CRISTINA: ¿No pudiste ser sincera? ¿No pudiste verle como un padre? ¿No pudiste evitar que esto pasara? Si tan sólo le hubieras visto como un padre.
Acacia sigue sin darse la vuelta, mira al portón, suspira.
ACACIA: No mamá, no pude. Porque desde el primer día, porque desde siempre, le amé.
Acacia se da media vuelta y mira a su madre, se acerca a ella.
ACACIA: A pesar de todo, a pesar de todo el daño que te he hecho, a pesar del daño, consciente o inconsciente, que tú me hiciste a mí, nunca he dejado de quererte... Porque eres mi madre. (Suspira) Y por eso te perdono, y por eso espero que algún día tú puedas perdonarme a mí. Espero que algún día todo el odio que como mujer sientes por mí, todo el rencor, y tal vez el asco, que sientes por la mujer que se metió con tu marido, se desvanezca ante el amor de madre.
Acacia se dirige hacia la casa, se para apenas unos pocos pasos después, no se da la vuelta.
ACACIA: Cristina... Vas a ser abuela.
Acacia vuelve a emprender el camino hacia la casa, Cristina la mira, las lágrimas caen por sus mejillas.
CRISTINA: Ojalá puede llegar a perdonarte... Hija.
Cuatro años después.
Acacia está sentada en el prado, cerca de la casa, sobre una manta de cuadros, tiene las manos abrazando las rodillas. Un pequeño niño corre hacia ella, le da una dalhia, Acacia coge la flor, mira al niño, lo abraza, lo sienta entre las piernas.
ACACIA: Mi amor, ésta fue la flor que tu papá me regaló en nuestro primer paseo a caballo. (Besa al niño) Tengo tantas ganas de que te conozca.
El niño se levanta y sale a jugar otra vez.
ACACIA: Esteban, está tan grande, tan guapo. Se parece muchísimo a ti, tiene tus mismos gestos, tú misma sonrisa. (Una lágrima le resbala por la mejilla, se la aparta con el dedo índice) Si hubiésemos hecho las cosas bien, nuestro hijo habría crecido con su padre.
Acacia saca una carta de los vaqueros, la abre.
ACACIA: "Acacia, no vengas a verme, no me escribas. Si cuando salga de aquí no estás, lo entenderé. Te amo. Cuida a nuestro hijo."
Acacia cierra la carta, la aprieta contra su pecho, suspira, la guarda en los vaqueros, se pone de pie, coge la manta.
ACACIA: ¡Alonso! Vámonos mi amor. (El niño corre hacia ella) Ven mi amor, a la casa.
Acacia coge al niño en brazos, le da un beso, y se dirigen hacia la casa.
Cristina está en el despacho, llaman a la puerta, entra Rosa.
ROSA: ¿Patrona?
Rosa mira asustada a Cristina.
CRISTINA: Dime Rosa, ¿ocurre algo?
ROSA: Pos que hay una visita en la sala señora Cristina... Pero, pos yo no sé si usted quiera.
Cristina se levanta de la silla.
CRISTINA: ¿Quién Rosa? ¿Quién está en la sala?
ROSA: Pos, Esteban, patrona.
Cristina mira asombrada a Rosa, sale apresurada del despacho. En el salón Esteban está de pie, de espaldas a la puerta del despacho.
CRISTINA: ¿Esteban?
Esteban se da la vuelta. Cristina corre hacia él y lo abraza.
CRISTINA: Esteban, volviste.
Esteban se aparta.
ESTEBAN: Cristina volví por... Volví por mi hijo. Y volví, volví por Acacia.
Cristina se acerca a él, lo abofetea.
CRISTINA: Nunca me quisiste, nunca me amaste.
ESTEBAN: Cristina, (le coge las manos con ternura) por supuesto que te quise, te quise muchísimo, te quiero muchísimo. Ni rencor, ni rabia siento por ti, por haberme acusado con la policía, porque lo merecía, era culpable.
CRISTINA: Entonces, si me quieres, si sí me quieres, ¿por qué me dices que vuelves por Acacia?
Esteban le suelta las manos a Cristina, se deja caer en el sofá.
ESTEBAN: Porque a ti te quiero Cristina, pero a ella la amo. Ni siquiera sé si...
Cristina le interrumpe.
CRISTINA: Acacia no está. Ya no vive en esta casa.
Esteban la mira.
ESTEBAN: No te creo.
CRISTINA: No está Esteban, márchate, no tienes nada que hacer aquí.
Esteban se levanta del sofá, empieza a deambular por la casa.
ESTEBAN: ¡Acacia! (Entra en las habitaciones) ¡Acacia!
CRISTINA: ¡Te he dicho que no está! ¡¡Vete de mi casa!!
ESTEBAN: No sin ver a mi hijo. ¡Acacia! (Sale al patio) ¡Acacia!
Acacia llega en ese momento al patio, ve a Esteban, se para en seco. Esteban la mira. El niño llega poco después, mira a Esteban extrañado y se para al lado de Acacia, se abraza a la pierna de ella, Acacia le acaricia la cara, abrazando el cuerpo del niño contra su pierna. Esteban se acerca a ellos, mira a Acacia y se agacha a la altura del niño.
ACACIA: Él es tu papa mi amor.
Esteban coge al niño en brazos, lo abraza, lo besa, las lágrimas caen por sus mejillas. Se pone en pie con el niño en un brazo y abraza a Acacia con el otro brazo.
ACACIA: Se llama Alonso.
Esteban mira al niño y luego mira Acacia.
ESTEBAN: El nombre de un buen hombre.
Cristina mira a los tres, abrazados, se da media vuelta y entra en la casa. Va a la cocina, Rosa está sentada a la mesa.
CRISTINA: Rosa, ayúdame con las maletas por favor.
ROSA: ¿Las maletas? ¿Pos a dónde se va señora?
CRISTINA: No sé Rosa... Puede que a Madrid. Sí, a Madrid. Ven, acompáñame a mi recámara.
Acacia y Esteban entran en el salón, Esteban lleva al niño en brazos. Cristina entra en el salón, seguida de Rosa y otro empleado.
CRISTINA: Rosa por favor, subid el resto del equipaje al coche.
ROSA: Sí patrona.
Acacia mira sorprendida a su madre.
ACACIA: ¿Equipaje?
Cristina se acerca a Esteban.
CRISTINA: ¿Me dejas a mi nieto?
Esteban le da al niño, Cristina le coge en brazos.
CRISTINA: La abuela te quiere Alonso, la abuela te quiere.
Cristina le da un beso al niño y se lo devuelve a Esteban sin mirarle, mira a Acacia.
CRISTINA: Acacia, acompáñame fuera. Por favor.
Cristina y Acacia se dirigen al patio, andan en silencio, la una al lado de la otra. Acacia agarra el brazo de su madre, la mira y sonríe. Llegan al patio y se paran cerca del coche de Cristina.
CRISTINA: Acacia, me voy. Me voy de la Benavente.
ACACIA: ¿Cómo que te vas mamá? ¿A dónde? ¿Cuánto tiempo?
CRISTINA: No lo sé Acacia, no sé cuánto tiempo. Sólo sé que me voy. Me voy a Madrid.
ACACIA: Pero, ¿por qué te vas mamá? ¿Por qué ahora?
CRISTINA: Me voy para que puedas ser feliz. Por eso me voy hija, para que tú puedas ser feliz.
ACACIA: Mamá, no te vayas. Por favor, no te vayas. ¿Cómo podría ser feliz sin ti, sin mi madre?
CRISTINA: Acacia, es lo mejor. Para ti, para mí, para nuestra relación madre-hija, para sanar las heridas que en todos estos años no hemos sido capaces de sanar.
ACACIA: Mamá, por favor.
Cristina se acerca a Acacia.
CRISTINA: Acacia, yo sé que como mujer perdí... (Hace una pausa mientras acaricia el rostro de Acacia y los ojos se le inundan de lágrimas) Pero como madre, como madre gané (sonríe) o por lo menos, no perdí.
Cristina se acerca a Acacia, la coge por los hombros, se separa de ella, la mira a los ojos, la abraza, se acerca a su oído.
CRISTINA: Se feliz hija (Le susurra, traga e inhala) Te quiero.
Acacia no dice nada, está inmóvil con las lágrimas recorriendo sus mejillas. Cristina se aleja de ella y se dirige al coche.
ACACIA: ¡Mamá! (Cristina se gira y mira a su hija a los ojos, con una tímida pero sincera sonrisa) Te quiero...
Esteban se acerca a ellas, de espaldas a Acacia, de frente a Cristina, que lo ve, lo mira y asiente ligeramente, no sonríe, no le dice nada. Cristina se sube a su coche, mira una última vez a su hija. Esteban ya está detrás de Acacia, a unos pasos de ella. El rostro de él impasible, el de ella inundado en lágrimas, lleno de dolor. El coche de Cristina se pone en marcha, bajo la atenta mirada de Esteban y Acacia, atraviesa el patio hasta el portón, lo cruza, gira el coche y se pierde en la carretera. Acacia se seca las lágrimas, se gira lentamente, y se queda a unos pasos de Esteban.
ESTEBAN: ¿Y ahora Acacia? Tú y yo...
ACACIA: No lo sé Esteban. No sé si es posible un tú y yo. Te amo, claro que te amo, pero... No sé si pueda olvidar lo que pasó. El dolor que le causamos a mi madre, el que ella y yo no hayamos sido capaces de recuperarnos como madre e hija, la muerte de Manuel, mis dudas sobre las otras muertes, porque aunque me hayas jurado que tú no tuviste nada que ver, yo dudo Esteban. Y no sé si pueda olvidar o vivir con todo esto, o no sé si pueda olvidar o vivir con el dolor que nos causamos tú y yo. (Se seca las lágrimas) Pero tenemos un hijo, y jamás te lo negaré, jamás dejarás de ser su padre. Y ya...
ESTEBAN: Dejaremos que el tiempo hable.
ACACIA: Sí, dejaremos que el tiempo hable.
Acacia se dirige hacia la casa, Esteban la mira mientras se aleja, las lágrimas inundan sus ojos.
ESTEBAN: ¡Acacia!
Acacia se da la vuelta, le mira.
ESTEBAN: Te amo... (Le sonríe tímidamente) A veces, hacemos sufrir a quién más amamos...
Acacia le sonríe, se da media vuelta y entra en la casa. Esteban la mira, respira profundo y se dirige hacia el portón. Mira la casa, sonríe y sale mientras el cielo se va tiñendo de naranja. Atardece en la Benavente.
Final alternativo
El coche de Cristina se pone en marcha, bajo la atenta mirada de Esteban y Acacia, atraviesa el patio hasta el portón, lo cruza, gira el coche y se pierde en la carretera. Acacia se seca las lágrimas, se gira lentamente, y se acerca a Esteban, le acaricia suavemente el rostro con la mano, le da un tierno beso en los labios, le sonríe, se dirige a la casa. Esteban la mira, ella se da la vuelta, le dedica una amplia sonrisa y separa levemente la mano izquierda del cuerpo, levantándola hacia él. Acacia vuelve a retomar el camino hacia la casa. Esteban fija la vista en el portón de la hacienda, agacha la cabeza, la vuelve a levantar, respira profundo y sigue el camino andado por Acacia, hacia la casa, mientras el cielo se va tiñendo de naranja. Atardece en la Benavente.
Laura González López (2014. España)
estuvo genial gracias por esta hermosisima historia
ResponderEliminar¡Gracias a ti Marcela!
Eliminar¡Gracias Lau! Gracias por dejarnos disfrutar de tu talento, por darnos una historia bien adaptada y mira que "La Malquerida" definitivamente no es una novela rosa. Tú lograste que me olvidara de los personajes de Ximena Suárez (bueno, a uno, tú sabes cuál, la manía jamás se me quitó, hasta que encontraste la fórmula y gracias por compartirla que para este final, ¡vaya que la usé! jajaja) y que los odiara y amara a la vez. Gracias por darme a esa Cristina que anhelé ver, por ese Esteban por el cual llegué a sentir compasión (ni yo me la creo) y por ese triángulo amoroso ¡tan complicado, pero tan intrigante a la vez! Sabes que tengo mi opinión sobre la historia, y que compartimos muchos pensamientos... pero para ti solo tengo aplausos, ¡Bien hecho! *clap clap clap* :)
ResponderEliminarSi este fuera el final de esta historia con todos los cambios que eso conllevaría a lo largo de la misma, esta hubiera sido la mejor novela de todos los tiempos y su éxito internacional estaría garantizado, incluyendo a España y resto de Europa. Buscan al MEJOR protagonista posible, porque Meier es el mejor con muuuuucha diferencia, y luego revientan la novela de Benavente para convertirla en algo convencional pero no porque... qué pena!, ah y señores, Arturo Peniche no vino a salvar la novela del señor Christian Meier, él es junto con Ariadne, los únicos incentivos para ver esto hasta el final. Gracias por estos finales, sólo de imaginarme a Christian protagonizándolos me emociono. Eres fantástica!!! mil gracias
EliminarMi Noe gracias. Gracias por tus palabras, gracias por tu apoyo, gracias por incentivarme. Y ya sabes, NMQT. :D
EliminarMas que perfectamente escrita IMPOSIBLE!
ResponderEliminar¡Gracias Scarlett! Que linda. :D
EliminarSi, esta novela debió ser así. Muchas Gracias por tu tiempo, por tomarte las molestias de hacer esto, por regalarnos personajes excelentes y bien llevados, por hacerme soñar y ser feliz con el final que debió ser. Muchas Gracias por este delicioso regaito de 20 Capítulos
ResponderEliminarGracias a ti por tus bellas palabras, para mí fue un regalo que me leyerais y os gustará, siempre pensé que hay formas y formas de contar las historias. :D
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