RUBIO: Pero, ¿a quién querrás pues? ¿A la madre (hace una pausa) o a la hija?
Ambos se miran, Esteban agacha la cabeza, sujeta el vaso con ambas manos, no dice nada sólo observa el vaso vacío.
RUBIO: Ya compadre, ahí te dejo.
El Rubio sale de la habitación, cierra la puerta. Esteban se queda solo, sigue mirando el vaso vacío.
ESTEBAN: Yo sé a quién quiero... (Coge la botella que el Rubio ha dejado en el suelo antes de irse, se sirve una copa, vuelve a dejar la botella en el suelo, mira la copa) Y sé a quién amo. (Se bebe el tequila)
A la mañana siguiente, Esteban sale de la ducha, mientras coge los vaqueros que están encima de la cama, llaman a la puerta, duda un instante. Vuelven a llamar, Esteban se dirige a la puerta y la abre.
ESTEBAN: Rubio, ¿qué...?
Esteban mira hacia la puerta. se calla.
CRISTINA: Buenos días Esteban.
Esteban no dice nada, está inmóvil, sujetando la puerta.
CRISTINA: ¿Puedo pasar?
Cristina mira a Esteban a los ojos, le sonríe, le observa de arriba a abajo, de abajo a arriba, vuelve a posar su mirada en la de él..
ESTEBAN: Sí Cristina, por supuesto, ¿qué se te ofrece?
Cristina entra en la habitación de Esteban, camina despacio, moviendo su cuerpo lentamente, observa la habitación, cada uno de sus recovecos. Se gira hacia Esteban, vuelve a mirarle de arriba a abajo, le mira a los ojos.
CRISTINA: Venía a hablar contigo de mi hija.
Esteban se pone tenso. Cierra la puerta mientras inhala profundamente, agacha la mirada, exhala. Se da media vuelta y mira a Cristina.
ESTEBAN: ¿De tu hija? (Carraspea)
CRISTINA: Sí, vengo a hablar de sus clases.
ESTEBAN: ¿De sus clases?
CRISTINA: Sí, de sus clases de montar.
Cristina vuelve a mirar a Esteban de arriba a abajo, sonríe, vuelve a mirarle, sonríe de nuevo y le mira a los ojos. Esteban sonríe, se pasa la mano por el pelo húmedo.
ESTEBAN: Tú dirás Cristina. (Cruza los brazos sobre el pecho)
Ella sonríe, pasea por la pequeña habitación, pasa su mano por la silla, la roza. Se gira y mira de nuevo a Esteban.
CRISTINA: Quiero que ayudes a mi hija. Quiero que seas tú. Empezáis hoy.
Cristina se dirige hacia la puerta, posa su mano en el pecho de Esteban, mira unos segundos dónde su mano está apoyada, levanta la vista, mira a Esteban a los ojos.
CRISTINA: No confío en nadie más que en ti.
Esteban la mira a los ojos, ambos respiran entrecortado. Cristina se acerca un poco más a Esteban, él la mira a los ojos, a la boca. Cristina quita su mano del pecho de Esteban, abre la puerta, agarra con su mano derecha el pomo, vuelve la cabeza ligeramente, mira a Esteban una última vez, cierra la puerta. Esteban se queda mirando la puerta, de pie, inmóvil.
ESTEBAN: Me voy a volver loco...
Esteban mueve ligeramente la cabeza, se dirige a la cama, coge los vaqueros.
ESTEBAN: ¿Es posible enloquecerse por dos mujeres a la vez? (Sonríe, pero no es una sonrisa de felicidad, sino más bien de incertidumbre) ¡No apuntes tan alto Esteban!
Acacia está en su habitación, da vueltas por la misma aún vestida con el camisón.
ACACIA: Ojalá el abuelo haya convencido a mi mamá... Voy a ir a preguntarle. (Camina hacia la puerta) No, mejor no. Esperaré al desayuno... Sí eso, en el desayuno le preguntaré... ¿Y si dice qué no? ¿Y por qué va a decir qué no? No, no, va a decir que sí. Ay, no, me va a decir que no.
Llaman muy suavemente a la puerta y entra Cristina.
CRISTINA: Acacia hija, qué bien, ya despierta.
ACACIA: Sí mamá.
Cristina se acerca a su hija y le da un beso en la mejilla.
CRISTINA: Buenos días hija.
ACACIA: Buenos días.
CRISTINA: Qué bien que te hayas levantado temprano, así empezarás hoy.
ACACIA: ¿Empezar? Quieres decir, ¿las clases de montar?
CRISTINA: Sí hija, eso venía a decirte. Desde hoy Esteban te enseñará a montar mejor.
Acacia abraza a su madre, con una gran sonrisa.
ACACIA: ¡Ay mamá, muchas gracias! ¡Voy a cambiarme!
CRISTINA: Espera Acacia (agarra con delicadeza a su hija del brazo) primero tenemos que hablar.
ACACIA: ¿Hablar? ¿Sobre qué?
CRISTINA: Sobre por qué quieres que sea precisamente Esteban quién te enseñe.
Acacia se pone nerviosa.
ACACIA: Ya te lo dije mamá, quiero montar mejor.
CRISTINA: ¿Seguro hija?
ACACIA: Claro mamá, ¿qué otro motivo podría haber?
CRISTINA: No lo sé Acacia, por eso te pregunto. No será qué...
Acacia le interrumpe.
ACACIA: Ay mamá, no pienses cosas que no son.
Acacia se acerca a su madre, la besa, y se va apresuradamente al cuarto de baño.
CRISTINA: Espero, por nuestro bien, que me estés diciendo la verdad.
Cristina sale de la habitación.
En la cocina Rosa y Luisa están cocinando, terminan de preparar el desayuno. Entra Acacia vestida con ropa de montar.
ROSA: Niña Acacia, buenos días.
Acacia sonríe a Rosa.
ACACIA: Buenos días Rosa. (Mira a Luisa, con semblante serio) Luisa.
LUISA: Niña.
ACACIA: Rosa, mi desayuno por favor.
ROSA: Ahora lo servimos niña, na' más lleguen los abuelos y la mamá de usted.
ACACIA: No Rosa, yo desayunaré ya. Aquí en la cocina. Voy a salir a montar.
Acacia se sienta en la mesa, Luisa le sirve, ambas se miran con indiferencia.
En las caballerizas Esteban está preparando los caballos cuando llega el Rubio.
RUBIO: Compadre, ¿dos caballos? Eso es que se te hizo.
ESTEBAN: ¡Cállate Rubio!
RUBIO: Bueno, bueno, yo no más decía.
ESTEBAN: ¡Pues no digas tanto!
El Rubio se marcha agarrando el palillo que tiene en la boca con la mano derecha y tarareando.
En el comedor, Juan Carlos y Elena llegan justo cuando Cristina sale del despacho.
CRISTINA: Buenos días papá, mamá.
JUAN CARLOS: Buenos días hija.
ELENA: Hija, buenos días. ¿Y mi nieta?
CRISTINA: Acacia ya desayunó, y salió a montar con Esteban.
JUAN CARLOS: Ah, muy bien hija, muy bien.
CRISTINA: ¿Desayunamos?
Los tres se dirigen a la mesa del comedor, ya servida con el desayuno.
Acacia llega a las caballerizas.
ACACIA: Buenos días Esteban.
ESTEBAN: ¡Acacia! ¡Qué guapa! Perdón, buenos días.
Acacia sonríe.
ACACIA: Gracias Esteban.
Esteban coge uno de los caballos y se lo acerca a Acacia.
ACACIA: ¿Me ayudas?
Esteban la mira perplejo.
ESTEBAN: ¿Ayudarte? (Titubea) Sí claro.
Esteban suelta las riendas del caballo, y se acerca a Acacia, pone sus manos en su cintura y ella coloca las suyas en los hombros de él. Ambos levantan la mirada y se quedan unos segundos quietos, mirándose a los ojos, luego mira cada uno la boca del otro, y vuelven a mirarse a los ojos.
ESTEBAN: Bueno, adelante. Sube.
Acacia sube al caballo, se sienta y espera a que Esteban haga lo propio.
ACACIA: ¿Nos vamos?
ESTEBAN: ¡Vamos!
Los caballos salen al paso, y enseguida los ponen al trote. Van el uno junto al otro, sin hablarse, solo mirándose y sonriéndose mutuamente.
ACACIA: ¡Vamos hasta el lago Esteban!
Acacia pone su caballo al galope.
ESTEBAN: Sabe montar... Y muy bien.
Esteban pone también a su caballo al galope y va detrás de Acacia, ella mira hacia atrás. Le sonríe y él le devuelve la sonrisa. Acacia llega al lago primero y mientras se va acercando Esteban, ella se baja de su caballo. Se sienta en la orilla, observando el agua. Esteban se baja de su caballo, se acerca a Acacia y se queda de pie a su lado.
ACACIA: Ven Esteban, siéntate conmigo.
Esteban se sienta, ambos miran el agua, se miran a los ojos, repetidamente.
ESTEBAN: Acacia (Duda un instante) Sabes montar...
Acacia le mira y se ríe.
ACACIA: ¡Claro que sé montar!
ESTEBAN: Entonces, ¿por qué le has pedido a tu madre que te enseñe, si ya sabes?
Acacia mira a Esteban a los ojos, no sonríe, mira al frente y fija su mirada en el agua.
ACACIA: Porque quiero pasar más tiempo contigo.
ESTEBAN: ¿Conmigo?
ACACIA: ¿Te molesta?
ESTEBAN: No Acacia. (Ella vuelve la cabeza hacía él) Me encanta.
Acacia sonríe.
Cristina sale de la casa y en el patio se encuentra al Rubio.
CRISTINA: Rubio, ¿ya regresaron Esteban y mi hija?
RUBIO: No patrona.
Cristina se dirige a las caballerizas, justo cuando llegan Esteban y Acacia. Acacia viene sonriendo, pero al ver a su madre su semblante cambia y se vuelve serio. Ambos bajan de sus caballos. Acacia se acerca a su madre y le da un beso.
ACACIA: Hola mamá.
CRISTINA: Hola hija, ¿cómo estuvo la clase?
ACACIA: Bien mamá (Se gira a Esteban) ¿Verdad Esteban?
ESTEBAN: Sí Cristina, estuvo bien.
Acacia vuelve a mirar a su madre.
ACACIA: Me voy a cambiar mamá.
CRISTINA: Muy bien hija.
Acacia se va hacia la casa, sin mirar a Esteban. Cristina se acerca a él.
CRISTINA: Gracias Esteban.
Cristina sonríe a Esteban, se da media vuelta y se marcha. Esteban la ve alejarse, coge las riendas de los dos caballos y se los lleva.
ACACIA: ¡Esteban!
Esteban se da la vuelta sin soltar las riendas de los caballos, Acacia se acerca a él.
ACACIA: Mañana a la misma hora. No te olvides.
Acacia se acerca a Esteban y le da un beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios, muy cerca, se da media vuelta y se marcha. Mientras Esteban la ve alejarse, se toca con la mano libre los labios.
ESTEBAN: Dios, ¿será que me estoy enamorando de ti Acacia? (Hace una pausa) ¿O será que ya lo estoy?
Da media vuelta y se marcha junto con los dos caballos.
En el campo, Esteban tiene una guadaña en la mano, está junto con otros trabajadores cortando hierbas. Se ha quitado la camiseta que la tiene sujeta al cinturón, la coge y se seca el sudor de la frente.
TRABAJADOR: ¡Viene la patrona!
Esteban mira al trabajador, que le señala justo detrás de él, Esteban se gira y ve a Cristina caminando hacia ellos.
ESTEBAN: Cristina.
Esteban mira sorprendido a Cristina que se acerca a ellos enfundada en unos vaqueros y con una camisa roja.
CRISTINA: Esteban, te traje ésto.
Cristina le acerca una pequeña cesta de mimbre, Esteban la coge, mira a la cesta y luego a Cristina.
CRISTINA: Pensé que lo necesitarías. (Le sonríe) Otra cosa, a partir de hoy, comerás y cenarás todos los días con nosotros, en la casa.
Cristina se da media vuelta y se marcha, Esteban no puede apartar los ojos de ella.
ESTEBAN: Esa es una mujer de la que cualquier hombre se puede enamorar...
Laura González López (2014. España)
Me fascinan tus capitulos excelente imaginacion.
ResponderEliminarGracias, me alaga tu comentario. :)
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