacia.
ESTEBAN: Manuel, ya es hora de empezar a trabajar. Y sin excusas varias.
MANUEL: Sí Esteban, ya voy. Con permiso.
Manuel se levanta de la mesa, se agacha, da un beso en la boca a Acacia, sonríe a los demás y se va.
ACACIA: Yo también me retiro, voy a montar, con permiso.
Acacia se levanta, Esteban hace lo propio.
ESTEBAN: Con permiso.
Esteban se levanta de la mesa y hace ademán de irse. Acacia aún está en el comedor, de pie, al lado de la mesa.
CRISTINA: Mi vida, ¿mi beso?
ESTEBAN: Ay sí, Cristina.
Esteban se agacha frente a Cristina, le da un beso en los labios, Acacia se marcha, para no verlos.
En las caballerizas, Acacia monta en su caballo, sin apartar los ojos de Esteban. Él se sube en su caballo también, ella pone el caballo al galope y él hace lo mismo. Acacia llega al lago, se baja del caballo y espera a que Esteban también lo haga.
ACACIA: ¿Qué te pasa Esteban? ¿Por qué me sigues?
ESTEBAN: No quiero que Manuel te toque Acacia. No quiero que te vuelva a besar.
ACACIA: ¿Pero qué tonterías dices Esteban? Es mi novio, y pronto será mi marido.
Esteban coge a Acacia de los brazos.
ESTEBAN: Nunca más Acacia, él no puede tocarte nunca más.
ACACIA: ¿Y por qué no? ¿Acaso tú no tocas a tu mujer?
Esteban la agarra por la cintura, por la espalda, impidiéndole que se suelte.
ESTEBAN: No es lo mismo Acacia, no lo es. Y tú lo sabes.
Acacia consigue soltarse, le da una bofetada.
ACACIA: ¿Y por qué no es lo mismo? ¡Dime! ¿¿Por qué??
Esteban vuelve a agarrar a Acacia.
ESTEBAN: ¡Tú eres mía!
Esteban besa a Acacia, ella le corresponde, aunque finalmente se suelta. Le abofetea, le pega con los puños cerrados en el pecho.
ACACIA: ¡¡No soy tuya Esteban!! ¡¡¡No lo soy!!! ¡No lo soy, no lo soy, no lo soy!
Acacia se separa de Esteban, anda unos pasos, se toca el pelo, se enjuaga las lágrimas de los ojos, mira a Esteban con furia.
ACACIA: Si algún día pude ser tuya, eso se terminó en el momento en el que te casaste con mi madre. ¡Mi madre!
Acacia se dirige al caballo, justo cuando se va a montar, llega Esteban, la agarra del brazo, la coge por la cintura.
ESTEBAN: Qué no te vuelva a tocar Acacia... O te juro que lo mato.
ACACIA: Esteban, necesito hablar contigo. ¿Puedo pasar? Es importante.
Esteban está sentado frente al escritorio, la mira.
ESTEBAN: Claro Acacia, tú dirás.
Le hace un gesto con la mano, indicándole que se siente, Acacia se sienta en una silla al otro lado del escritorio.
ACACIA: No quiero alargar esta conversación innecesariamente, por eso te pido que seas totalmente sincero conmigo (Esteban la mira extrañado) ¿Es verdad? ¿Es verdad qué te dedicas a amenazar a todos los chicos que han mostrado algún interés en mí? ¿Por qué lo haces Esteban? ¿Por qué no quieres que ningún hombre se acerque a mí?
Esteban se levanta de la silla, se dirige hacia ella, pero se aleja, se queda a unos pasos.
ESTEBAN: Acacia yo...
ACACIA: Sin mentiras Esteban. (Le mira a los ojos) Por favor.
ESTEBAN: No los amenazo, bueno, puede que mi forma de decir las cosas sea brusca, pero es sólo porque me preocupo por ti.
ACACIA: Te preocupas por mí. (Se pone de pie, le mira) ¿Y por qué te preocupas por mí? ¿Por qué tú te preocupas por mí?
ESTEBAN: Porque tú, porque... (Se da la vuelta, vuelve a darse la vuelta, la mira) Porque tú eres la hija de mi mujer, y me preocupa que no te cases con un buen hombre.
ACACIA: ¿Es por eso Esteban? ¿Sólo por eso? ¿Quieres que encuentre a un buen hombre?
ESTEBAN: Sí Acacia, sólo por eso.
ACACIA: Muy bien (Se le llenan los ojos de lágrimas) Ya no tienes que preocuparte más por mí Esteban, ya encontré un buen hombre. Y además un buen hombre que mi mamá aprueba, así que, cómo sólo te preocupa que esté con un buen hombre, ya puedes dejar de preocuparte.
Esteban la mira asombrado, se dirige a ella, la coge por los brazos, se la acerca a él.
ESTEBAN: ¿De quién hablas Acacia? ¿De quién demonios estás hablando? ¡Habla!
Acacia le mira, se intenta soltar.
ACACIA: ¡Esteban suéltame! ¡¡Suéltame Esteban!! Me estás lastimando...
Esteban la suelta.
ESTEBAN: No hay un sólo hombre que te merezca (se le acerca a la cara) ¡Ni uno sólo!
Acacia le empuja.
ACACIA: Eres un idiota Esteban, y te comportas como lo que eres, ¡como un idiota! Te odio, te odio tanto Esteban.
Acacia se dirige a la puerta, antes de abrirla se vuelve a mirar a Esteban.
ACACIA: Te odio.
Acacia abre la puerta.
ESTEBAN: ¡Yo también te odio!
Acacia cierra la puerta, Esteban se dirige al escritorio, tira con furia los papeles que están en él, se coge la cabeza entre las manos, se toca el pelo.
ESTEBAN: No Acacia, no puedes estar con otro hombre. Tú no, tú no mi Acacia.
Acacia corre a su habitación, se para en la puerta, se limpia las lágrimas de su rostro y entra. Manuel está sentado en una silla, tiene los ojos lloroso y en las manos la cajita con el anillo de pedida. Acacia se acerca a él, a paso lento, se arrodilla frente a él, y coloca las manos en sus rodillas.
ACACIA: Manolo, perdóname. Lo que he hecho ha sido horrible, irme así, sin decirte nada perdóname. (Manuel la mira) Quiero que sepas que te quiero muchísimo, que te quiero más de lo que jamás podré querer a nadie, pero no te amo. No estoy enamorada de ti. Y no sería justo contigo contestar a tu pregunta sin antes decirte la verdad. No te amo Manuel, esa es la verdad.
MANUEL: ¿Quieres casarte conmigo?
ACACIA: Manuel, acabo de decirte que no te amo.
MANUEL: Te he oído Acacia, y lo sé. Siempre lo he sabido, igual que siempre he sabido que... Que amas a otro hombre. Pero yo te amo, y sé que puedo hacerte muy feliz, sé que yo no voy a desaparecer de tu vida, sé que yo voy a conseguir que olvides a quién sea. Sólo tienes que darle una oportunidad a lo nuestro. Así que, ¿quieres casarte conmigo?
Acacia apoya la cabeza en las rodillas de Manuel, está sentada sobre sus propios pies, levanta levemente la cabeza, le mira a los ojos.
ACACIA: Sí Manolo, quiero casarme contigo.
Acacia y Manuel llegan al salón, cogidos de la mano. Cristina, Elena y Juan Carlos están sentados, ellas en el sofá, en el sillón.
ACACIA: Mamá, ¿puedo hablar contigo un momento?
Cristina mira a su hija, ve las manos entrelazadas y sonríe.
CRISTINA: Por supuesto que sí hija.
Cristina se levanta del sofá, Acacia sonríe a Manuel, le suelta la mano y agarra el brazo de su madre.
ACACIA: Vayamos fuera, quiero caminar contigo.
CRISTINA: Claro que sí, vamos.
Acacia y Cristina caminan tranquilas por el patio de la hacienda.
ACACIA: Mamá, quiero contarte algo importante.
CRISTINA: Imagino que tiene que ver con Manuel, ya vi que entraron agarraditos.
ACACIA: Sí mamá, tiene que ver con Manolo. Mamá, me ha pedido que me case con él y le he dicho que sí.
Cristina se para, mira a su hija.
CRISTINA: ¿Casaros? ¿No es un poco pronto? Ni siquiera me habías dicho que tuvierais una relación.
ACACIA: Mamá, no nos vamos a casar mañana. Estamos comprometidos, y queremos una relación seria, muy seria.
CRISTINA: ¿Y te casarás cuando estés totalmente segura y preparada?
ACACIA: Claro que sí mamá.
CRISTINA: ¡Ay hija! Que felicidad más grande.
Cristina y Acacia se dan un sincero abrazo.
ACACIA: Hay algo más mamá.
CRISTINA: ¿El qué cariño?
ACACIA: Quiero que hablemos de Esteban.
CRISTINA: Acacia, ¿otra vez?
ACACIA: Sí mamá, pero esta vez es diferente. (Cristina la mira extrañada) Ya no voy a oponerme más a vuestra relación. No más.
CRISTINA: ¿Y ese cambio?
ACACIA: Porque... Porque me he dado cuenta de que sí te quiere.
CRISTINA: Ay mi amor, no sabes lo feliz que me haces.
Cristina abraza a Acacia, mientras a ésta le resbalan las lágrimas por las mejillas.
Cristina y Acacia regresan a la casa, entran en el salón. Cristina se dirige a Esteban que está de pie, apoyando las manos en el respaldo de una silla. Acacia va a donde está Manuel, al otro lado del salón, de pie al lado del sillón donde está sentado Juan Carlos. Acacia le susurra algo a Manuel al oído y él asiente.
ACACIA: Manolo y yo tenemos algo que contarles.
Juan Carlos y Elena los miran, Cristina mira a Esteban y le sonríe.
ACACIA: Manolo y yo estamos prometidos, y nos vamos a casar.
Elena y Juan Carlos miran a su nieta sorprendidos, Cristina continua sonriendo, mientras que Esteban va pasando del asombro al hastío.
JUAN CARLOS: Pero mi hijita, ¿no es demasiado pronto?
ESTEBAN: ¡Exacto! ¿Cómo vas a casarte con este? ¡¡No digas tonterías Acacia!!
CRISTINA: ¡Esteban basta! (Mira a Esteban seria, baja la voz) No sé a qué ha venido eso, pero no más.
Elena se levanta del sofá, se acerca a Acacia, le da un beso y un abrazo.
ELENA: Ay preciosa, pues yo estoy muy contenta por ti. Manuel es un buen muchacho.
MANUEL: Gracias doña Elena.
Elena y Manuel se abrazan.
JUAN CARLOS: ¿Y tú mi hija? (Mira a Cristina) ¿Qué tienes que decir?
CRISTINA: Yo estoy muy feliz por mi hija papá. Hemos hablado, y la apoyo, incondicionalmente.
JUAN CARLOS: Bueno mi hijita, si tu mamá está totalmente de acuerdo, ¿quién soy yo para oponerme a todo esto? (Se levanta del sillón, se dirige a Acacia, le da un abrazo) Pero aún así quiero que hablemos tranquilos. (Acacia asiente) Y en cuanto a ti muchacho (Pone sus manos en los hombros de Manuel) más te vale que cuides mucho a mi nieta.
MANUEL: Así será don Juan Carlos, no lo dude. Nunca.
Acacia mira a Esteban, los dos están serios.
ACACIA: ¿Y tú Esteban? ¿No nos vas a felicitar?
ESTEBAN: Yo ya he dicho todo lo que tenia que decir sobre este asunto. Si me disculpáis.
Esteban se marcha.
CRISTINA: No os preocupéis. Cuando le diga que ya aceptas nuestra relación, Acacia, su actitud será otra. Ya lo veréis.
Es de noche en la Benavente. En la recamara principal Cristina se quita la bata, Esteban ya está en la cama, ella se mete también, se acerca a Esteban.
CRISTINA: Mi vida, ¿por qué reaccionaste así con la boda de mi hija? No entiendo porque adoptas esa actitud.
ESTEBAN: Me pongo así porque Manuel es un bueno para nada. Además, estoy seguro de que tu hija no está enamorada de él, y...
Cristina le interrumpe.
CRISTINA: Esteban, este asunto no es tuyo. Es un asunto de mi hija, y yo como su madre soy quién debe preocuparse, y quién se preocupa de todas las decisiones que ella tome. No quiero que vuelvas a interferir en estos asuntos.
ESTEBAN: ¿Lo dices por qué me odia?
CRISTINA: No Esteban. Es más, esta tarde me ha dicho que acepta nuestra relación.
ESTEBAN: ¿Qué te ha dicho qué?
CRISTINA: Lo que escuchas mi vida. Pero que acepte nuestra relación no significa que tengas que preocuparte por ella. Tú preocúpate sólo por mi.
Cristina se acerca a Esteban, él la tumba en la cama, empieza a besarla, en la boca en el cuello...
Semanas después
Acacia está en su habitación, sentada en el sofá, llaman a la puerta y entra Manuel.
MANUEL: Amor, buenos días.
Manuel se acerca a Acacia, va a darle un beso en los labios pero ella mueve la cara, así que finalmente se lo da en la mejilla.
ACACIA: Buenos días Manolo.
MANUEL: Acacia, ¿aún estamos así?
ACACIA: ¿Así cómo?
Manuel mira triste a Acacia.
MANUEL: Me quitas la cara Acacia. No me dejas besarte.
ACACIA: Ay, Manolo que tontería, claro que dejo que me beses.
MANUEL: Sí Acacia, pero cuando estamos delante de los demás. Cuando estamos con tu madre... O con Esteban.
Acacia le mira, respira hondo, se levanta y le coge las manos.
ACACIA: Manolo, entiéndeme. Necesito tiempo. Para mí no es fácil cuando estamos solos, sólo tienes que darme tiempo, ¿si?
Acacia se acerca a Manuel y le da un beso rápido en los labios.
ACACIA: Vamos al comedor, nos estarán esperando.
En la recama principal Esteban se está poniendo la camisa. Cristina se acerca a él, le abraza, le besa.
CRISTINA: Mi vida, me gustaría hacer un viaje. Tú y yo.
ESTEBAN: Lo que tú quieras mi amor.
Esteban abraza a Cristina, le da un beso en la frente.
ESTEBAN: ¿Te he dicho lo mucho que te quiero?
Cristina se ríe. Se vuelven a besar.
En el comedor, todos están sentados a la mesa desayunando. Acacia y Manuel se besan y se hacen mimos varios, mientras Cristina, Juan Carlos y Elena hablan, Esteban está serio, mirando a Acacia.
ESTEBAN: Manuel, ya es hora de empezar a trabajar. Y sin excusas varias.
MANUEL: Sí Esteban, ya voy. Con permiso.
Manuel se levanta de la mesa, se agacha, da un beso en la boca a Acacia, sonríe a los demás y se va.
ACACIA: Yo también me retiro, voy a montar, con permiso.
Acacia se levanta, Esteban hace lo propio.
ESTEBAN: Con permiso.
Esteban se levanta de la mesa y hace ademán de irse. Acacia aún está en el comedor, de pie, al lado de la mesa.
CRISTINA: Mi vida, ¿mi beso?
ESTEBAN: Ay sí, Cristina.
Esteban se agacha frente a Cristina, le da un beso en los labios, Acacia se marcha, para no verlos.
En las caballerizas, Acacia monta en su caballo, sin apartar los ojos de Esteban. Él se sube en su caballo también, ella pone el caballo al galope y él hace lo mismo. Acacia llega al lago, se baja del caballo y espera a que Esteban también lo haga.
ACACIA: ¿Qué te pasa Esteban? ¿Por qué me sigues?
ESTEBAN: No quiero que Manuel te toque Acacia. No quiero que te vuelva a besar.
ACACIA: ¿Pero qué tonterías dices Esteban? Es mi novio, y pronto será mi marido.
Esteban coge a Acacia de los brazos.
ESTEBAN: Nunca más Acacia, él no puede tocarte nunca más.
ACACIA: ¿Y por qué no? ¿Acaso tú no tocas a tu mujer?
Esteban la agarra por la cintura, por la espalda, impidiéndole que se suelte.
ESTEBAN: No es lo mismo Acacia, no lo es. Y tú lo sabes.
Acacia consigue soltarse, le da una bofetada.
ACACIA: ¿Y por qué no es lo mismo? ¡Dime! ¿¿Por qué??
Esteban vuelve a agarrar a Acacia.
ESTEBAN: ¡Tú eres mía!
Esteban besa a Acacia, ella le corresponde, aunque finalmente se suelta. Le abofetea, le pega con los puños cerrados en el pecho.
ACACIA: ¡¡No soy tuya Esteban!! ¡¡¡No lo soy!!! ¡No lo soy, no lo soy, no lo soy!
Acacia se separa de Esteban, anda unos pasos, se toca el pelo, se enjuaga las lágrimas de los ojos, mira a Esteban con furia.
ACACIA: Si algún día pude ser tuya, eso se terminó en el momento en el que te casaste con mi madre. ¡Mi madre!
Acacia se dirige al caballo, justo cuando se va a montar, llega Esteban, la agarra del brazo, la coge por la cintura.
ESTEBAN: Qué no te vuelva a tocar Acacia... O te juro que lo mato.
Laura González López (2014. España)
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martes, 11 de noviembre de 2014
Desencantarse
Habrán sido innumerables las ocasiones en las que he dicho, repitiéndome más que disco rallado, que yo no soy fan de ningún actor, ni cantante, ni nadie vinculado al mundo del artisteo. Lo que sí tengo, y así lo he admitido, son mis debilidades, mis preferencias, mis, llamemosles, consentidos. Normalmente suele ser gente que no sólo me gusta en su trabajo sino que también coincide conmigo en ciertos aspectos importantes de la vida, o están en un nivel superior al mio en muchos otros, ya sea por su forma de decir las cosas, por el ahínco con el que defienden sus trabajos, o por su filosofía de vida.
Ser fan, o así lo entiendo, implica respetar aquellas cosas que a ti en lo personal no te parecen muy lógicas o muy loables, supongo que defiendes a ultranza a ese artista, porque como fan entiendes y adoras sus virtudes, pero también sus defectos. El problema para aquellos que no tenemos ese sentimiento fan arraigado, sino que lo que tenemos es una debilidad, es que los defectos no los toleramos tan amablemente. Cuando esa persona a la que en cierta manera admiras y respetas, hace algo que se escapa de tu lógica, de tu moralidad, de lo que tú entiendes como correcto, incluso de lo que tú ves como divertido, y hace cosas que para ti rozan lo soez, te desencantas. Es inevitable.
Cuando te desencantas no quieres saber nada de esa persona que era causante de tus debilidades, no le quieres tener ni en tus redes sociales, ni en tu lista de pendientes, ya sea una canción por escuchar, una película por ver, o una novela por seguir, y es algo que no se puede controlar. No se pude controlar, porque has depositado cierta confianza en esa persona, no pedida por ella, sino otorgada unilateralmente, que entiendes ha sido traicionada.
Al final lo único que queda es esperar a que el objeto de tu debilidad vuelva a retomar el camino que tú entiendes correcto, vuelva a ser aquella persona a la que admirabas, o, simplemente, encontrar a alguien más. Y es que, creo, lo que pasa con la admiración y la debilidad con los artistas, tiene cierta similitud a lo que pasa en las relaciones.
Ser fan, o así lo entiendo, implica respetar aquellas cosas que a ti en lo personal no te parecen muy lógicas o muy loables, supongo que defiendes a ultranza a ese artista, porque como fan entiendes y adoras sus virtudes, pero también sus defectos. El problema para aquellos que no tenemos ese sentimiento fan arraigado, sino que lo que tenemos es una debilidad, es que los defectos no los toleramos tan amablemente. Cuando esa persona a la que en cierta manera admiras y respetas, hace algo que se escapa de tu lógica, de tu moralidad, de lo que tú entiendes como correcto, incluso de lo que tú ves como divertido, y hace cosas que para ti rozan lo soez, te desencantas. Es inevitable.
Cuando te desencantas no quieres saber nada de esa persona que era causante de tus debilidades, no le quieres tener ni en tus redes sociales, ni en tu lista de pendientes, ya sea una canción por escuchar, una película por ver, o una novela por seguir, y es algo que no se puede controlar. No se pude controlar, porque has depositado cierta confianza en esa persona, no pedida por ella, sino otorgada unilateralmente, que entiendes ha sido traicionada.
Al final lo único que queda es esperar a que el objeto de tu debilidad vuelva a retomar el camino que tú entiendes correcto, vuelva a ser aquella persona a la que admirabas, o, simplemente, encontrar a alguien más. Y es que, creo, lo que pasa con la admiración y la debilidad con los artistas, tiene cierta similitud a lo que pasa en las relaciones.
lunes, 10 de noviembre de 2014
10 sies y 10 noes de La Malquerida
Síes
1. Sí a la química Meier-Ariadne, de esas de las que existen pocas, aunque mal aprovechada. Incomprensible.
2. Sí a nada del final. Previsible.
3. Sí a Meier-Ruffo y el esperado momento de la verdad, él maravilloso revelando una verdad como esa, ella fabulosa llenándose de rabia. Imperdible e imborrable.
4. Sí a Fabián Robles como el Rubio. Imprescindible e impecable.
5. Sí a Juan Carlos y Elena, ternura y comprensión de abuelos; Ignacio López Tarso y Silvia Mariscal, experiencia de primeros actores.
6. Sí a Memo y Arturo, o más bien a Joshua Gutiérrez y Gonzalo Peña, el primero todo ojos, el segundo todo sonrisas. Frescura y atractivo.
7. Sí a Alberto Estrella, que no a Danilo, su personaje un coñazo, él sublime.
8. Sí a optar por una historia original, aunque se haya quedado en intento. Si bien quién no arriesga, no gana.
9. Sí a Christian Meier, Victoria Ruffo y Ariadne Díaz, cubriendo debilidades.
10. Sí a las subtramas Luisa-Gonzalo-Rosa, Perla-Memo. Compensando.
Noes
1. No a la adaptación. Lenta, incongruente, mal hilada, con cambios de guión cada semana. Destrozo de la obra de un premio nobel.
2. No al final trillado, aburrido, previsible y que pretende ser una lección. Patético.
3. No a estropear el tan esperado momento de la gran verdad, haciendo que un personaje ajeno al trío cargue con tal responsabilidad. Imperdonable.
4. No a los momentos de publicidad metidos con calzador en la trama. Más sutileza la próxima. Agotador.
5. No a Alejandra y su drama. Había días que no se sabía si era La Malquerida o La Turquesa. Fastidio. África Zabala fantástica.
6. No a Héctor, personaje introducido con calzador, con la misión de ser el Batman de El Soto, porque ni a compensar a Cristina llegó, qué menos mal. Tanta perfección hastía.
7. No a Acacia y Uises, y sus voy y vengo con una química inexistente. Una piña y un melón les superan.
8. No a la bipolaridad de Acacia. Dieciocho años no es sinónimo de inestabilidad e incongruencia. Personaje mal definido. Como casi todos.
9. No a Lupita Jones y su incomprensible participación. La palabra actuación le queda grande.
10. No a la nula presencia de Victoria Ruffo, se han visto muebles en la Benavente con más participación en la trama que Cristina. Incomprensible.
10.bis. No a destrozar el personaje de Esteban, de la noche a la mañana convertirlo en villano, un villano perturbado y sin sentido. Inverosímil e irritante.
10.ter. No a hacer de Acacia en las últimas semanas una mezcla entre víctima y femme fatale. Ridículo y fastidioso.
10.quater. No a vender algo y no cumplirlo, intentando que todos comulguen con ruedas de molino. Estúpida suposición de la estupidez ajena. Dónde quedo madre e hija luchando por un mismo hombre. Estafa.
10.quinquies. No a pensar que la intriga es ir a paso tortuga durante casi noventa capítulos y luego acelerar en la recta final. Desconocimiento.
10.sexies. No a empezar la historia con una Acacia niña y un Esteban hombre. Con una Acacia ya mujer y loca por el peón, la trama principal hubiera explotado en el minuto uno. Mal planteamiento.
10.septies. No a destruir la esencia del original, por muy adaptación que haya pretendido ser, Jacinto lo dijo, Acacia amaba a Esteban, el güero Castro lo olvidó. Inaudito.
(Muchos Noes)
Anexo personal
Sí a los comentarios jocosos y momentos divertidos en Twitter, a la buena y maravillosa gente.
No al mal uso intencionado de las redes sociales, a los insultos a los actores, a los rifi rafes entre fans, a los descalificativos, a los moralistas de manos sucias.
1. Sí a la química Meier-Ariadne, de esas de las que existen pocas, aunque mal aprovechada. Incomprensible.
2. Sí a nada del final. Previsible.
3. Sí a Meier-Ruffo y el esperado momento de la verdad, él maravilloso revelando una verdad como esa, ella fabulosa llenándose de rabia. Imperdible e imborrable.
4. Sí a Fabián Robles como el Rubio. Imprescindible e impecable.
5. Sí a Juan Carlos y Elena, ternura y comprensión de abuelos; Ignacio López Tarso y Silvia Mariscal, experiencia de primeros actores.
6. Sí a Memo y Arturo, o más bien a Joshua Gutiérrez y Gonzalo Peña, el primero todo ojos, el segundo todo sonrisas. Frescura y atractivo.
7. Sí a Alberto Estrella, que no a Danilo, su personaje un coñazo, él sublime.
8. Sí a optar por una historia original, aunque se haya quedado en intento. Si bien quién no arriesga, no gana.
9. Sí a Christian Meier, Victoria Ruffo y Ariadne Díaz, cubriendo debilidades.
10. Sí a las subtramas Luisa-Gonzalo-Rosa, Perla-Memo. Compensando.
Noes
1. No a la adaptación. Lenta, incongruente, mal hilada, con cambios de guión cada semana. Destrozo de la obra de un premio nobel.
2. No al final trillado, aburrido, previsible y que pretende ser una lección. Patético.
3. No a estropear el tan esperado momento de la gran verdad, haciendo que un personaje ajeno al trío cargue con tal responsabilidad. Imperdonable.
4. No a los momentos de publicidad metidos con calzador en la trama. Más sutileza la próxima. Agotador.
5. No a Alejandra y su drama. Había días que no se sabía si era La Malquerida o La Turquesa. Fastidio. África Zabala fantástica.
6. No a Héctor, personaje introducido con calzador, con la misión de ser el Batman de El Soto, porque ni a compensar a Cristina llegó, qué menos mal. Tanta perfección hastía.
7. No a Acacia y Uises, y sus voy y vengo con una química inexistente. Una piña y un melón les superan.
8. No a la bipolaridad de Acacia. Dieciocho años no es sinónimo de inestabilidad e incongruencia. Personaje mal definido. Como casi todos.
9. No a Lupita Jones y su incomprensible participación. La palabra actuación le queda grande.
10. No a la nula presencia de Victoria Ruffo, se han visto muebles en la Benavente con más participación en la trama que Cristina. Incomprensible.
10.bis. No a destrozar el personaje de Esteban, de la noche a la mañana convertirlo en villano, un villano perturbado y sin sentido. Inverosímil e irritante.
10.ter. No a hacer de Acacia en las últimas semanas una mezcla entre víctima y femme fatale. Ridículo y fastidioso.
10.quater. No a vender algo y no cumplirlo, intentando que todos comulguen con ruedas de molino. Estúpida suposición de la estupidez ajena. Dónde quedo madre e hija luchando por un mismo hombre. Estafa.
10.quinquies. No a pensar que la intriga es ir a paso tortuga durante casi noventa capítulos y luego acelerar en la recta final. Desconocimiento.
10.sexies. No a empezar la historia con una Acacia niña y un Esteban hombre. Con una Acacia ya mujer y loca por el peón, la trama principal hubiera explotado en el minuto uno. Mal planteamiento.
10.septies. No a destruir la esencia del original, por muy adaptación que haya pretendido ser, Jacinto lo dijo, Acacia amaba a Esteban, el güero Castro lo olvidó. Inaudito.
(Muchos Noes)
Anexo personal
Sí a los comentarios jocosos y momentos divertidos en Twitter, a la buena y maravillosa gente.
No al mal uso intencionado de las redes sociales, a los insultos a los actores, a los rifi rafes entre fans, a los descalificativos, a los moralistas de manos sucias.
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domingo, 9 de noviembre de 2014
Capitulín 16. La Malquerida 2.0. La alternativa.
Acacia y Manuel están en el patio, sentados en el banco de piedra, llega un coche a la Benavente, de él se baja un muchacho.
ACACIA: ¡Rodrigo! Pero, ¿qué haces aquí? ¿No estabas en España?
Acacia y Rodrigo se dan un sincero abrazo. Él la levanta del suelo.
ACACIA: ¡Acacia! (La baja al suelo y le da un beso en la mejilla) Regresé ayer a México, y lo primero que quise fue venir a verte.
Manuel se acerca a ellos.
MANUEL: Rodrigo, ¿cómo estás? Cuánto tiempo.
Manuel y Rodrigo se dan la mano con cierta indiferencia.
RODRIGO: ¿Cómo estás Manuel? Gusto verte. (Se dirige a Acacia) Bueno Acacia, ¿pasamos el día en el lago? Tengo mucho que contarte. Y tengo muchas ganas de estar contigo.
ACACIA: Claro que sí Rodrigo, me encantaría pasar la tarde contigo.
El teléfono de Rodrigo suena, lo coge, mira la pantalla.
RODRIGO: Si me disculpáis, es mi papá.
ACACIA: Claro, adelante. Saluda a tu papá de mi parte, ¿quieres?
Rodrigo sonríe a Acacia y se aleja para hablar.
MANUEL: ¿Por qué Acacia? ¿Por qué?
Acacia le mira extrañada.
ACACIA: ¿Por qué qué Manolo? ¿De qué hablas?
MANUEL: ¿Por qué sales con todos estos imbéciles y no conmigo que te quiero tanto? Que te amo tanto.
ACACIA: Manolo, yo...
Esteban llega en ese momento.
ESTEBAN: ¡Manuel! ¿Ya estás perdiendo el tiempo? Deberías estar trabajando.
MANUEL: Esteban sólo estaba descansando un rato. Hablando con Acacia.
ESTEBAN: ¿Descansando? Descansado es tu estado normal. Vamos, ¡a trabajar! ¡¡¡Ya!!!
Rodrigo regresa.
RODRIGO: Bueno Acacia, ¿nos vamos?
Esteban mira a Rodrigo con desconfianza.
ESTEBAN: ¿Y tú quién diablos eres?
Rodrigo se acerca a él. En ese momento sale Cristina de la casa.
CRISTINA: ¡Rodrigo! Pero que alegría, te hacía en España.
Cristina se acerca a Rodrigo, le da un beso. Mira a Esteban.
CRISTINA: Mi vida él es Rodrigo, el hijo de Montserrat y Fausto.
Rodrigo alarga la mano para saludar a Esteban, él no se mueve.
CRISTINA: ¿Mi vida?
ESTEBAN: Sí perdona, Rodrigo, encantado.
Rodrigo y Esteban se dan un apretón de manos.
ACACIA: Mamá, Rodrigo y yo nos vamos al lago, ¿te parece bien?
Acacia se acerca a Cristina, le coge del brazo.
CRISTINA: Por supuesto que sí hija, disfrutad de la tarde.
Esteban mira a Manuel.
ESTEBAN: ¿Yo a ti no te he dicho que te vayas a trabajar?
Manuel mira furioso a Esteban.
MANUEL: Sí claro, si me disculpáis.
Manuel se marcha. Cristina se acerca a Rodrigo, le da un beso.
CRISTINA: Yo también me retiro, tengo muchos pendientes. Me ha encantado verte Rodrigo, espero que vengas más seguido a visitarnos.
Rodrigo mira a Acacia, le guiña un ojo y mira a Cristina.
RODRIGO: Eso seguro Cristina.
ACACIA: Rodrigo espérame, ¿sí? Voy a cambiarme de ropa, no me tardo.
RODRIGO: Claro Acacia, aquí te espero.
Acacia se acerca a Rodrigo y le besa en la mejilla, le sonríe. Pasa al lado de Esteban.
ACACIA: Esteban.
Acacia se marcha, Rodrigo y Esteban se quedan solos.
ESTEBAN: Voy a decirte ésto rápido y claro. Quiero que te alejes de Acacia.
RODRIGO: ¿Disculpa?
ESTEBAN: ¿Estás sordo o eres tonto o te lo haces? Te he dicho que quiero que te alejes de Acacia, quiero que no vuelvas a poner un pie en mi casa. ¿Te quedó claro?
Rodrigo le mira atónito, luego sonríe levemente.
RODRIGO: Ya me perdonarás Esteban, pero mientras Acacia quiera que venga a visitarla, así lo haré. Y mientras Cristina, la dueña de esta hacienda, me lo permita, lo haré.
Esteban le mira furioso, se le acerca.
ESTEBAN: Luego no digas que no te lo advertí. Y pobre de ti como le digas algo a Acacia, a Cristina o a tus padres.
Esteban se aleja.
Es de noche en la Benavente, Esteban y el Rubio están sentados en el banco de piedra del patio.
RUBIO: Compadre, ¿y qué tal la vida de marido?
ESTEBAN: Bien Rubio, Cristina es una gran mujer.
RUBIO: ¿Seguro compadre?
ESTEBAN: Por supuesto que sí Rubio.
RUBIO: ¿Y que hay de tus quehaberes con la niña Acacia?
ESTEBAN: ¡Qué tonterías dices Rubio!
RUBIO: Pos tú dirás lo que quieras, pero en el pueblo ya se dice, y si se dice, pa' mi que sí, que tienes tus quehaberes.
Esteban mira al Rubio.
ESTEBAN: ¿De qué diablos hablas Rubio?
RUBIO: Pos lo que oyes compadre. Que hay rumor, que se habla.
ESTEBAN: ¿Se habla de qué Rubio? ¡Habla!
RUBIO: Pos de que los pretendientes de la niña Acacia o ya no vuelven a esta su casa, o sin más desaparecen. Y ya hasta la andan llamando la malquerida, por quererla quién la quiere.
ESTEBAN: ¿Y quién la quiere?
RUBIO: Pues quién más, tú compadre.
Esteban agarra al Rubio de la camisa.
ESTEBAN: ¡No digas estupideces! ¿Me oíste? ¡Nunca más repitas eso! ¡Jamás!
CRISTINA: ¡Esteban! ¡Esteban!
Esteban suelta al Rubio y se pone de pie, el Rubio hace lo propio. Cristina llega corriendo hasta ellos.
ESTEBAN: Cristina mi amor, ¿qué pasó?
Cristina agarra las manos de Esteban.
CRISTINA: Una desgracia Esteban, ¡una desgracia! (Se sujeta la cara con las manos, abraza a Esteban, se separa) ¡Rodrigo murió! Tuvo un accidente con su coche cuando salió de aquí, algo le falló al coche, acaban de encontrarlo camino de su hacienda. Ay, Dios mio, que desgracia. (Llora) Voy a ver a mi hija.
Cristina se marcha.
RUBIO: Si ya decía yo, la malquerida. ¿Qué no compadre?
Acacia está en su habitación con Manuel, está abrazada a él, llora.
MANUEL: Venga Aci, tranquilízate.
ACACIA: ¡Qué horror Manolo! Rodrigo. Era nuestro amigo. Desde niño. ¿Te acuerdas lo bien que lo pasábamos? No lo puedo creer.
Manuel acompaña a Acacia a una silla, la ayuda a sentarse.
MANUEL: Aci, tenemos que hablar.
ACACIA: ¿Ahora?
MANUEL: Sí, ahora. Es importante. (Se sienta en otra silla) Acacia, en El Soto te llaman la malquerida.
Acacia le mira incrédula.
ACACIA: ¿A mí? ¿A mí por qué me llaman así? ¿La malquerida? ¿Mal querida por quién?
Manuel carraspea.
MANUEL: Porque ninguno de tus pretendientes vuelve, porque algunos desaparecen... (La mira) Dicen que Esteban los amenaza a todos. (Acacia lo mira atónita, él le coge la mano) Pero yo sigo aquí Acacia, siempre estoy aquí para ti. Y siempre lo estaré.
Manuel se levanta de la silla, saca una cajita del bolsillo de su pantalón, la abre, hinca su rodilla derecha en el suelo.
MANUEL: Acacia Rivas Maldonado, ¿quieres casarte conmigo?
Acacia le mira atónita, mira el anillo, le mira a él.
ACACIA: Ay Manolo.
Acacia no habla, Manuel sigue con la rodilla hincada en el suelo. Acacia se levanta y sale de la habitación. Manuel mira atónito la puerta.
ACACIA: ¡Rodrigo! Pero, ¿qué haces aquí? ¿No estabas en España?
Acacia y Rodrigo se dan un sincero abrazo. Él la levanta del suelo.
ACACIA: ¡Acacia! (La baja al suelo y le da un beso en la mejilla) Regresé ayer a México, y lo primero que quise fue venir a verte.
Manuel se acerca a ellos.
MANUEL: Rodrigo, ¿cómo estás? Cuánto tiempo.
Manuel y Rodrigo se dan la mano con cierta indiferencia.
RODRIGO: ¿Cómo estás Manuel? Gusto verte. (Se dirige a Acacia) Bueno Acacia, ¿pasamos el día en el lago? Tengo mucho que contarte. Y tengo muchas ganas de estar contigo.
ACACIA: Claro que sí Rodrigo, me encantaría pasar la tarde contigo.
El teléfono de Rodrigo suena, lo coge, mira la pantalla.
RODRIGO: Si me disculpáis, es mi papá.
ACACIA: Claro, adelante. Saluda a tu papá de mi parte, ¿quieres?
Rodrigo sonríe a Acacia y se aleja para hablar.
MANUEL: ¿Por qué Acacia? ¿Por qué?
Acacia le mira extrañada.
ACACIA: ¿Por qué qué Manolo? ¿De qué hablas?
MANUEL: ¿Por qué sales con todos estos imbéciles y no conmigo que te quiero tanto? Que te amo tanto.
ACACIA: Manolo, yo...
Esteban llega en ese momento.
ESTEBAN: ¡Manuel! ¿Ya estás perdiendo el tiempo? Deberías estar trabajando.
MANUEL: Esteban sólo estaba descansando un rato. Hablando con Acacia.
ESTEBAN: ¿Descansando? Descansado es tu estado normal. Vamos, ¡a trabajar! ¡¡¡Ya!!!
Rodrigo regresa.
RODRIGO: Bueno Acacia, ¿nos vamos?
Esteban mira a Rodrigo con desconfianza.
ESTEBAN: ¿Y tú quién diablos eres?
Rodrigo se acerca a él. En ese momento sale Cristina de la casa.
CRISTINA: ¡Rodrigo! Pero que alegría, te hacía en España.
Cristina se acerca a Rodrigo, le da un beso. Mira a Esteban.
CRISTINA: Mi vida él es Rodrigo, el hijo de Montserrat y Fausto.
Rodrigo alarga la mano para saludar a Esteban, él no se mueve.
CRISTINA: ¿Mi vida?
ESTEBAN: Sí perdona, Rodrigo, encantado.
Rodrigo y Esteban se dan un apretón de manos.
ACACIA: Mamá, Rodrigo y yo nos vamos al lago, ¿te parece bien?
Acacia se acerca a Cristina, le coge del brazo.
CRISTINA: Por supuesto que sí hija, disfrutad de la tarde.
Esteban mira a Manuel.
ESTEBAN: ¿Yo a ti no te he dicho que te vayas a trabajar?
Manuel mira furioso a Esteban.
MANUEL: Sí claro, si me disculpáis.
Manuel se marcha. Cristina se acerca a Rodrigo, le da un beso.
CRISTINA: Yo también me retiro, tengo muchos pendientes. Me ha encantado verte Rodrigo, espero que vengas más seguido a visitarnos.
Rodrigo mira a Acacia, le guiña un ojo y mira a Cristina.
RODRIGO: Eso seguro Cristina.
ACACIA: Rodrigo espérame, ¿sí? Voy a cambiarme de ropa, no me tardo.
RODRIGO: Claro Acacia, aquí te espero.
Acacia se acerca a Rodrigo y le besa en la mejilla, le sonríe. Pasa al lado de Esteban.
ACACIA: Esteban.
Acacia se marcha, Rodrigo y Esteban se quedan solos.
ESTEBAN: Voy a decirte ésto rápido y claro. Quiero que te alejes de Acacia.
RODRIGO: ¿Disculpa?
ESTEBAN: ¿Estás sordo o eres tonto o te lo haces? Te he dicho que quiero que te alejes de Acacia, quiero que no vuelvas a poner un pie en mi casa. ¿Te quedó claro?
Rodrigo le mira atónito, luego sonríe levemente.
RODRIGO: Ya me perdonarás Esteban, pero mientras Acacia quiera que venga a visitarla, así lo haré. Y mientras Cristina, la dueña de esta hacienda, me lo permita, lo haré.
Esteban le mira furioso, se le acerca.
ESTEBAN: Luego no digas que no te lo advertí. Y pobre de ti como le digas algo a Acacia, a Cristina o a tus padres.
Esteban se aleja.
Es de noche en la Benavente, Esteban y el Rubio están sentados en el banco de piedra del patio.
RUBIO: Compadre, ¿y qué tal la vida de marido?
ESTEBAN: Bien Rubio, Cristina es una gran mujer.
RUBIO: ¿Seguro compadre?
ESTEBAN: Por supuesto que sí Rubio.
RUBIO: ¿Y que hay de tus quehaberes con la niña Acacia?
ESTEBAN: ¡Qué tonterías dices Rubio!
RUBIO: Pos tú dirás lo que quieras, pero en el pueblo ya se dice, y si se dice, pa' mi que sí, que tienes tus quehaberes.
Esteban mira al Rubio.
ESTEBAN: ¿De qué diablos hablas Rubio?
RUBIO: Pos lo que oyes compadre. Que hay rumor, que se habla.
ESTEBAN: ¿Se habla de qué Rubio? ¡Habla!
RUBIO: Pos de que los pretendientes de la niña Acacia o ya no vuelven a esta su casa, o sin más desaparecen. Y ya hasta la andan llamando la malquerida, por quererla quién la quiere.
ESTEBAN: ¿Y quién la quiere?
RUBIO: Pues quién más, tú compadre.
Esteban agarra al Rubio de la camisa.
ESTEBAN: ¡No digas estupideces! ¿Me oíste? ¡Nunca más repitas eso! ¡Jamás!
CRISTINA: ¡Esteban! ¡Esteban!
Esteban suelta al Rubio y se pone de pie, el Rubio hace lo propio. Cristina llega corriendo hasta ellos.
ESTEBAN: Cristina mi amor, ¿qué pasó?
Cristina agarra las manos de Esteban.
CRISTINA: Una desgracia Esteban, ¡una desgracia! (Se sujeta la cara con las manos, abraza a Esteban, se separa) ¡Rodrigo murió! Tuvo un accidente con su coche cuando salió de aquí, algo le falló al coche, acaban de encontrarlo camino de su hacienda. Ay, Dios mio, que desgracia. (Llora) Voy a ver a mi hija.
Cristina se marcha.
RUBIO: Si ya decía yo, la malquerida. ¿Qué no compadre?
Acacia está en su habitación con Manuel, está abrazada a él, llora.
MANUEL: Venga Aci, tranquilízate.
ACACIA: ¡Qué horror Manolo! Rodrigo. Era nuestro amigo. Desde niño. ¿Te acuerdas lo bien que lo pasábamos? No lo puedo creer.
Manuel acompaña a Acacia a una silla, la ayuda a sentarse.
MANUEL: Aci, tenemos que hablar.
ACACIA: ¿Ahora?
MANUEL: Sí, ahora. Es importante. (Se sienta en otra silla) Acacia, en El Soto te llaman la malquerida.
Acacia le mira incrédula.
ACACIA: ¿A mí? ¿A mí por qué me llaman así? ¿La malquerida? ¿Mal querida por quién?
Manuel carraspea.
MANUEL: Porque ninguno de tus pretendientes vuelve, porque algunos desaparecen... (La mira) Dicen que Esteban los amenaza a todos. (Acacia lo mira atónita, él le coge la mano) Pero yo sigo aquí Acacia, siempre estoy aquí para ti. Y siempre lo estaré.
Manuel se levanta de la silla, saca una cajita del bolsillo de su pantalón, la abre, hinca su rodilla derecha en el suelo.
MANUEL: Acacia Rivas Maldonado, ¿quieres casarte conmigo?
Acacia le mira atónita, mira el anillo, le mira a él.
ACACIA: Ay Manolo.
Acacia no habla, Manuel sigue con la rodilla hincada en el suelo. Acacia se levanta y sale de la habitación. Manuel mira atónito la puerta.
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